Del asistencialismo al oportunismo.

 

Se puede advertir a lo largo de la historia una definición de la persona con discapacidad, que va evolucionando de acuerdo a la filosofía de cada época. En la Antigüedad y la Edad Media, la actitud más común hacia la discapacidad era la prescindencia, ya sea por haber recibido un castigo de los dioses o bien por considerarse que las Personas con Discapacidad no tenían nada que aportar a la comunidad; se asumía que sus vidas carecían de sentido y que, por lo tanto, no valía la pena que la vivieran. Desde otra perspectiva que identificaba el rol de la persona con su utilidad, partía de la idea de que el discapacitado no tenía nada que aportar a la sociedad, que era un ser improductivo y, por consiguiente, terminaba transformándose en una carga tanto para sus padres como para el Estado. No obstante, en el mundo griego, la solución estaba encausada hacia la eliminación del niño, dándole muerte; mientras que con la introducción y expansión del cristianismo, dicho objetivo se alcanzaba mediante la separación o el alejamiento del recién nacido del núcleo social.

 En suma, en el mundo antiguo, las Personas con Discapacidad, que sobrevivían eran objeto de burla y entretención, llegando a convertirse incluso en una moda el tener jorobados, enanos y deformes en las cortes, especialmente entre los esclavos.

Ahora bien, dejemos atrás este lúgubre escenario, es en este siglo XXI, donde nos rebasa la tecnología, la innovación, la información y el conocimiento, hemos superado con creces esa atmósfera proteccionista hacia la discapacidad. En toda sociedad, la persona con discapacidad puede encontrar su lugar si se le da la oportunidad de hacerlo.

 Lo cierto es que, como producto del cristianismo, transitamos del mundo antiguo al enfoque de la marginación –característico de la Edad Media y cuyas pautas se prolongan hasta hoy día. Pero echemos una mirada a Panamá, tomemos como marco de referencia a los padres y familiares de personas con discapacidad, la relación de intercambio es asimétrica e injusta; favorece comportamientos opresivos y consideraciones prejuiciosas y discriminatorias hacia las personas con discapacidad, en situación de dependencia.

Los padres y familiares, asumen que los discapacitados que no expresan un grado mínimo de estas competencias físicas o mentales no pueden aportar nada de importancia en un intercambio, sea éste material, ético, o de cualquier otro tipo. Por esta misma razón se extiende la creencia de que no tendrían que participar en el reparto de puestos de trabajo, (solo ellos los pueden ocupar), ventajas y deberes sociales fuera de un marco adaptado a sus especiales características.

Panamá, ya emprendió la contienda electoral que dará como resultado la escogencia del nuevo Presidente de la República, (2019-2024), y arrancaron los conciliábulos de padres y familiares con los futuros candidatos, garantizándose los puestos, seguir lucrando de la Discapacidad, ofertándoles programas en materia de políticas públicas integrales, algo parecido al asistencialismo del siglo XIX. ¿Serán ellos los que dirijan y ejecuten la política de Inclusión Social de las personas con discapacidad y sus familias?, ¿continuarán enquistados en los puestos laborales?, solo nos queda esperar a las nuevas autoridades, que emergerán de las fundaciones de padres y familiares de las personas con discapacidad, ejecutando como soberanos monarcas las políticas públicas, trazando los destinos de las Personas con Discapacidad.

Por último, a los movimientos de discapacidad en Panamá, les resta rescatar de la orfandad y el olvido, su protagonismo y evaluar aquellos acontecimientos de forma objetiva, sin pasiones, es una tarea impostergable si queremos preservar la maltrecha y precaria igualdad de oportunidades.

 

Autora: Elodia Magdalena Muñoz Muñoz. Panamá, Panamá.

Comunicadora social.

elodia1141@gmail.com

 

 

 

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