Dibujo de una espera.
Porque a veces el dolor da
motivos al olvido y no hay razones que nos sirvan, te escribo todo esto que
siento, como regalo de amor.
Estás ahí, muy próximo al miedo
que me produce sólo tenerte en mi imaginación, sin contacto (como el tacto en
vilo) y te intento, como intentan los minutos conseguir las horas. Esta noche
está tan cerca de mí tu presencia, que podría tocarte con mi voz, rozarte con
mi aliento, llamarte desde todos los puntos cardinales del ansia.
Se me amontonan los
recuerdos: el maravilloso cuerpo a cuerpo, el cálido abrazo, la anarquía de las
manos, buscadoras, en los albores del deseo. Tú fuiste la carne compartida,
hallazgo de sabores y calores, susurros que la emoción modulaba hasta
convertirlos en cuchicheos, entrecortados suspiros que arropaban un ....más...,
más..., ssíi..., gimientes alegrías, fingidas resistencias, fingidas, delicadas
concesiones, deliciosas confusiones, silencios que entonaban melodías en “sol
sostenido menor”, en “si mayor”, en “mi”, siempre superadas hasta dejar paso al
compás de espera, lleno de ternura, que permite la pasión aplacada, ajustada ya
en su contorno de calma; para regresar, de acuerdo, a componer nuevos acordes
de armonías imponentes.
Cómo noto el acecho de la
sensualidad de tu piel. De repente, ha caído mi lengua en la clausura de tu
boca, y van los hermanos dientes, presurosos, a hacer el amor con tan grata
visita. Mis labios, dotados de vocabulario propio, recorren la penumbra de tu
cuello: ya despiertan tus latidos, sin prisa, me hago dueña de la sintaxis de
tus arterias y le imprimo loco ritmo a tu sangre, provocando palabras
imposibles, desinencias de esos verbos prohibidos a los demás, apodos increíbles
mezclando: el cielo, el monstruo, el camino, el recreo. Y una lágrima
indiscreta me advierte que estoy llorando, pues mi pecho recibe el tuyo que
amanece invisible, acumulando esperas.
Hoy, ya ves, te intento y
tú te colocas tras la angustia de sentirme a solas mujer, que intolerante me
invade, en esta noche de mi vida, donde me tienes a tu lado, sin saberlo.
Autora: Ángeles Sánchez Herrero. (Picolisto) Madrid, España.