Con la suave brisa de otoño, las hojas
de los árboles caen día a día, tal pareciera que los árboles mueren y no van a
retoñar nunca, pero no es así, entran en una etapa de sueño, de paz, de tristeza,
de silencio, sin hojas y sin colores. Aparentemente secos, un día cualquiera
empiezas a ver su verdor y, en un abrir y cerrar de ojos, sus hojas comienzan a
mecerse al ritmo del viento.
Por el contrario, muchas flores: Rosas,
Hortensias, Nochebuenas, Crisantemos, del Desierto, Silvestres, encienden el
brillo de sus pétalos, coronan el jardín donde se encuentran, lucen
esplendorosas en ramilletes y cantan al amor.
Que, ¿cómo cantan las flores?... No
puedo precisarlo, sólo sé que son la melodía del amor. Un ramito de mariposas
blancas, un buqué de orquídeas, un arreglo floral, un cucurucho de azucenas,
una sola rosa; son miel y un dulce cantar para el
corazón.
Sentirlas entre las manos, es como
escuchar un te quiero sin palabras. Una declaración apasionada. Un regalo que
desborda la alegría. Un llamado a la nostalgia. Una voz silenciosa de
recuerdos. Un susurro al oído.
Así es el canto de las flores.
Autora: Dulce María
del R Medina Pérez. Chetumal, Quintana Roo, México.