Adiós a las
cabinas telefónicas.
Después de noventa años las cabinas
telefónicas están a punto de desaparecer por completo. Durante nueve décadas
han formado parte del paisaje urbano y nos han sido muy útiles. ¿Quién no ha entrado
en una cabina para solicitar un taxi, hablar con la familia, quedar con alguien
o simplemente para resguardarse de un chaparrón aunque no fuera éste su
cometido? Recuerdo que hubo un tiempo en el que había que llamar con fichas que
se compraban en los bares, después se adaptaron para poder llamar con monedas y
aquello fue un gran avance, ya no era preciso abastecernos de fichas por si
teníamos que llamar a deshoras o desde lugares donde no había bares. Algunas
veces entrabas en la cabina de costumbre para hacer una llamada y sorpresa: no
funcionaba, pero ni era culpa de Telefónica, ni era culpa de la cabina, los
causantes de la avería eran los tramposos que intentaban hablar con monedas
falsas o sin monedas para luego presumir de trucos para engañarlas aunque dudo
que surtieran efecto. Soy de las personas que tuvo que utilizar mucho las
cabinas telefónicas, y tan sólo en una ocasión, llamando desde Alicante a
Salamanca, pude hablar de balde, pero no porque intentara poner en marcha
ninguno de aquellos trucos que me daban risa por no decir pena, fue porque
alguien se dejó las monedas en el cajetín e incluso me devolvió algunas. De
todos modos los tramposos nunca consiguieron que me quedara sin hablar, siempre
había otra cabina cerca y lo mejor de todo: la avería no tardaba en ser
reparada. En honor a la verdad hay que decir que las cabinas telefónicas nos
han prestado un gran servicio, pero como todo tiene fin, el suyo está próximo.
La “enfermedad” que acabará matando
a las cabinas telefónicas tiene un nombre que todos conocemos: telefonía móvil.
Ya apenas se utilizan, seguro que muchos de nuestros jóvenes nunca las han
utilizado, hasta las personas que ni quieren oír hablar de las nuevas
tecnologías disponen de un teléfono móvil, y hasta en las familias de bajos
recursos, lo normal es que cada uno de los miembros tenga su móvil. ¿Qué
sentido tiene pues que las cabinas telefónicas sigan en pie?
En España es Telefónica la que se
ocupa por ley de su mantenimiento. Ninguna compañía privada ha querido hacerse
cargo del servicio como es natural. No hace falta recurrir a los datos para
darnos cuenta de que es un negocio totalmente en ruina y sin visos de
recuperación. Si hasta ahora lo ha mantenido es porque estaba obligada por ley,
pero en breve la ley permitirá que sea ella quien decida si retirarlas todas,
conservar algunas o aplicarlas para otros fines. ¿Qué decisión tomará?
Parece que, tanto en España como en
otros países, se estudia la posibilidad de darles otros usos más rentables,
como puntos para recargar las baterías de los coches eléctricos, por ejemplo,
pero eso está por llegar. De momento lo que se ha hecho en Japón es
convertirlas en peceras, pero esto, sin que sirva de desprecio, es una simpleza
comparado con lo que se ha hecho en nuestra ciudad. La noticia nos alegraba
hace unos días: los vecinos del barrio del Oeste han convertido una cabina
telefónica en una biblioteca. Ole por los vecinos y ole por Telefónica que ha
dado su permiso para este fin.
Por esto y por el espléndido servicio que nos
han prestado durante tantos años este comentario sólo puede terminar dándole
las gracias a Telefónica y prometiéndoles a todas las cabinas telefónicas que
seguirán vivas en nuestro recuerdo.
Autora: María Jesús Sánchez Oliva. Salamanca, España