La
aventura de ser ciega.
Si el
mundo fuera ciego, se preguntarían cosas como las siguientes:
¿Y qué
tacto tenía?
¿Tenía
algún detalle que lo diferencie?
¿Se
escuchaban coches o pajaritos?
¿A qué
olía esa calle?
¿En el lugar
en donde estuviste, la arena era gruesa o fina?
¿En la
playa, había sonido de gaviotas o estaba más bien en silencio todo?
¿A qué
olía en la entrada?
¿Qué aire
se respiraba, era un aire limpio o más bien denso?
¿Cuál era
la textura del suelo que pisabas??
¿Cómo es
una vida a ciegas?
¿Cómo te
las apañas?
¿Cómo
puedes hacerte tú las cosas?
¿Cómo
cocinas?
¿Cómo
planchas?
¿Cómo
coméis?
¿Cómo te
duchas?
¿Cómo
sueñas?
— ¿Claro,
necesitas mucha ayuda no?
Todas estas
son preguntas a las que un ciego, se tiene que enfrentar alguna vez en su vida.
Y por otra
parte es normal. Creo que, si yo no fuera ciega, también me las haría.
La verdad
es que, si bien, yo solo sé acerca de la ceguera, y por supuesto, tengo curiosidad
por saber cómo se las apañan personas con otras discapacidades, creo que juego
con ventaja a la hora de entender, lo que significa vivir con una discapacidad
sensorial, por llamarlo de alguna manera.
Sin más
preámbulo, hoy quiero compartir con vosotros mis sensaciones ante mi ceguera,
lo que me provoca y como lo he integrado en mi vida, más que nada, porque una
de las millones de preguntas que me han hecho, la que más importante me ha
parecido, ha sido:
Y. Pero,
¿tú eres feliz?
Contestar
a esa pregunta es difícil, pero no por el hecho de que sea ciega, sino porque,
¿cómo saber qué es la felicidad para quién me lo pregunta?
Lo único
que yo podría decir es que:
Ser ciega
no me impide reír; Ser ciega no me impide emocionarme; No me impide llorar con
una peli, cantar en la ducha, bailar en una discoteca.
No me
impide hacer travesuras, llegar a las tantas a casa.
No me
impide tener amigos, ni relacionarme con ellos.
No me
impide casarme. Ni tener hijos.
Aun siendo
ciega, puedo enamorarme, puedo equivocarme, teniendo el derecho a hacerlo, por
supuesto.
“No me
impide nada que yo no quiera que me impida”
En
definitiva, ser ciega no me impide disfrutar del regalo de estar viva.
Por otro
lado, está el comentario de:
—“ojalá pudieras
ver lo bonita que es esta ciudad, sus colores, sus paisajes, sus calles…”
Y, a veces
tengo tantas ganas de contestarles:
Sí, ojalá.
Pero ojalá
tú pudieras ver lo que hay mucho más allá de todo eso. Hay mucho más créeme.
, ojalá
pudieras ver lo que hay más allá de tus ojos. Ojalá pudieras sentir el aire
como yo lo siento, ojalá pudieras oler lo que yo huelo, ojalá querido amigo,
pudieras escuchar de la forma en que yo escucho.
—“Y luego,
reflexionan en voz alta,
-Claro, tú
no puedes ver cómo van vestida la gente, ni saber si son canis o chonis, etc.”
Efectivamente,
yo no puedo hacer eso. Mi ceguera me libera de ese prejuicio.
No
obstante, el no poder hacer eso, me lleva a algo mucho mejor.
¿A que tú
no sabes juzgar a la gente por lo que son y no por cómo se visten?
Seguramente, tú no te fijas en el color de sus
risas. Tú tampoco notas el compás de los pasos cuando caminan.
Tú no
escuchas el aire correr en las esquinas, en tu mundo no existen olores que te
guían.
Tú no
escuchas a la gente sin mirar
¿A que no
sabes leer el suelo con tus pies, al caminar?
Tú no
sientes las texturas de verdad. Tú no tienes ni idea, de lo que significa en
realidad, tocar.
Tú no
reconoces a alguien solo y exclusivamente, por la voz, por su entonación, tú no
eres capaz de reconocer una emoción, si no la ves reflejada en una cara.
Lo ves, tú
te pierdes muchas cosas también, Si en realidad, no conoces ni el tacto de tu
propia piel
Tú no
distinguirías dos manos aparentemente iguales.
Porque
para los ojos hay detalles que no valen.
Al
prescindir de la vista, un sentido muy usado en este planeta, podemos apreciar,
valorar y entender cosas que los ojos no captan.
El hecho
de no ver, te hace usar los demás sentidos al máximo, convirtiendo así nuestra
experiencia de vida, en una experiencia muy distinta a la común.
¿Pero
acaso, no ser común es malo?
¿Debemos
sentirnos menos por eso?
Nuestra
experiencia de vivir a ciegas, es única, pero exclusiva.
Para
entenderla, no basta con cerrar los ojos, e imaginarte tu vida sin ver.
Porque
para sentir lo que nosotros sentimos, y para vivir como nosotros vivimos, hace
falta simplemente ser nosotros. Porque nosotros vemos la vida de distinta
forma, porque vamos desarrollando con el tiempo capacidades que los videntes no
tenéis desarrolladas, y no se van a desarrollar porque por un simple momento
cerréis los ojos.
Así como a
vosotros de pequeños os enseñan los colores, los primarios, los secundarios, el
rojo magenta, el azul cian…. Os enseñan como se forma el arco iris, etc.
Nosotros
con el tiempo, aprendemos a escuchar el sonido de los coches, para poder cruzar
bien. Aprendemos a entender la dirección del sonido para orientarnos.
Aprendemos
a asociar los olores con las cosas.
Aprendemos
a sentir de verdad, las texturas, aprendemos a reconocer los objetos con el
tacto, y aprendemos a notar el suelo con los pies.
Aprendemos
tantas cosas que a vosotros se os escapan. ¿Tal vez porque no las necesitáis,
para que saber reconocer la dirección del sonido, si con mirar el semáforo ya
sé que tengo que cruzar?
¿Para qué
sentir el suelo, si me basta con mirar hacia abajo?
Y así un
millón de para qué.
El problema viene, cuando estáis tan
entretenidos viendo con los ojos, lo que hay fuera de vosotros, que se os
olvida conoceros por dentro.
Retomando
el tema, el punto es que, todo el mundo sabe o cree saber de lo que los ciegos
nos perdemos al no ver. Pero muy poca gente sabe, y ya es hora que lo sepan, lo
que nosotros podemos percibir que se escapa a vuestros amados ojos.
Nosotros
podemos escucharos con atención, sin tener la tentación de que nuestros ojos se
vayan hacia otro lado que llaman más su atención.
Para que,
si tenemos dos oídos entrenados para escuchar hasta tres conversaciones a la
vez
Nosotros
podemos recordar ciertas cosas, el calor de tu cuerpo cuando me abrazas, lo
fría que tienes las manos siempre.
--Podemos
percibir sonidos que para vosotros pasan desapercibidos
--Podemos
notar la sombra del sonido de una pared. Podemos saber que estamos en una
esquina, solo por la forma en que percibimos el viento.
— Puedo saber dónde estás solo escuchándote; u
oliéndote si llevas la misma colonia siempre.
— Puedo
saber si la radio está encendida, aunque tenga el volumen al mínimo.
Puedo
reconocer una calle simplemente por la sensación que me produce pisarla. Puedo
guiarme por el olor de la pizzería. Y puedo caminar sin temor a estamparme.
Puedo
cantar una canción sin mirar la letra, puedo encender el fuego sin necesidad de
ojos y segura de que lo estoy haciendo bien.
Puedo
calcular cuánta agua me pongo en el vaso solo por su peso.
— Puedo
saber que colonia llevas encima.
— Puedo
concentrarme y hacerme un mapa de las calles
— Puedo trabajar a oscuras”
— Puedo
encender una vela.
—Puedo
cocinar sin temer a los fogones
— Puedo encender
una cerilla, sin ver y sin quemarme.
-Puedo
saber de qué objeto se trata y reconocerlo solo con el tacto…
Podemos
hacer tantas y tantas cosas. Y sé que a vuestros ojos parecen “maravillosas”,
pero para nosotros son normales. Son cosas que simplemente hay que aprender
para poder desarrollarte como persona en este planeta tan bonito llamado
tierra.
Ya veis,
que son cosas difíciles de explicar, y que suenan un poco a magia, pero no, no
somos mágicos, ni seres de otro planeta, simplemente aprovechamos los sentidos
que sí tenemos para disfrutar de esta experiencia llamada vida al máximo.
Y sí,
claro que necesitamos ayuda, pero ¿quién no?
Como el
bajito, que necesita ponerse sillas para alcanzar un sitio alto. Nosotros en
algunos aspectos de nuestra vida, necesitamos “ojos”, ya sean digitales o de
personas, para que nos expliquen o nos cuenten algo, alguna de esas cosas, que
solo se ven con los ojos humanos.
Con todo
esto, solo quiero reivindicar la relatividad de las cosas.
Y como
digo siempre, la vida es una elección, nosotros tenemos el poder de como
experimentarla, y si es así, ¿por qué elegir el lado destructivo?
Teniendo a
nuestro alcance un lado mucho más amable y amoroso, y no por eso menos
realista.
Así,
respecto a la ceguera, mientras muchos la perciben solo como una limitación
infranqueable y tenebrosa, yo la percibo como una oportunidad de no quedarme
solo con lo que permiten ver los ojos físicos, a ir más allá de la visión, una
invitación a ser diferente, a vivir una experiencia no muy común, pero tan
enriquecedora como cualquier otra.
Por
supuesto que ser ciega no es lo mejor que te pueda pasar en la vida; pero
tampoco es lo peor, simplemente es lo que nos tocó ser.
Es el rol
que nos tocó interpretar. Es desde el lugar donde tenemos que desarrollar
nuestra película.
La
diferencia entre la vida de una persona con los cinco sentidos, y una persona
ciega, radica en la perspectiva, la forma en que percibimos la vida. Un vidente
mayormente se basa en su entorno visual. Un ciego, se basa en mucho más, en su
entorno táctil, en su entorno sonoro, y en sus sensaciones.
En mi
opinión la vida es una aventura. Una aventura porque muchas veces escapa a tus
planes y no se desarrolla de la manera que lo predijiste.
Pero
incluso así, es perfecta. Y en mi caso, mi aventura me tocó vivirla sin ojos
físicos, lo cual me permite centrarme en otras cosas que no son visuales.
Como una
vez leí, el que es “feliz” no es porque tenga las mejores cosas, sino, porque
saca lo mejor de lo que se encuentra”. Yo me encontré con mi ceguera, y lo que
estoy haciendo es tomarla de la mano, y aceptarla en mi vida, y ella, a cambio,
agradecida, me muestra poco a poco las ventajas que tiene haberme hecho su
amiga, en lugar de repudiarla.
Sin más,
yo acepto y agradezco el regalo de “My Blind Adventure” y estoy dispuesta a
disfrutarla al máximo.
Autora:
Laura Gutiérrez. Valencia, España