Valores contaminados.      

 

                               A orillas del río Uruguay en el noreste Argentino subsiste una antigua pedanía, un pequeño pueblo rural cuyos recursos se basan en el cultivo de frutales y de la pesca fluvial. Se lo conoce como “Yaguareté Cambá”, denominación guaraní             que se refiere al yaguareté, el gran felino autóctono (Panthera onca), y Cambá que significa “negro”. Los moradores conservan celosamente sus más antiguas y respetables tradiciones de la zona mesopotámica, como eso de entreverar la lengua criolla y la originaria guaraní.

Aconteciendo los inicios del año 2020, en Una calurosa tarde apareció un muchacho forastero de ojos claros y de rubios cabellos, incursionando de paso como mochilero. Era oriundo de la provincia de Córdoba. Debido a que en la comarca no existe hotelería armó su carpa junto a la capilla en la cual el cura solía venir cada siete días para oficiar las misas y atender los sacramentos. El visitante llamado Javier y apodado Javy, despertó la curiosidad, era llamativo por su esbelta presencia como por la discordancia con la morena piel de los pobladores, y sobre todo por su simpatía,, resultando agradable y en especial para la admiración de las féminas. Supo relacionarse fácilmente con las familias. Poseía muchas anécdotas y aventuras al ser mochilero trotamundos, las que osaba contar insertando fragmentos fabulosos, mitómanos y con graciosos gestos bajo el clásico acento cordobés.

El día que el párroco Pepe llegó a la capilla se extrañó al ver una carpa armada junto al templo. Enseguida cruzaron saludos y congeniaron recíprocamente al descubrir que ambos eran cordobeses, aunque el padre Pepe provenía de la Córdoba española. Simpatizaron a tal punto que Javy se ofreció para intervenir de acólito y el cura lo invitó a almorzar con él.

A fin de ir conociendo aquella zona rural y selvática de Yaguareté Cambá, unos campesinos le daban unas pocas indicaciones y le prestaban un caballo ya que Javy sabía montar. A veces lo acompañaba un generoso vecino, y en otras ocasiones lo hacía solo, total podría charlar con la gente ante fortuitos encuentros. Una mañana durante un paseo solitario se encontró con una mujer que gritaba desesperada porque a su hijo de 4 años lo acababa de picar una víbora yarará, de esas negras venenosas que abundan por aquel lugar. Se acercó dispuesto a ayudar ignorando por dónde empezaría. La madre le dijo que ya mismo debería atenderlo “Panchito”, el doctor que se encontraba a unos dos kilómetros de ahí. Javy sin dudarlo tomó al “gurí” en sus brazos, montó el caballo, ayudó a la mujer para subir en ancas y partió al galope. El médico rural de avanzada edad y antiguo morador zonal, Recibió al niño en su consultorio hogareño. Revisándolo con premura le inyectó el suero antiofídico, algo tan usual casi como la aspirina. Gracias a Dios unos días después el gurí se repuso.

Aquella madre festejaba la sanación de su hijo porque esas picaduras no siempre tienen un final feliz. Exclamaba a viva voz su agradecimiento al doctor Panchito (tal su seudónimo afectivo), y en forma muy destacada a Javi que sin titubear puso al niño en las manos del médico. Fue así que la gente lo consagró un héroe salvador de gurices, y lo invitaban a compartir diversas comidas regionales o a participar en reuniones familiares festivas, donde Javy hacía gala de su voz, la guitarra, el cuartetazo cordobés y de pronto incursionando con el chamamé.

Demás estaría detallar el beneplácito y conquistas que mantenía con las “cuñataí porá”, esas cándidas adolescentes quienes lidiaban con la astucia verbal del galán que a cada una de ellas les juraba amor eterno, pintándoles un futuro maravilloso. Claro que los desengaños se iban sucediendo consecuentemente. Actitudes estas que hacían presumir que la sinceridad, la lealtad y la fidelidad no habían tenido cabida en su mochila moral. Un par de padres ya venían observando su ambigua conducta y calculando como aplicarle una adecuada represalia correctiva

 El padre Pepe y don Francisco, el Doctor Panchito, se reunieron con Javy y le hicieron una propuesta:

-         Ya que tú no tienes una vivienda, -dijo el padre Pepe- pensamos que bien podrías alojarse en la casa de la señora Eusebia, pues le sobran comodidades y además porque sería una obra de caridad.

-         Mira muchacho, -acotó Panchito- ella es una mujer mayor, es viuda y vive sola…

Eusebia necesita ciertos cuidados por su salud, -agregó el cura- y no es conveniente que permanezca sin compañía. Tú eres un tipo excepcional y tu cara de ángel te delata que es así nomás.

El joven quedó anonadado pues se trataba de la mejor casa del pueblo, y ahí no necesitaría la carpa. Entre ambos le advirtieron de que debería permanecer el mayor tiempo posible en el hogar, y ante cualquier malestar de la mujer tendría que llamar urgente a Panchito por whatsapp. Les Juró que así lo haría y los colmó de agradecimientos.

 Doña Eusebia era viuda de un importante productor agrario por lo cual gozaba de un buen estatus económico. Solía leer muchos libros acordes con su buen nivel cultural. Ahora con sus 79 años cargaba diversos problemas de salud. Javi mantuvo muchas horas charlando con ella interiorizándose de su pasado, de tristezas y agradables recuerdos, mientras él solo le comentaba satisfacciones vividas en sus 26 años pues carecía de experiencia laboral alguna. Vivió siempre en libertad porque supo esquivar todo tipo de compromisos. Sí tuvo un sueño por cumplir porque hubiese querido seguir la carrera de medicina, pero al no completar el secundario, ahí nomás quedó su ilusión.

 Al poco tiempo se lucía por el pueblo con una flamante moto japonesa Kawasaki obsequiada por la mujer para que pudiese desplazarse más cómodamente. Así fue incrementando las salidas a pasear, a realizar trámites en la capital provincial, y sobre todo a sus surtidos encuentros amorosos. Si bien le encantaban los encuentros con las adolescentes candorosas, también comenzó a incursionar visitando hogares donde los hombres se ausentaban durante largas horas del día a sus labores rurales, y donde determinadas esposas lo recibían con particulares bondades y alegrías.

A todo esto doña Eusebia iba careciendo de la suficiente asistencia adecuada para sobrellevar sus padecimientos y la salud desmejoraba paulatinamente.

En una de las visitas médica del doctor Panchito, este comentó su preocupación por los síntomas respiratorios de la mujer, que si bien tenía antecedentes de asmática, ahora podría ser algo más serio ya que hacía unos días que la Organización Mundial de la Salud alertó al mundo sobre una pandemia, un virus que llamaron “Corvis-19”, siendo muy peligroso. En consecuencia el facultativo advirtió a los pobladores y en forma muy especial a Jaby el hábito de mantenerse distanciados entre unos y otros por ser sumamente contagioso, y además estar atentos con personas que ingresen al pueblo. Pero… la juventud y el viril afán viviendo su momento de fama, hicieron que el muchacho se burlara a carcajadas ignorando esas recomendaciones que al parecer eran puras fantasías paradójicas con sus intenciones.

El panorama de la moto Kawasaki estacionada en diversos sitios y horarios, comenzó a provocar e incrementar ciertas sospechas y sus correspondientes comentarios vecinales.

A media mañana de un día laboral el vecino Genaro, haciéndose eco de los chismes apareció de incógnito en su casa. Al ver la moto en el jardín irrumpió velozmente al interior y lo primero que observó fue la guitarra sobre una silla, mientras el guitarrero estaba “haciendo sonar” a su esposa. “¡Añá membuy!” -Gritó Genaro con toda la terrible bronca -. Sin dudarlo tomó la guitarra por el diapasón y se la partió en la cabeza al intruso. Mientras el iracundo cornamentado buscaba el afilado machete para desmenuzarlo, en dos segundos Jaby montó su Kawasaki y huyó ágilmente sin tener ni siquiera tiempo para manotear sus paños menores.

A partir de ese momento todo cambió para el romántico cordobés, refugiándose sin salir de la casa. En tanto a doña Eusebia se le apagaba la salud y Javy dio aviso al doctor Panchito, quien llegó rápidamente, aunque para entonces la mujer ya había expirado ante una broncoaspiración.

 Luego del sepelio el médico y el párroco mantuvieron una tensionada charla con el joven cordobés desahuciado. Desspués de enfatizarle su conducta que defraudó a todo el pueblo Yaguareté Cambá, le avisaron que ya era hora que abandonara la casa de la difunta. Lo que se había acordado llegó a su fin.

-         ¡No, no, de ninguna manera! -interrumpió Jaby a los gritos-. La propiedad es mía, Yo soy el único sucesor de sus bienes, ella me firmó un testamento cediéndome todos sus bienes.

Pepe, el cura lo miró fijo y le dijo:

-         Hijo, andas descarriado. Bájate del caballo de la soberbia y la deshonra. Has cometido muchos hechos con Hipocresía y ya son suficientes. Dios quiera hijo mío, hayas asimilado los ejemplos de los campesinos, de estos gauchos despojados del egoísmo, las mentiras y la deshonra. En Yaguareté Cambá aún no pueden creer tus actitudes de sentimentalismos engañosos y tan dañinos. Será mejor que te marches lo antes posible y cuanto más lejos mejor.

-         ¡No me interesa ni me importa lo que ustedes puedan decirme!, -acotó Jaby con total insolencia- ya les he dicho que soy el dueño de todo lo que dejó Eusebia.

-         El pacífico doctor Panchito esta vez algo alterado ante esa quimérica afirmación, agregó:

-         Mira muchacho, esto es muy simple: Te vas ya mismo del pueblo o serás procesado por la justicia y terminarás preso. Aún no hemos dado con la caja donde ella guardaba el dinero, parte de ese dinero que vos despilfarrabas en tus fiestitas, pero sí conocemos bien que el testamento que le has hecho firmar a Eusebia, y luego certificado en la Escribanía Montenegro, fue derogado ni bien nuestro honorable escribano Juan Montenegro nos informó de tu sucia patraña, pues él conoce el verdadero legado, la voluntad de la hoy fallecida mujer. Inicialmente quería que su casa fuese destinada para construir una iglesia por su afinidad religiosa, pero a propuesta del padre Pepe hemos convenido en que tenía prioridad que se constituyera en un hospital, con vivienda para una pareja de médicos teniendo en cuenta que a mí poco me queda, y así en total acuerdo se documentó.

Sintiéndose derrotado, el forastero optó por juntar sus bártulos para marcharse y al preparar la moto, le informaron que debía dejarla pues la misma ya le pertenecía al destacamento policial, conforme al aludido legado. Así que inició su partida con la mochila, la carpa y sin guitarra, con rumbo y destino inciertos. Cuando lo despedían con indulgente respeto, él los interrumpió diciendo:

-         ¡Me han jodido bien jodido, aah!

Entonces el padre Pepe apoyó su mano en el hombro compadeciéndolo y le manifestó que estamos viviendo en un mundo y una sociedad de grandes diferencias, donde no todos somos iguales. Aún hay muchas personas que viven en el enclaustramiento social que imponen las tradiciones y las buenas costumbres arraigadas en estas localidades remotas como Yaguareté Cambá.

Ahora márchate bien lejos y en silencio. Recapacita, entiéndelo… muchos gauchos y sus familias han quedado como burlados y dolidos en sus entrañas, muy resentidos… Así que te sugiero cuidarte, cuídate mucho, mucho… Que Dios te bendiga hijo mío… y que se apiade de ti.

No volvieron a verlo nunca más. Varios días después, el 15 de junio de 2020 se enteraron por el diario zonal que dos tripulantes de una lancha pesquera del Paraguay, habían rescatado de la ribera del río Uruguay a un solitario mochilero argentino a quien insólitamente se le había incendiado la carpa con sus pertenencias mientras dormía, salvándose por milagro y recibiendo leves quemaduras. Permaneció abordo donde lo estabilizaron con alimentos mientras ellos continuaban con la pesca de dorados y surubíes. Al día siguiente solicitaron ayuda a la prefectura naval pues el joven estaba afiebrado y necesitaba asistencia médica. Un oficial marino trasbordó desde Un yate guardacostas y al evaluar escrupulosamente la situación, alertó a las autoridades que la epidemia del corona virus había llegado al litoral marítimo. Los involucrados fueron trasladados al hospital regional. Al parecer los dos pescadores paraguayos contaminados eran asintomáticos, pero el mochilero argentino, hasta el cierre de esta edición, permanecía en la unidad de terapia intensiva conectado a un respirador…

 

                                                                             

Autor: © Edgardo González - Buenos Aires, Argentina

“Cuando la pluma se agita en manos de un escritor, siempre se remueve algún polvillo de su alma”.

ciegotayc@hotmail.com

 

 

 

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