Con venda en los ojos.

 

Hace 55 años quisieron las circunstancias que tuviera que cambiar de camisa, y pasar a jugar este partido de la vida, en el equipo de las personas con discapacidad, por lo que esta mirada que quiero compartir hoy a mis 74 años, sobre nuestras luchas sociales, ya transversaliza a casi 3 generaciones.

Es importante saber leer y analizar hechos que la historia nos muestra y aprender que el Hombre debió buscar distintas formas de agruparse para luchar por conquistas que le permitieran obtener mejores condiciones de vida.

Esas conquistas debió obtenerlas de otros Hombres, es decir, ha sido una búsqueda desde siempre.

Cuando reaccioné del golpe que significó mi nueva condición de persona ciega, me di cuenta de que solo no podría, de que necesitaba unirme con quienes vivían circunstancias similares.

Los antecedentes más recientes que tenía, eran los de mediados del siglo pasado, el aislacionismo, la institucionalización, los atropellos, un fuerte asistencialismo y aquellas personas que veían, pensando por nosotros, quedándonos, el rol de simples receptores de la caridad pública.

Comenzaba a nacer una consciencia de lucha, se iniciaban los agrupamientos asociativos, nos reuníamos para ver que podíamos hacer, nuestros oídos se llenaban de los sonidos que proclamaban el paso a nuevas formas.

Se abría una esperanza, emergía una nueva ideología, otro medio para que las personas con discapacidad visual comenzaran a soñar, se iniciaba el ciclo de la integración en la educación, conocía el mundo el concepto y la filosofía de la rehabilitación para quienes habían perdido la visión, y asomaba el concepto de la estimulación temprana, para los niños con ceguera congénita.

La legislación era casi nula en nuestros países y así comenzaron a aparecer lentamente disposiciones que intentaban introducir una discriminación positiva, así la segunda mitad del siglo pasado vio surgir con fuerza el concepto de integración, con programas de estimulación temprana, educación y rehabilitación, y aparecía la recomendación 99 de la OIT, paso previo para el inicio de las acciones de la rehabilitación profesional.

Poco a poco se organizan las asociaciones nacionales e internacionales de las personas con discapacidad, y en especial de las personas con discapacidad visual.

Comenzamos a hacernos sentir y luego de 25 años, se consigue, en 1981, un trascendente hito, que ese año fuera declarado el “Año Internacional de los Impedidos”, así, organismos como el BID, Banco Mundial y OIT se vieron obligados a esa proclamación y convocatoria.

Los países de la Región Latinoamericana comienzan cada uno por su lado a generar disposiciones, decretos o leyes que tímidamente se alineaban siguiendo el concepto de integración.

Podríamos definir integración como un movimiento por los “Derechos Humanos de Casi Todos los Humanos”. Es instaurado el derecho, en este caso, de mantener algunas personas del lado de afuera. Por lo tanto, si en el diccionario integración e inclusión son palabras sinónimas, cuando son evaluadas ante la óptica de paradigmas internacionales adquieren una connotación totalmente divergente.

La integración nos induce a creer que podemos escoger qué seres humanos tienen derecho a estar en las escuelas, en los parques de diversiones, en las iglesias, en los ambientes de trabajo, en todos los lugares.

En un contexto integracionista, lo máximo realizado por la sociedad para colaborar con las personas con discapacidad en este proceso de inserción, serían pequeños ajustes como adaptar las veredas, los servicios higiénicos o hasta recibir a un niño con discapacidad visual en el salón de clases, pero sólo si este niño pudiera “acoplarse al resto del grupo”.

En los 80 aparece la primera proclamación de un decenio focalizado en políticas en pro de las personas con discapacidad, y a pesar de los pálidos resultados, sentimos que habíamos ganado una primera batalla, pero, el pasar del tiempo nos dejó sólo una semilla plantada, los resultados no fueron para nada los deseados, los dueños del poder que actuaron por la presión social, luego continuaron de espalda a nuestras necesidades.

20 años más tarde el BID, Banco Mundial y FMI, vuelven a mostrar su cara buena ante la presión de las personas con discapacidad, y así se llega a la Convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad, iniciándose otra etapa a partir del 2006, que llega hasta estos días.

 

La sociedad internacional comienza a oír un nuevo concepto, el de la inclusión.

 

La inclusión, al contrario de la integración, nos muestra un nuevo camino. En él, nuestras decisiones son guiadas por la certeza de que el derecho de escoger seres humanos es filosóficamente ilegítimo, además de ser en la mayoría de los países anticonstitucional. Una sociedad inclusiva tiene el compromiso con las minorías y no solo con las personas que tienen discapacidad. Asume un compromiso con ellas y con su diversidad y se exige a sí misma transformaciones intrínsecas. Es un movimiento con características globalizadoras. Como parte de su filosofía, incluir es la creencia de que todos tienen derecho de participar activamente en la sociedad. Como parte de su ideología, la inclusión viene para derribar las barreras cristalizadas en torno a grupos estigmatizados. La inclusión es para todos, porque diferentes somos todos.

Aunque varias clases de discapacidad tengan origen genético, la Discapacidad no es en sí misma una enfermedad, es una condición de singularidad. Esta “restricción” o “pérdida” de habilidades no impide a un niño, adolescente, o adulto, desarrollar sus potencialidades en la educación, el trabajo o la salud. Por el contrario, las experiencias inclusivas exigen una permanente relación entre estas áreas mencionadas. Y es a partir de este contexto que deriva la necesidad de abordar el debate público sobre la Discapacidad bajo la óptica de los Derechos Humanos y de la plena inclusión social.

Entonces queda en la mesa, la pregunta ¿realmente estamos cumpliendo, haciendo y creando los cambios, facilitando la accesibilidad para todas las personas con alguna discapacidad?

Por cierto que no, más allá de lo atrapante de la nueva ideología, los resultados alcanzados en los últimos 15 años, no son significativos, siendo lo más preocupante, que muchos dirigentes no quieran ver esto en el marco histórico, pensando que todo se inició con la llegada del nuevo siglo, esto no permite ver que se están repitiendo situaciones ya vividas, que llevamos más de 70 años luchando, sin darnos cuenta de que el gran cambio de estrategia lo han hecho los dueños del poder del mundo, los que ahora nos sientan a su mesa de conversaciones, dicen escucharnos, nos palmotean las espaldas, nos hacen sentir importantes, pero luego ellos siguen haciendo lo que les parece, y sino que expliquen, por qué, de un discurso sentados con nosotros, pasan a la triste realidad que reflejan los documentos internacionales que le bajan a los gobiernos, poniendo límites y condiciones económicas para el desarrollo de la anhelada inclusión.

Seguiremos extendiendo los decenios, utilizando nuevos términos, procurando desarrollos sustentables, cuya sustentabilidad nos es negada por aquellos mismos que nos sientan a sus mesas, y prepararemos más planes estratégicos…

Ahora vivimos la enorme paradoja de tener una Convención Universal de resguardo de nuestros derechos, tenemos profusa legislación en cada uno de nuestros países latinoamericanos, ríos de tinta han corrido por el papel, los gobiernos y sus gobernantes intentan congratularse con afiches, eslóganes, y abriendo oficinas de información a las que recurren padres, familiares, amigos de las personas con discapacidad, cuando no lo hacen ellas mismas, y es ahí cuando comienza una dura realidad.

Abrimos el paquete de la inclusión, y encontramos que el catálogo de promesas, de posibilidades, de aquello de “todo para todos”, no tiene nada que ver con la realidad de los hechos.

El discurso que llega a nuestros oídos, nos lleva a pensar en cosas, que en la realidad son inexistentes, el cambio cultural que permita acoger el nuevo paradigma de la inclusión no existe, el convencimiento del cambio está muy lejos y son aisladas las acciones de inclusión, y ellas son forzadas por la presión de pequeños grupos, acciones que son aceptadas por obligación y no por el imprescindible convencimiento, y así se generan frustraciones y dolor.

Entonces bajamos la cabeza y volvemos a organizar rifas, procurar donaciones, postular proyectos con la esperanza de que la epidemia de ONG nos puedan ayudar, para que los servicios de atenciones especiales, puedan seguir remediando lo que la ideología y prácticas de la inclusión, no pueden entregar.

Seguiremos adornando documentos con lindas palabras, términos modernos, ampliando los plazos de los deceños, como clara muestra de los fracasos.

Si bien el compromiso debe ser de todos, la responsabilidad mayor está en los dirigentes de nuestras Organizaciones Nacionales e Internacionales; entonces la pregunta es: ¿cuándo sabremos leer la enseñanza que la historia nos deja?

¿No será tiempo de discutir y evaluar, entre nosotros, posibles cambios de las estrategias en esta lucha, y dejar de pensar y creer que la historia comenzó cuando cada quien llegó como dirigente?

Es una invitación a quitarnos la venda de los ojos de nuestra mente, y poder descubrir el mensaje de la historia.

 

Autor: Prof. Ángel Aguirre Patrone. Montevideo, Uruguay.

angelaguirre.50@gmail.com

 

 

 

Regresar.