68) Poemas de Luis Francisco de  Jesús Maín Rodrígue.

 

CONJURO DE AMOR.

 

La noche sosegada y su mudez,

Conjuraron augusto sortilegio,

Para darme el supremo privilegio,

De tener tu adorada candidez.

 

Y con ternura rendir tu timidez,

Temiendo cometer el sacrilegio,

Al abrir del amor el florilegio,

Y cubrir con mi amor tu desnudez.

 

Mas lo arcano de las dichas vividas,

Con la aurora en abrazo permanente,

Reveló la fusión de nuestras vidas.

 

Y el gozo, que el amor dulcemente,

En la unión de dos almas florecidas,

Prolongó su existir eternamente.

 

ENSOÑACIÓN

 

La tenue luz que se filtraba por la angosta abertura de la cortina dejaba entrever el ensueño de princesa aparecida frente a mí.

 

Tus sedosos cabellos cual brunas cascadas flanqueaban tu lívido y sereno rostro, realzando idealmente el brillo del castaño profundo de tus pupilas y el ardiente carmesí de tus nectarinos labios.

 

El torrente de sensaciones se agolpaban en mi ser ante tal belleza cual visión sublime surgida del prolijo imaginario de un excelso artista.

 

Mas sin darme cuenta me acerqué a tus labios, bebí la dulzura, sentí la ternura de la miel y el lirio y fue mi delirio tan apasionado por el fuego ardiente del beso imposible siempre anhelado.

 

Te abracé impaciente, y sentí tu abrazo, cual si nuestras vidas nos fueran en ello, sentí el bullir ardiente en mis dilatadas venas y el estremecer de tu ser de fuego que entre mis brazos comentaba a arder.

 

Y cedió tu blusa y tus bellos encantos brotaron turgentes solo acariciados por el azabache de tu cabellera; perdí el sentido ante tal deleite al percibir el vibrante fuego de tu cuerpo al sentir mis labios bebiendo tu miel.

 

Y sin darme cuenta cómo sucedió vi tu real belleza, sentí volar mis manos por la sinuosa orografía del suave, candente e hipersensible terciopelo de tu desnudez.

 

Fue insospechada la metamorfosis de ingenua princesa a la ardiente y fogosa Eros del placer.

 

Besé hasta tu alma y bebí del torrente que fluye de tus labios cual perenne fuente que hace mis delicias al oír tus suspiros y el trepidar candente de tu siempre anhelado e increíble ser.

 

Por fin nos fundimos en un tierno abrazo y sentí el delirio de ser uno solo en frenético oleaje de besos y caricias, amorosas frases, gemidos ahogados, cuerpos transpirados en ardiente galope hacia el infinito del más deseado huerto del placer.

 

Y fuiste amazona de fuego abrasante que voraz arrasaste el torrente del impetuoso cause de todo mi ser.

 

Fue sublime el éxtasis del convulsionante y delirante estallido del volcánico estremecimiento que en un fuerte grito nos llevó a la cima del añorado monte del amor y del placer.

 

Aún delirantes, húmedos y jadeantes nos vimos tiernamente, y tu dulce rostro sobre de mi pecho reposó sereno, sentí tus suspiros, acaricié tu pelo y tu sensual espalda cuando un estridente y cruel sonido me volvió a la infame y cruda realidad; 5:35, ya se me hace tarde y solo de nuestro ensueño no hay más en mi cama que un evidente rastro de humedad.

 

 

 

PORFÍA.

 

En el infinito hastío de tu ausencia,

Mi corazón te nombra con denuedo,

Y mi ser reclama tu presencia,

Para volver a respirar de nuevo.

 

Quiero volverte a contemplar mi cielo,

Y perderme en el hechizo de tus ojos,

Quiero beber de tus labios con anhelo,

Y rendirme a tus pies, puesto de hinojos.

 

Anhelo gozar de tu ternura,

De tu rostro de niña enamorada,

De tus labios gustar su gran dulzura,

Y perderme en la luz de tu mirada.

 

Quiero volver a presenciar el sortilegio,

De tu metamorfosis de niña ilusionada,

Verte surgir de tu atavío es un privilegio,

Y transformarte en la mujer apasionada.

 

Mis manos ansían con avidez,

Recorrer tu voluptuosa orografía,

El terciopelo de tu desnudez,

Y el vibrar de tu sensual anatomía.

 

Vivir el éxtasis febril de tu pasión,

El violento oleaje de tu cuerpo,

Sentir el estallar del corazón,

Hasta llegar al remanso de tu puerto.

 

Deseo contemplar tu dulce faz,

Reposando apacible aquí, en mi pecho,

Y perdernos los dos en el solaz,

Del dulce sueño abrazados en mi lecho.

 

Paco Maín

 

 

. Autor: Luis Francisco de Jesús Maín Rodríguez. Xalapa, Veracruz, México.

lfdejmr@hotmail.com

 

El autor se presenta.

 

 

 

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