Un viaje relajante, y mucho más.
El objetivo de este
artículo es contarles, de modo muy personal, las vivencias que compartí con un
grupo constituido por algunos alumnos de yoga, comandados por la profesora Alicia,
a la cual, sus alumnos queremos y seguimos en todas las aventuras que propone a
lo largo del año.
Esta vez, se le ocurrió llevarnos a hacer
yoga, meditación, y otras tantas actividades a
La distancia desde la
capital de la provincia es de
Ni bien llegamos, algunas
de mis compañeras quedaron fascinadas por la visión del río Anizacate,
transparente y caudaloso, que está a pocos metros del hotel donde nos alujamos,
y, como más tarde descubriríamos, posee, en sus orillas un césped verde bien
corto, con una arboleda que brinda una sombra muy reparadora.
Se pueden realizar muchas
actividades, entre ellas trekking, senderismo, cabalgatas y avistaje de aves.
Sin embargo, nosotros teníamos otros
objetivos, así que luego del almuerzo, tratamos de descansar, algunos tomando
posesión de las habitaciones asignadas, o en los lugares sombreados, para
luego, llegando el atardecer, participar de la primera actividad pensada por
Alicia.
Consistió en una clase al aire libre, donde
comenzamos a abrir nuestros chakras, que, según el yoga, son centros de
energía, que comienzan en el chakra raíz, ubicado en la base de la columna.
Así, trabajamos individualmente primero,
masajeando los pies con una pequeña pelota, desde los dedos, hasta el talón,
pisando y aflojando los pies.
Luego hicimos masajes con nuestras manos, con
crema, y empezamos a recorrer el espacio, con los pies descalzos, y estimulados
por una música alegre.
Alicia propuso, entre otras cosas, que al
encontrarnos con un compañero, lo abrazáramos, por lo cual, se creó un clima
muy especial, ya que, muchos de nosotros, no nos conocíamos, por concurrir a
horarios diferentes a las clases de yoga. De este modo, terminamos la clase
bailando, alegres, con energías renovadas...
El día viernes, por la mañana, en un hermoso
día, Alicia encontró un lugar donde podíamos realizar una clase de yoga al aire
libre, y, así lo hicimos. Continuamos trabajando nuestros chakras o centros
energéticos, en este caso, el plexo solar y el chakra cardíaco, que
corresponden, a la boca del estómago y el pecho. Por tanto, realizamos trabajos
de automasajes, con pelotita, en estas zonas del cuerpo, para luego trabajar de
a dos, con pañuelos, gracias a los cuales, teníamos que poner nuestras energías
al servicio de un compañero-a.
Luego, terminamos la clase con una meditación,
mientras el sol y el aire fresco de las sierras, acompañaban el clima especial,
creado en torno al grupo.
Por la tarde, y dado que Alicia había dicho
que tendríamos tiempo libre, una de las compañeras propuso ir hasta Alta
Gracia, la ciudad más cercana, a visitar un templo, consagrado a
Dado que el clima estaba muy cambiante,
tuvimos, durante la tarde, momentos de lluvia, aunque nunca demasiado intensa,
sí con truenos, y algo fresca. Pero, luego, se despejaba el cielo, salía el sol
nuevamente, y hasta teníamos que deshacernos de nuestros abrigos…
El día sábado, también teníamos libre gran
parte del tiempo, sin embargo, por la mañana, la mayoría se plegó a una
caminata por los alrededores del hotel, que nos hizo disfrutar del aire
serrano, mientras nos ejercitábamos, sorteando algunas piedras, habituales en
esos lugares. Mis compañeras, Ana y Patri, quienes estaban más cerca en ese
momento, se turnaban para describirme el paisaje, los árboles, las casitas de
estilo antiguo, y, hasta alcanzarme alguna ramita de una planta aromática, o
alguna piedra, que luego, traje a casa de recuerdo.
Así, recorrimos los alrededores de la comuna,
la escuela, y la plaza, donde aproveché para dar rienda suelta a la niña que
llevo dentro, hamacándome durante unos minutos, ante cierto temor de mis
compañeras, que ya me veían sufriendo una caída, que, por supuesto, no ocurrió.
Por la tarde, gran parte del grupo, se dirigió
al parque La serranita, una de las atracciones del lugar, donde, según cuentan,
se divirtieron, también, como niños. Nosotras, sin embargo, nos quedamos a
disfrutar de la cercanía del río Anizacate, del frescor del viento, y de las
charlas que, iban sucediéndose, pasando, de la sugerencia de libros, al
recuerdo de los hijos, nietos, parejas, de cada una.
En aquel momento, fue donde conocí a Diana,
quien gentilmente me nombró su editora, ya que, al contarme que escribía
cuentos, la animé para que me los enviara, y poder compartirlos con los
lectores de esta revista.
Sin embargo, tengo que contarles que, entre
charla y charla, también descubrimos que otra de las compañeras, Adriana, había
realizado, durante el año, un taller de canto, y ahora, podía compartir esa
pasión, que durante años había quedado en su corazón, sin manifestarse
públicamente. Cuando la escuchamos por primera vez, quedamos todas fascinadas,
por tanto, sus canciones se repitieron, luego, ante las restantes compañeras, y
aún ante otros turistas, que compartieron con nosotras la gala final, por la
noche.
De todos modos, para continuar en orden el
relato, les cuento que, cuando el grupo que había ido al parque regresó, y
luego de un breve descanso, nos ubicamos en una sala dispuesta al efecto, y
continuamos el trabajo con los chakras, esta vez, correspondientes al laríngeo,
al tercer ojo, y al coronal. Por tanto, comenzamos con lo que en yoga damos en
llamar respiración alternada nasal, para luego hacer automasajes en el rostro,
y, seguidamente, ejercicios de emición de las bocales, acompañadas con
movimientos de brazos. Terminamos, además de la emición de los bija mantras,
con canciones de Adriana, quien se movía por el espacio, totalmente entregada a
la experiencia de disfrutar, y hacernos disfrutar de esas sensaciones
atravesadas por la música, que era, más que nada, su música interna, debido a
que cantaba a capela.
El día domingo, luego del desayuno, nos
despedimos lentamente de ese espacio, que nos había permitido relajarnos,
algunos con fotos, otros con caminatas, otros, la mayoría, siguiendo la
meditación guiada por Alicia, pero todos, con la sensación de haber compartido
unos días que seguramente resultarán inolvidables.
Prof. Laura S. de Ferro.
Autora: Laura Soto de Ferro. Santa Fe, Argentina.
Profesora
especializada en Ciegos y disminuidos Visuales.
laurayroberto2005@funescoop.com.ar