El príncipe ciego y su princesa.
Sucedió que un chico nació
ciego.
Sus abuelos, para
motivarlo, le contaban un cuento.
Él me decía que mediante
esto aprendió que nunca debía rendirse. Lo repetía como un mantra:
Había una vez un reino. Este
quedaba en una remota región.
Se distinguía del resto debido a
que su príncipe heredero era ciego.
Por las mañanas, al abrir los
ojos, él sabía que no vería el sol, aunque sí lo sentiría.
No se angustiaba al
respecto, tenía muchos planes para su futuro. Entre ellos estaba el casarse con
la princesa del reino vecino.
Se vestía y salía de su cuarto.
Conocía la ropa por su textura y peso.
Era muy coqueto y combinaba los
colores, pues recordaba cada uno de ellos. Su padre, el rey, los describía
cuando le entregaban sus elegantes vestimentas.
No usaba el típico bastón
blanco. Tenía su cetro real que cumplía la función de hacerlo evitar
obstáculos.
Entonces, seguido por un grupo
de ayudantes, iba en carroza hasta el palacio de su amada.
Allí estaba ella, ataviada con
ropas de seda, en un trono de ruedas.
Él se acercaba, la besaba y
acariciaba esa piel, que ella cuidaba para aquel amado noble.
La princesa tampoco veía, pero
lo reconocía apenas entraba debido al aroma de su perfume.
Al besarlo sabía que no había
imposibles.
Era un apuesto hombre, que vio
más allá de su discapacidad.
Les encantaba estar en el
exterior, por lo que solían dar largos paseos.
Se amaban y juntos iban hasta la
orilla de un arroyo para sentir el ruido del agua, con los aromas que
despedía la tierra mojada al tocar la vegetación.
La dama de compañía la llevaba
hasta donde decidían, luego discretamente, los dejaba solos.
Él se recostaba sobre la hierba
y charlaban largamente.
No estaban ausentes los besos y
caricias.
Pensaban casarse y tener hijos.
Por el momento, se sentían
felices con lo que tenían, su gran amor.
Ella nació sin vista, en cambio
él no. Como conocía el mundo visible, la princesa solía preguntarle ¿Cómo era
un amanecer, cómo las estrellas? después
Almorzaban allí mismo.
Sin vista pudieron captar en la
otra persona aquello que no es notorio, los valores, percibieron en sus
corazones las cosas que no envejecen.
Sabían que tendrían que gobernar
algún día. Y no temían hacerlo incorrectamente porque día tras día enfrentaban retos
indescriptibles.
Ese solo sería uno más y, así
como superaban los otros, también gobernarían.
Fueron criados para ser fuertes
y no dejarse vencer.
Para sus padres había sido
complicado programar sus propias vidas.
Al notar las particularidades
que los futuros monarcas tenían, creyeron que no podrían con todo lo que
les esperaba.
Ellos, desde un mundo oscuro,
aprendieron a soñar y hacer realidad sus aspiraciones. Los padres les dieron el
empujón inicial. Luego, los jóvenes crearon el resto.
Este cuento, decía él, recuerdo
cuando me estoy por rendir.
-si dos personas lo hicieron
¿por qué yo no?- me afirmo.
- Entonces tomo mi bastón y
salgo a la vida. No tengo un reino, solo soy un ciudadano, -contaba detrás de
sus lentes oscuros.
-Espero encontrar a mi esposa.
Sabré que es ella porque podré ver lo que no se nota y tiene dentro de su
pecho.
Cuando las personas me chocan y
los colectivos cambian sus recorridos, aunque es difícil ubicarme y me enojo
con la vida, pienso que es un desafío a superar, y así, saber enfrentar los que
vendrán.
Autora:
Laura Trejo. Buenos Aires, Argentina.