Cumpliendo sueños.
Seguramente muchos de
los lectores de esta revista ya me conocéis por anteriores colaboraciones, y
porque fui integrante de la lista de correos Esperanza Ciegos. Pero para quienes
no sepan de mí, decir que soy una persona sordociega de Jábaga, un pueblecito
pequeño de la provincia de Cuenca, España. Nací invidente total, y a los 12
años empecé a perder audición por causas desconocidas, aunque se supone que fue
por medicinas que atrofiaron mi nervio auditivo. Estudié en dos colegios: uno
de monjas franciscanas en Valencia, para niñas, y otro de
Soy sorda parcial,
gracias a dos implantes cocleares que suplieron a los audífonos que siempre he
llevado, hasta hace 4 años, que me implantaron el oído izquierdo, y va a hacer
dos de la intervención del derecho. Me gusta mucho caminar por el campo,
inventar y escribir historias… De hecho, tenía un conjunto de relatos por ahí
sueltos que, un buen día, decidí juntar en un libro. NO sabía para qué ni qué
salida podía darles, pero siempre dije que me gustaría poder editarlos. Ahora
bien: leyendo opiniones sobre editoriales, se me caía el mundo encima dado su
alto precio y la poca afición que hay ya a la lectura, sobre todo, impresa. Así
que lo iba posponiendo. Hasta que recibo un correo de Laura, la coordinadora de
esta revista, con quien mantuve correspondencia un tiempo, pero de la que hacía
años que no sabía nada. En ese correo me notificaba que había guardado unas notas
que yo hacía años había mandado a un periódico de Cuenca, notas instructivas
sobre sordoceguera, cómo vivimos el día a día, cómo nos educamos, etc. Y que en
una de esas notas, yo insinuaba mi ilusión por editar un libro. Laura me decía
que si yo quería, había llegado el momento de hacerlo, puesto que una persona
de Alicante se ofrecía a pagarme la edición. YO no podía creerlo. NI admitirlo,
porque jamás me ha dado por abusar de nadie para cumplir un sueño. Así se lo
hice ver a ella, que, tenaz, insistió en que eso no era abuso, sino aceptación
de un gran regalo que esa persona quería hacerme.
Nos puso en contacto,
y, efectivamente: Una gran persona, con un gran corazón, se ofreció a ayudarme,
de forma totalmente altruista, a pagar la edición de mi libro. YO le daba
vueltas y más vueltas, y, por una parte, estaba totalmente agradecida a esta
persona, la iba queriendo más y más, algo que por otra parte me hacía examinar
mi conciencia y pensar que ella podría emplear ese dinero en ella misma, ya que
se lo había ganado con el sudor de su frente. YO no tenía cara para aceptar su
ayuda y recibir un dinero que no había movido un dedo para ganar…. Pero no
sabía cómo decírselo de forma que no le hiriera. Laura y yo debatimos muchas
veces sobre el particular, ella queriendo que aceptara, yo dudando.
Hasta que se me
ocurrió la feliz idea de llamar a las puertas de
Entretanto, Laura como
correctora, y Javier, un primo lejano mío como maquetado, daban forma a este
pequeño libro titulado RELATOS Y PUNTO, precisamente con doble sentido: por un
lado, “¡y punto!” significa que solo hay relatos, nada más. Y por otro lado, Y
PUNTO, es un guiño al sistema Braille basado en puntos, ya que el libro
básicamente incluye experiencias con ese sistema de lectoescritura que, para
muchos de nosotros, es imprescindible en la vida diaria, sobre todo para las
personas sordociegas.
Durante el proceso de
formación del libro, han sido muchas las veces que he estado por tirar la
toalla: unas, porque pensé que no eran relatos buenos y no me animaba a
sacarlos a la luz, comparándome con escritores tan fenomenales como Puri
Águila, María dueñas, Santiago Posteguillo o Manuel Enríquez. Otras, porque me
daba mucho apuro tener empleados en esto a Laura y Javier, sin cobrar nada a
cambio. Pero esta mujer es tenaz e incansable como pocas y no me ha dejado
respirar, hasta que ha visto publicado el anuncio de la próxima edición del
libro. Tengo que agradecer profundamente esa tenacidad, que, aunque a veces me
enfadaba, si no fuera por ella, creo que el libro no habría visto la luz.
El martes pasado, 12 de febrero, fue el día de la gran noticia: me citaron
en Diputación y fui, acompañada de mi guía intérprete, al mismísimo despacho
del presidente. Me encontré con un señor totalmente distinto al que me habían
pintado: una persona cercana, de grandísima sensibilidad hacia los
discapacitados, que me mostró el Palacio entero con sus propias manos. Me
hicieron muchas preguntas personales y sobre el libro y, luego, me pidieron que
se los entregara. Estuvieron un gran rato ojeándolo e intercambiando
impresiones entre el Presidente, la secretaria, el responsable de
publicaciones, el fotógrafo y otra persona que no supe quién era. Y al final….
¡Me dicen que el libro se edita, y se edita porque les ha gustado, porque nunca
antes habían conocido a un sordociego y les interesa mucho conocernos a través
de ese proyecto. Miran las fotos que yo les había llevado para incluirlas si lo
creían conveniente, pero lamentablemente, no eran las requeridas, por lo que
deciden que el lunes, vendrá el fotógrafo a hacerme otras de mayor calidad.
Me dicen que el libro
no puede, bajo ningún pretexto, ser ahora difundido, hasta que ellos se
encarguen del ISBN, de maquetarlo del todo y de sacarlo al mercado. Y con un
gran revuelo de besos, abrazos y felicitaciones, me despiden hasta nueva cita.
A los dos días, para
mi grandísima sorpresa, sale la noticia que Laura difundió, anunciando la
inminente publicación de mi libro por parte de la diputación, y que verá la luz
este año, pero sin fecha confirmada.
¿Se pueden ustedes
imaginar mi felicidad? El solo hecho de que una Institución Pública reconozca
el libro de un minusválido como para ser publicado es ya una lotería, que solo
toca a unos pocos y una sola vez en la vida.
Pero también, el
saberse amparada por una persona de grandes dimensiones humanas para pagar el
costo de ese proyecto, y otras dos personas que seguramente no dudarán en
corregir y maquetar el próximo libro si lo hay, es también un motivo más para
volver a intentarlo. Como digo en el libro: la sordoceguera limita mucho, pero
no impide. Si tenemos la ayuda humana y material que necesitamos, nos
desarrollamos casi como cualquier persona sin limitaciones.
Gracias infinitas a
Laura, a Javi, a esta persona tan buena a la que no quiero nombrar porque desde
siempre me pidió anonimato, gracias a diputación, gracias a todo el que me haya
leído sin descansar siquiera, y gracias al Dr. Bulmaro Landa, por permitirme
compartir esta felicidad con todos vosotros. Solo os pido a los españoles, que
por favor, pidáis a
Autora: María Jesús
Cañamares Muñoz. Jábaga,
Cuenca, España.