Miedos y esperanza.
La vida, el tesoro que nos es dado para invertirlo en cada paso que
damos, la misma que nos puede ser arrebatada en el camino, en el momento menos
esperado.
Para llegar al trabajo, cada mañana camino junto a mi madre 2 cuadras, a una
hora en la que la luz del sol está ausente; cuando subo al transporte ella
regresa a casa. Entonces, ambas nos preguntamos si nos volveremos a ver, si
llegaremos con bien a cada destino del día. Las horas pasan y cuando llego a
casa, la veo ahí esperando por cada miembro de la familia; suelta un suspiro al
vernos a todos sentados en la mesa, sentimiento que todos tenemos en común;
esto se repite cada día y en la sociedad en general.
En cualquier lugar, sin importar la hora, ni mucho menos la compañía, muchas
cosas pueden pasar, ya sea en interiores, exteriores, en la planta baja o alta;
no existe algo que garantice la seguridad.
Ahora me pregunto: ¿me pasará camino al trabajo, a casa, a la escuela, en
el cine o teatro, en un baile, en alguna reunión familiar o con mis amigos, con
mi pareja?, ¿cuándo?...
No sé si estaré lista, ni tampoco
si mis seres amados lo estarán, de hecho, tal vez no sea yo, podría ser alguno
de ellos...
¿Por qué nos permitimos esto?
No comprendo en qué momento la sociedad se transformó, sembramos
inseguridades, ignorancia, competencia desleal; olvidamos las muestras de
cariño, enseñar a disculparse, a cuidar lo que nos rodea, a respetar la
diversidad de opiniones; hemos perdido paciencia, la luz se apaga, todo se
extingue, no existen los valores, al menos no en un porcentaje de la población.
¿Podríamos sembrar conciencia? Esa que nos permita identificar si nuestro
acto va a beneficiar o afectar a otros.
Podríamos invertir en educación, fomentar la lectura; podríamos crear
eventos culturales, poner atención a nuestros hijos, sus sueños, protegerles de
sus miedos; tal vez en algún lugar aún hay hojas verdes.
Justo cuando parece no haber luces encendidas, de pronto hay niños
cuidando de sus mascotas con pasión; prestando sus juguetes a quienes no los
tienen, cobijando a quien tiene frío, dando pan al hambriento. Hay padres
educando con amor, leyendo en cada oportunidad a sus hijos, padres siendo
princesas y héroes, hermanos ejemplares, compañeros que se convierten en amigos
y amigos que estarían dispuestos a dar su vida por la felicidad de otros
amigos; seguro que somos más los que deseamos una vida tranquila; necesitamos
sembrar la esperanza con actos, uniendo a más personas e invitándoles a no
perderse. A veces todo parece muy complicado, pero, tan solo necesitamos
sentarnos y tomarnos de las manos, conectarnos con el corazón y hacer cadenas
de buenos actos.
También tengo miedo, eso es lo que he cosechado, pero tengo motivos para
sembrar esperanza, por los que amo, porque deseo dejarles un mejor lugar del
que yo encontré, y desearía que todos tuviéramos la misma necesidad, porque
sólo así, sumando, podremos ser más los que elegimos despertar cada día y
elegir lo que queremos que pase, sin temer o preguntarnos si nos volveremos a ver.
La suma de elementos podrá beneficiar la realización del deseo de un
mejor mañana, los valores, la educación, etcétera.
Podemos empezar hoy, cada uno aportando su mejor versión.
Autora: Elsa Yatzaré Soto Rocha. Naucalpan, Estado de México,
México.
Licenciada
en Optometría.