Entre el ripio.
“Era por aquí… Si, al final de esta huella de ripio, ¡Qué larga la
desgraciada!!”
Iba por segunda vez. La primera había alcanzado a llevarse la
bomba de agua antes que pudieran verlo, aunque en aquélla oportunidad, estuvo bien
cubierto por la soledad de los páramos, las serranías, el frío intenso y el
amparo de la noche avanzada. Ni bien se había enterado de la ausencia de los
dueños de casa, que iban a visitar a los hijos a la Capital… ideó el golpe. Esa
vez el “trabajito”, le había resultado productivo: Aprovechó también, para
llevarse algunas herramientas del galpón y cruzando un cerco espinoso y unos
alambrados de púas, hizo lo propio con las herramientas de la casa de al lado.
No pudo evitar provocar ruidos, y enseguida se encendió una luz tenue en una de
las ventanas, mientras ladraba roncamente, un mastín que parecía de los bravos.
Apuró la trepada en su bicicleta y huyó exitosamente…
Él le dijo a su pareja de toda la vida, que iría un rato afuera a
tomar algo de aire fresco. Es que el sol ya caía entre los cerros, mortecino,
sin gracia, y el aire se tornaba ahora más respirable. Los tórridos días que
ese verano obligaba a resistir, ya estaban demasiado insoportables.
Se apoltronó en una silla-hamaca, mientras posaba su mirada en el
movimiento cansino de la calleja que bajaba a los otros barrios precarios entre
huellas de ripio, piedras, árboles y algunos caseríos convertidos en almacén,
farmacia o carnicería.
Los pájaros, se veían contrastados con el arrebol del cielo,
arremolinados, en busca de sus nidos y abrigarse… la noche, pronto se
aparecería con posibilidades de sorprenderlos.
Como si de peatones se trataran, varios perros también pasaban
hacia otros rumbos, quizás inciertos y entre los ripios, recibiendo los ladridos
atacantes de Bobi, can adoptado por los Moreno. Ladraba cuando éstos estaban
presentes. Si sus amos viajaban o dormían, él se retiraba de la casa o se
desentendía de sus responsabilidades cuidadoras.
Mientras el paisaje rutinario y apacible, se ofrecía ante Félix,
quien había encendido un cigarrillo para sentirse mayormente acompañado, no
pudo evitar, que ciertas imágenes, se le presentaran en la mente. “Flashes”
torturantes, que lo obligaron a descruzar las piernas y modificar su posición
en varias ocasiones. Otra pitada y un sorbo de agua saborizada para la garganta
seca….
Hacía dos años que residían en el pie de monte. Blanco Encalada,
más lejos que Chacras de Coria, algo alejado del centro de Luján, les había
ofrecido oportunamente, unos terrenos económicos en venta, años atrás.
Se había realizado un loteo, y al enterarse por estar buscando
trasladarse de la Capital bonaerense, para vivir nuevamente en Mendoza,
encontraron dicha ocasión. Lo habían adquirido, gracias a un retroactivo
jubilatorio con el beneficio como ama de casa.
Así fue como doña Sonia, compró con ese monto obtenido una casa
pre- moldeada. La misma era sencilla, constando de un living-comedor
relativamente espacioso, una cocina a continuación, un baño y dos dormitorios
de amplitud respetable.
Cuando se cumplieron las instancias necesarias, la empresa armó la
platea y colocó la vivienda, que llevaba incluida los artefactos del baño, la
grifería, los cerámicos, pisos y el bajo mesada con la batea y los grifos.
El terreno ya tenía red de agua. Ellos habían tramitado los
servicios para hacer pozo séptico, red de energía eléctrica, derechos para
agua, y se manejaban con el combustible con gas a garrafa. La energía
eléctrica, les era más económica que el gas, por lo que el calefón, la cocina y
horno, funcionaban bajo este sistema.
Poco a poco, fueron embelleciendo la propiedad, vistiéndola, y
colocándole todos los ornamentos y comodidades necesarias como los armarios y
amoblamientos. Al propio tiempo, nivelaron el terreno del predio, que era
irregular. Sembraron semillas y en dos años, ya el sitio, era un verdadero
vergel. Hasta los árboles frutales habían crecido lo suficiente y ya estaban
dando sus riquísimos productos.
Los Moreno, estaban orgullosos, de las variedades “maravillosas” de
flores, que habían brotado en los jardines sembrados con semillas.
Un can, se les acercó, encontrando en ellos, cariño y contención.
Calor y alimentos que el animal, agradecía abiertamente. Había sido maltratado
por vecinos aledaños, y golpeado por vehículos circulantes, por lo que en las
huellas pedregosas, había encontrado un destino incierto: el de quedar
maltrecho. Finalmente logró conseguir de sus nuevos amos, hasta una casilla
propia, instalada en el jardín. Además de su abrigo… le regalaron un nombre:
Bobi.
Félix, se incorporó de la hamaca y comenzó a dar unos pasos sobre
el césped. Caminó entre unas matas de arbustos para evitar esas imágenes que
involuntariamente, torturaban su mente. Con la mano trataba de pasar sobre su
dirección al frente, para quitar los pensamientos…. Pero éstos,
lamentablemente, no provenían del exterior.
Los recuerdos brotaban a borbotones desde lo más profundo de su
interior.
Sonia trajo hasta cerca de él, una mesilla cubierta con un bonito
mantel. Puso sobre ella, el juego de mate, un termo con agua caliente y una
panera repleta de buñuelos de manzanas y sopaipillas de calabaza con azúcar.
La pareja, había dejado atrás su historia, con todo un existir
armado. Piso con muebles, tres hijos, cuatro nietos y sus vidas. Por tales
motivos, viajaban varias veces al año, a Buenos Aires, hacia uno de los cien
barrios porteños más rancios, como el de Boedo.
Parecía ahora, poseían una vida tranquila, en completo contraste
con la vorágine intensa de una capital extremadamente urbanizada, y les
otorgaba un merecido descanso, un placentero sentir existencial.
Vivir entre ripios, piedras y plantas… enmarcados paisajes
bucólicos, entramados en las arboledas, les otorgaba cierta seguridad a su
tercera edad… pos jubilación.
Ambos, podían abastecerse lo suficiente, dándose ciertos gustos,
como paseos en su auto nuevo que apenas tenía dos años.
Además contaban con conectividad, para las tecnologías de una
portátil, y celulares modernos para conversaciones con video llamadas por what
sapp o skype con la Web cam. Así podían comunicarse de modo fluido con sus
hijos y nietos. Éstos los visitaban dos o tres veces al año, quedándose por una
o dos semanas… colchón en el piso del comedor, suficiente leña en la chimenea y
estufas eléctricas. Mantas en cantidades y “listo”: según repetía Sonia.
Leían, y ella hacía manualidades y tejidos.
De tanto en tanto, los exponían en la feria artesanal de la plaza
de Chacras, para ventas y recuperar los costos de las lanas.
Aunque ella aseguraba que solo era un hobbie…
Sonia le extendió el segundo mate, tomándose ella el primero para
no darle tan concentrada la yerba a Félix, quien últimamente, se quejaba de
episodios de gastritis.
Junto al brillo de las burbujas sobre la superficie del agua en el
recipiente, aparecieron otra vez las imágenes…. La pala en la cabeza, la caída
del hombre y la desesperada repetición de los movimientos…. Una y otra vez.
Otra pala y luego vino otra. Clavando el filo sobre la cabeza y cuerpo ya
sangrante de ese hombre….
Con una servilleta, Sonia le pasó una sopaipilla. ”Te van a
encantar. Esta vez me salieron muy tiernas.”
Dio un mordisco. Comenzó a chupar la bombilla del mate, hasta
sentir que sus succiones se hacían sonoras y la sangre brotaba a borbotones
desde el fondo del mate….
Repentinamente sudoroso, se incorporó bruscamente, arrojando el
mate al suelo, lejos, golpeando el recipiente de madera con unas piedras del
costado del jardín.
Estupefacta, Sonia observó la escena con sensación inmediata de
sorpresa.
A la pregunta de qué había sucedido, Félix se limitó a pedir
disculpas, y adujo creer ver un bicho caminando por el mate…. “¿Habrá sido un
cascarudo, Félix? ¿O era una araña?”
Félix levantó el mate del suelo y revisó que no se hubiera partido
la madera, pero ésta tenía una muesca rota en el borde y una rajadura que lo
atravesaba. Otra vez las imágenes le devolvían sangre brotando de los
intersticios de la madera. …
Hizo un esfuerzo por no gritar, y comenzó a ahogarse con accesos
de tos y arcadas, obligándole a arrojar el recipiente nuevamente al suelo y con
franca brusquedad,
Ante el asombro de Sonia, quien se levantó de la silla para
acercarse a Félix. Éste de inmediato, en esfuerzo por recuperarse, le expresó
su pena, prometiéndole comprar otro al día siguiente. Sonia con actitud
despreocupada, le hizo recordar que tenían otro, y que esta vez, era de mate
legítimo… de la calabaza de la planta de mate.
Se dirigió con paso tranquilo, camino al interior de la vivienda,
en busca del adminículo, para reemplazar el anterior, ya que recién comenzaban
las rondas y el agua estaba aún caliente.
Mientras, Félix caminó hacia la parte trasera de la casa. Allí
tenían una nueva bomba de agua, suctora para subir suficiente caudal al tanque.
También había un galpón improvisado sin puertas, donde guardaban la leña,
protegiéndola de mojarse ante posibles lluvias o riegos. Aún se veían manchas
de sangre entre las matas de arbustos y pastos ralos… Buscó la pala en el
galponcito y comenzó a remover la tierra aún más, para hundir mayores rastros.
Se impresionó, al ver algo oscuro entre los margaritones…. Pensó en una araña
pollito, por el formato. Lo tomó con la pala y era un trozo en descomposición
de cuero cabelludo con restos de cabellos renegridos y cubiertos de tierra.
Arrojó horrorizado el objeto descubierto, entre las piedras del ripio de los
alrededores… pero hizo un denodado esfuerzo, por pensar más fríamente.
Se armó de valor, y comenzó a cavar un pozo no muy profundo al
lado de la bomba…. Enterró el objeto comprometedor, y después de taparlo con
tierra, lo cubrió con ripio, homogeneizando las superficies de los alrededores.
Caminó un trecho, sintiéndose más valeroso, hasta el horno de barro y el mesón.
En el lateral de la churrasquera, casi al límite con el vecino de la casa de atrás,
donde se alzaba la medianera que se había recientemente construido, ya que
antes tenían alambrados…. Asentó la tierra que se veía floja, por el entierro
de apenas cinco días de ese sujeto… ”¡Vaya a saber quién era!” Se dijo a sí
mismo en voz baja. Le había llevado tres noches, cavar un foso. Sin que Sonia
se diera cuenta. Se levantaba a las dos de la madrugada y amparado por las
sombras y la soledad de los fondos, con pico y pala, iba profundizando la
tumba. De día tapaba la evidencia con tierra y así pasó días de angustia, hasta
estar seguro de una profundidad adecuada. Lo hizo adherido a los cimientos de
la medianera con el vecino…. Pensando que a Sonia no le daría deseos de plantar
más arbustos por esos rincones. Allí acumuló montañas de ripio y pensó en
dejarlo como depósito de esas piedrillas para reparar en los caminos cuando,
éstos se ralearan.
¡Félix … Féeeeeliiiiix!¿Dónde estás? ¿Dónde te metiste viejo?”
Rápidamente, cubrió esa tierra con más ripio, amontonado en un
lateral de la pared… ahora todo parecía sencillo. Nadie notaría nada diferente
ni removido. Dejó la pala en el galponcito.
Volvió a la mesilla donde sentada, Sonia continuaba su cebado del
mate.
Él le justificó que se habían metido al terreno unos perros, y que
fue a sacarlos de allá, de atrás de la casa, que debía lavarse las manos… que
ya volvía. La necesidad de lavar sus manos, era una sensación compulsiva e
imperiosa.
Se acomodó a su vuelta en la hamaca , mientras recibía otro mate.
Comenzó a masticar esta vez…. Un buñuelo.
La noche ya se había cernido y el paisaje había cambiado.
Félix, encendió otro cigarrillo.
Las luces de los
improvisados comercios de enfrente, iluminaban el terraplén en bajada de la
calleja de ripio y los perros… ladraban, ya muy lejos.
Autora: ©Renée Escape.
Mendoza- Argentina.