Como lo analizaremos, la imagen, es un elemento ubicuo que se presenta en
todas las instancias de la vida de las personas, al punto que ya no solo se
proyecta en las pantallas de televisores, dispositivos móviles o salas cinematográficas,
sino que ahora, el cuerpo humano hipervisibilizado es el medio que encontró la
sociedad imago para reproducirse, fortalecerse y afianzarse frente a los
hombres y mujeres, quienes son testigos de cómo “el cuerpo ahora es el centro
de la cultura moderna, donde se lo vende, se esculpe, se maltrata, se exhibe,
se mutila, a través de el expresamos nuestras ambiciones y nuestra frustración.
La cirugía, la nutrición, la gimnasia y otras disciplinas se han aliado para
convertir nuestro físico en un soporte moldeable y susceptible de metamorfosis espectaculares”
(Pérez Jiménez, 1996: 62), propicia el escenario de análisis perfecto acerca de
las consecuencias de la imagen sobre el cuerpo, que ahora gracias a su
hipervisibilización es el ejemplo que la gente debe imitar, pues ahora modelos,
deportistas y actores son los íconos de las mayorías, las cuales gracias a la
incidencia de las imágenes se someten a dietas rigurosas, rutinas de ejercicios
extenuantes o cirugías increíbles para semejarse a estos modelos corpóreos. En
otras palabras, la imagen ha provocado que el cuerpo y mente sean controlados a
través de la implantación de estereotipos físicos, que ulteriormente derivarán
en formas de consumismo extremo, lo que contribuye a la dinamización económica
de los grandes capitales.
Hasta aquí se ha acotado con algunas
reflexiones de la imagen y su influencia sobre la sociedad contemporánea y sus
miembros, empero para obtener una mayor riqueza de análisis se procederá a
estudiar como la imagen ha trastocado a la religión y sus devotos a través de
la manipulación de la imagen del cristianismo, encarnada en la figura de
Jesucristo en tiempos de semana santa, pues, es en esta época que se suscita
una suerte de sobrexposición icónica de los elementos más representativos de la
religión (cruz, virgen María, espíritu santo, bautismo, fe, devoción,
apóstoles, entre otros), ya que, en estos días tenemos una tira de imágenes
constante que nos recuerda el sacrificio, dolor y sufrimiento: “Porque de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en él cree, no se” pierda, más tenga vida eterna”[1]. Este se
podría considerar como el pasaje por excelencia para esta temporada, puesto
que, es el mensaje latente de que Cristo se entregó como salvador de la
humanidad a través de la ofrenda de su vida, mensaje que se nos transmite
reiteradamente, como construyendo una verdad que debemos creer ciegamente, pues
se ve reforzada además de “ […] infografismos, un surtido de efectos gráficos,
cinéticos y también acústicos, independientes de un referente externo al
sistema y por tanto genuinamente producidos por la tecnología digital”[2] , los
cuales apuntan directamente a incidir sobre la visión, la cual “[…] podía
reputarse como el más noble de los sentidos”[3] .
Un sin fin de filmes, animaciones,
reportajes han servido de forma directa o indirecta a difundir una ineludible
expiación de culpas o, al menos, el mensaje de exhortación al apego de una
religión o espiritualidad que facilite la salvación y el reino de los cielos;
en otras palabras: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Buen
entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; Su loor
permanece para siempre” (LA BIBLIA, 1960).
La influencia de la imagen sobre la
religión se puede resumir como la creación de una industria idólatra que a
través de figuras imágenes, estampas y filmes conduce la fe de la gente por la
antípoda de los diez mandamientos que prohíben la adoración a ídolos falsos;
además, ¿cómo adorar a algo que no se ve?
Desde sus inicios la religión como se la
concibe actualmente ha recurrido a la utilización de imágenes, en el sentido
más amplio de su significado, para reproducir su mensaje divino y, si no,
recordemos el episodio del antiguo testamento con Moisés y el becerro de oro en
el desierto, las figuras en el templo de Salomón o quizás la escena del
discípulo Tomás que exigió meter su dedo en la llaga de Jesucristo para
asegurarse de que había resucitado
En estos tres casos, la imagen en forma
de estatuas o de persona fue fundamental para que la religión se perpetúe y sea
reproducida, asimismo otra de las imágenes que han usado las religiones es la
Biblia, la Toráh o el Corán como sinónimo de sabiduría y de los lineamientos
característicos de su fe y comportamiento.
Es decir, la imagen y religión han
estado vinculadas, proporcionalmente, desde sus orígenes, convirtiéndose casi
en una díada indivisible.
Actualmente, se puede decir que la
imagen ha transformado a la religión como una práctica que se constituye como
una industria de fe mediatizada; sectas con el mensaje de pare de sufrir,
utilizan a la imagen para difundir su mensaje de salvación; la orden Rosacruz
recurre a los íconos para captar más adeptos, religiones como la católica, la
evangélica, testigos de Jehová, los mormones, los protestantes han implementado
imágenes en forma de tratados, filmes, estatuillas, postales, revistas,
calendarios o cualquier otro recurso para llevar el mensaje de paz, y salvación
a todo el mundo, sobre todo en la semana mayor, donde pareciera que sale a
flote con más fuerza la necesidad de difundir el mensaje de conversión y
recogimiento.
Entonces, la religión o las religiones
pueden ser consideradas como una mercancía hipervisibilizada por los medios de
comunicación, que construyen imágenes cada vez más impactantes que evoquen la
espiritualidad de las personas; como ejemplo, lo acaecido con la película de
Mel Gibson “La Pasión de Cristo”, que mostraba a un Jesús como una masa
sanguinolenta que recibió un castigo físico indescriptible. Sin embargo, como
esta existen miles de largometrajes que además de exhortar a seguir el camino
de la fe, cultivan también una cultura del miedo, pues muestran primordialmente
el castigo que recibirán al no tener a Dios en sus corazones, es decir con la
utilización de imágenes de sufrimiento y arrepentimiento, pretenden atraer a
los inconversos hacia el camino del reino de los cielos. Asimismo la sobre
utilización de la imagen en fechas como la navidad o la semana mayor hacen de
la religión un fenómeno estacional, que posee mayor acogida en estas épocas,
pues es allí donde los creyentes fervientes y los dubitativos acuden a una
iglesia, a un templo, a una congregación en búsqueda de la paz interior que
necesitan sus corazones y sus almas, para después de la congregación tal vez
retomar sus prácticas habituales.
En conclusión, la imagen ha hecho que la
religión y sus diferentes formas se inserten en una lógica del mercado, donde
la espiritualidad verdadera de las personas fue relegada a un segundo plano y
transmutada a una mercancía que posee un valor de cambio celestial.
Bibliografía:
1.
Fontcuberta Joan, El beso de Judas:
Fotografía y verdad, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2002.
2.
Jay Martin, Ojos abatidos, Ediciones Acal, Madrid, 2007.
3.
LA BIBLIA, Reina-Valera, 1960 en
http://www.biblegateway.com/passage/?search=Juan+3%3A16&version=RVR1960
4.
Pérez Jiménez, Juan Carlos, Imago mundi: La cultura audiovisual,
FUNDESCO, Madrid, 1996.
Autor: Lcdo. Lenin Alejandro
Carrera Oña. Quito, Ecuador.