Días difíciles.

 

“¡Papá! ¡Papá! ¿Por qué no has ido hoy a trabajar? ¿Hoy es domingo?”

Ante la falta de respuestas, cerró otra vez la puerta del dormitorio de sus padres.

Extrañada, Mariquita se había levantado esa mañana con sensación de anormalidad en el ritmo de su hogar. Sus padres dormían, la calle estaba silenciosa. Se asomó por la ventana del comedor, que daba a un jardín amplio, y vio tras las altas rejas circundantes, que por las veredas y calle, no pasaba nadie. Ni siquiera pudo divisar un perro.

Volvió a correr el visillo, y caminó otra vez a su cuarto. Allí estaban armadas las cosas desde la noche, antes de acostarse, sobre una silla: su mochila, su abrigo y recordaba haber terminado la tarea que la maestra le había impartido para esa jornada…. Varias sumas y restas, muchas oraciones empleando palabras con el uso de las letras c y s, y hacer una producción acerca de los árboles.

¿Estaría soñando?

Se acercó nuevamente al dormitorio de sus padres. Entreabriendo la puerta, vio a su papá durmiendo plácido. Notó la “tele” encendida… aunque con el sonido bajito.

Su mamá se despertó y le habló preguntándole si hacía mucho que se había despertado.

Ya en la cocina, Alba le explicó que debían quedarse los tres en casa. Que no iría a la escuela y su padre, tampoco a trabajar. Le habló del “acuartelamiento” obligatorio y de la “pandemia”.

Mariquita, desayunaba en absoluto silencio. No tenía ganas de pronunciar palabra alguna.

Alba, extrañada la observaba. Pensó que quizá, fuera una reacción ante la sorpresa…o a lo inesperado. O quizás fuere miedo.

Dejó pasar los instantes, y evaluar respuestas, según la niña preguntara.

Mariquita dijo que quería irse a la cama a dormir. Esa reacción alarmó a Alba, quien no esperaba tal actitud. Quizá hubiera preferido su llanto, sus quejas, o sus peticiones de jugar de inmediato con algo.

Elevó sus ojos al cielo, a través de la ventana, preguntando otra vez a la vida…. El por qué, no le había podido dar un hermanito a Mariquita. En estas circunstancias, la niña tendría compañía. Sería aún más fácil como madre, enviarlos a jugar al patio y poder tranquila, ver la TV, o escuchar noticias en las radios, música y ponerse al fin con sus labores o artesanías.

Mariquita, parada junto a la mesa, la miraba callada. Esperaba una respuesta. Sin embargo, Alba, no comprendía esa mirada. No sabía qué contestarle a la inteligencia de su hija en esos instantes.

“Mariquita…. No es hora de dormir. Era hora de ir a la escuela. Como no hay clases, es hora de jugar. ¡Ponte a jugar… vamos Mariquita!”

Ante ese relato, la niña corrió a sus brazos y comenzó a llorar desconsolada.

Balbuceando le dijo que la “seño”, ya les había hablado de un virus con corona, que era malo, porque había viajado en los aviones con la gente y había atacado a todo el mundo. Que prefería a los ancianos… ” ¡Ay mamá! ¿Ese bicho con corona, matará a los abuelos?”

Alba abrazó y sentó en su falda a Mariquita, comprendiendo, todo lo que los adultos hablan a los niños. Cómo ellos acumulan información a raudales. Entendió cómo hay que elegir bien las palabras, para que no sufran sin razón.

Alba le explicó que era verdad. Que había un virus malo que las personas entre ellas, habían contagiado. Pero que eso se debía a la mala higiene. Que si lavaban bien las manitos, no besaban a nadie, se mantenían en casa, el virus pasaría y ni los abuelitos ni los papis, ni ella, se enfermarían. Pero que era muy importante, que jugara. Que no podría hacerlo con las amiguitas como siempre, en el patio o en su dormitorio, pero que dibujara, buscara los jueguitos electrónicos en su tableta. Además, más temprano, la maestra le había enviado un what sapp, avisando a las mamás del grado, que les daría un cronograma de tareas para hacer en la casa. Que había que supervisar y enviar esos deberes.

Le brindó más tranquilidad, diciéndole que se organizarían en horarios, como si fuera a la escuela y en las tardes, papi podría encontrar juegos para hacer con ella, como en los domingos… de mesa, de palabras, con las cartas o a lo que quisieran. Y que cuando papá se levantara, seguro encontraría cómo entretenerla durante el día de tanto en tanto.

Pero debía portarse bien, y dejar escuchar las noticias a los grandes también.

Ante la pregunta de Mariquita si duraría mucho el encierro, Alba contestó…

“El que fuere necesario, hija… el necesario.”

©Renée Escape-

 

 

Autora: Dra. Renée Adriana Escape. Mendoza, Argentina

rene.escape@gmail.com

 

 

 

 

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