La
costumbre crea conductas mecánicas que deshumanizan, adoctrinan, crean hábitos
y modifican el valor crítico de los comportamientos del ser humano. Como centro
de esta realidad está la palabra, que a manera de virus, causa efectos que
progresivamente se incorporan a ese transcurrir histórico de las sociedades.
Usada por
todos mediante ese acto que llamamos comunicación, este instrumento es el
demonio y ángel de nuestras relaciones con el otro. Desde las más mínimas
acciones, hasta las grandes gestas, es la palabra el símbolo de esta dualidad
inherente a nuestra condición de Ceres pensantes.
Pero…
¿cuantas veces has reflexionado sobre su importancia en nuestra vida, en la
negación de nuestro ser o en su afirmación? Tras esos sonidos se fundamenta la
identidad de millones de seres. Ideas expresadas en pinturas, música, danza,
rasgos de personalidad, cultura, política, religión, literatura, corrientes
filosóficas… allí solo un elemento separa el cielo del infierno: la intención
de quien usa esta palabra.
Esas
intenciones son los demonios y ángeles que han estado presentes a lo largo de
la historia en esos personajes que marcaron huellas, unos desde el lado
positivo, otros del lado negativo; la pregunta es: ¿en este momento, a quién
dejas entrar en tu vida? Porque, hoy en día, la palabra tiene muchos demonios
disfrazados de cotidianidad. Una que se está apropiando de nuestras emociones,
de nuestros sentimientos hasta tal punto que somos apáticos, o cómplices de un
cambio que tocando las trompetas de la modernidad confunde, aturde y nos vende
un lindo engaño en los contenidos difundidos en el mayor instrumento de
invasión nunca antes visto: los sistemas de información en sus distintas
modalidades y con alcance global.
Desde ese
escenario, ángeles y demonios disputan una lucha que nos afecta, pues estos
mensajes invaden nuestro profundo ser, nuestro yo superficial, alterando
aquellas cosas que antes serían impensables de tolerar, imposibles de imaginar,
en una sociedad cultural con múltiples contradicciones.
Siglos
atrás era erótico mostrar los tobillos, un acto indecente por parte de las
mujeres. Hoy en día, ¿qué no se muestra?... Y aunque en algunos países aún se
mantienen estas prohibiciones, se ve a la mujer como un objeto, no como un ser
humano, se les condena por su género; hay una palabra ahí que juega con las
ideas, mostrando sus dos caras.
Tómense un
momento para pensar: ¿cuál es esa palabra?... Recordemos los avances que se han
dado para que la mujer se empodere en su vida, saliendo de los modelos
machistas, defendiendo sus derechos, apropiándose de ese sentir, valorándose
como persona. Sin embargo, piensen, a su vez, cómo la apertura de ese mundo ha
causado que se incrementen los embarazos no deseados, que haya crisis de
identidad, la figura de una mujer objeto sexual y los imaginarios frente al
sexo.
Finalmente,
imaginen el logro de las mujeres en el campo profesional, académico, deportivo,
versus las mujeres asesinadas, abusadas, explotadas, solas bajo la figura de
madres solteras.
Ahora sí,
con todo esto: ¿cuál es esa palabra?... Esa que puede ser un demonio y un
ángel...
Le hago
una pregunta más importante: ¿cómo convertir tantos demonios en ángeles?
GAP
Autor: Wilmer Guillermo Acosta Pinzón.
Paipa, Colombia.