Del otro lado.

 

Mientras escribo traspaso la realidad por una puerta; así como Aslan, el león de Narnia lo hizo. En casa, sin la posibilidad de ir fuera, como hacíamos ayer, en ese intento de abrir nuestras humanidades diversas e iluminarnos el alma con el sol, estamos detenidos; aunque el “tictac” del reloj nos indica que todo transcurre en aparente normalidad, sabemos que no es así. En el intento por conversar, no nos saludaremos, tampoco nos daremos un largo abrazo… y menos, iremos en Transmilenio.

Los metros se han acortado hasta encontrarnos, decidir entre el centro cultural, y la biblioteca… y hacer que leíamos, fingir que lo hacíamos, fue cosa del ayer. Al final comprendimos que provenimos del mismo polvo al que regresaremos, del mismo padre Literario, que con un libro nos dio la vida, y nos hizo sus hijas.

Discutimos, escribimos, debatimos, con una fuerza argumental que parece la de una empresa con sus empleados. Pero, ¿qué le vamos a hacer si así somos?

No obstante, hoy, esas acciones quedaron suspendidas; están del otro lado, donde lo más cercano son las video llamadas, las video llamadas que usamos para trabajar, las video llamadas que me levantan por los aires y me salvan la vida, las video llamadas que confirman que nosotras nunca hemos sido tan hermanas, y que nunca hemos estado tan cerca, llamadas que me confirman la permanencia propia en la ventana, mirando el vacío, suplicando por una oportunidad para Colombia; , pese a que otro es el destino que mi mente imaginó para nacer. Quizá porque las letras tocaron a mi puerta, quizá porque no hay remedio y cuando se ama, hasta las patrias ajenas bellamente adoptadas como nuestras, nos dan su bienvenida. “Elles nous donnent la bienvenue, Même si elles nous acceptent aussi nous sommes”. “Ellas nos dan la bienvenida, incluso nos aceptan como somos”.

 Video llamadas que no reemplazarán esta esperanza hacinada en el alma.

La esperanza de ver el azul del cielo, de sentir el olor que destila la tierra, la esperanza de ir al reencuentro de las librerías, las hamburgueserías, la esperanza de poder abrazar. La esperanza que se levanta en medio de tanta pesadumbre, porque sí, admitamos que Colombia nunca ha vivido sus hijos pobres, ricos, gordos, flacos, negros, blancos, sarcásticos y no, tan hondamente; nunca los ha sentido tan suyos.

Todo parece terminar, como este escrito, el mar oscuro parece alejarnos del sueño de volver a vivir. Pero sabemos que sólo esa consciencia de lucha nos puede salvar, sabemos que ahora, las palabras deben funcionar como el acetaminofén que distribuyen los centros médicos contra la fiebre, sabemos que no hay mejores antídotos que el jabón, el agua y una palabra de probable alegría. Sabemos que lo más próximo es el encuentro con la luz, una luz que nos conduzca a amar más y criticar menos la realidad que tenemos, una luz que nos traspase, y a la que no tengamos el más absoluto de los miedos.

Estamos en búsqueda de luz que nos demuestre la veracidad de la paz que experimentamos en la iglesia, una luz bajo la cual los abrazos sean sinceros. Porque tal y como el diluvio universal, esto pasará, y deseo podértelo agradecer. Ansiamos Una luz para iluminarnos el alma; y que su claridad sea tal que nos hiera los ojos… una luz que, una mañana de agosto se cernirá sobre el cielo y nos traerá consuelo, una luz como el amigo en el momento exacto, una luz que prometerá no separarnos nunca. Una luz que tiño, describo, escribo, en medio de esta oscuridad, una luz hecha música, una luz como la del principio, que apague las balas, y funda nuestras almas.

 

 

 Autora: Luz Dari Roa Velásquez. Bogotá, Colombia.luzda111194@gmail.com

 

 

 Algo sobre la autora

 

Luz Dari Roa Velásquez es una apasionada por los libros, la música y aquello que considera la forma más sublime de redención; lo más parecido a Dios, la literatura; Dedica su vida a la instrucción en este arte; es Magíster en literatura de La pontificia Universidad Javeriana de Colombia, Vive con su madre y el menor de sus 3 hermanos, y la Goga- (así le puso un día de cariño) Milagros, quien secretamente guarda sus pasos. Una labradora color luz, con misión de lazarillo. Lejos de toda la alevosía del mundo, es el vivo retrato de la lealtad en el sol, y también las sombras. Ella sabe que su patria es Colombia, pero, no por ello desconoce a Francia, como resguardo, el lugar más sublime que ha inspirado desde hace lustros a un millar de literatos. Sabe que quizá fue allí donde tuvo lugar el nacimiento de su amor por las letras, el 15 del año 91. Para Luz Dari no hay mayor tesoro que el que representa en sí mismo el valor de la amistad; motivo que le ha conducido a divisar el rumbo por el que trasegará en tiempos difíciles este escrito; el mismo está pensado y dedicado a las buenas gentes (des bonnes gens) y a Marce                    la; la hermana que adoptó tan pronto como Saramago, El Portugués de infinitas comas las reunió un día en la universidad.

 

 

 

 

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