Una generación de humo y almas rotas.

 

¿De qué lado del cuadrilátero está usted?

En esta esquina, yo me arrojo de un puente: con problemas económicos, un montón de emociones que no lo dejan estar tranquilo, angustiado por el peso de ser padre, pareja de alguien, hermano mayor..., en definitiva, asumir una responsabilidad. Sin propósitos y una tonelada de dudas sobre si mismo: ¿quién me conviene?, ¿qué hacer?, ¿qué comeré hoy?, ¿conseguiré trabajo?..., entre otras.

Del otro lado: con un peso descargado en una familia solvente, educación de calidad, lujos, gustos, viajes, un conocimiento cosmopolita, ¡yo estoy perfecto!

Piense bien su respuesta... Yo llevo mucho tiempo pensándola, así como el jugador de ajedrez, viendo que luego de unas maravillosas jugadas su triunfo no está asegurado, deja pasar el minutero de su reloj, buscando la jugada que le garantice la victoria.

Luego de esos momentos profundos de reflexión, me inclino por pensar que la respuesta intermedia es que, “En ambas esquinas, el humo y las almas rotas abundan, tras el velo de una sociedad de sálvese quien pueda”.

¿Por qué?

La causa, intuyo, es que ambos están inmersos en factores culturales que comparten un vacío existencial; los factores son característicos de sus contextos, pero la desesperación, la soledad, la desorientación, el sufrimiento, no distingue capas sociales; es una fuerza que lleva a esa sensación de futilidad que, si bien no todos manifiestan en la misma intensidad, siendo honestos, todos hemos pasado por ese camino.

Sé que al leerme dirá, o pensará: pero, hay algunos que la tienen más fácil que otros; o recordará aquel adagio que expresa: “DIOS le da pan al que no tiene dientes”. Pensando en esos contrastes de casos, quitemos la capa de sociedad, retiremos todo lo que cubre nuestro accionar y encontraremos que el motor de las buenas o malas decisiones está en ese músculo que, además de dar la vida al latir, nos hace ver la luz o la oscuridad.

En esto está resumido el por qué, hoy en día, nuestras generaciones son de humo, espejismos de una sociedad educada, evolucionada, preocupada por salir de esas etiquetas de tercermundista, con un afán de tener miembros modernizados, lo que no está mal, eso es necesario, más: ¿qué hay detrás?

La respuesta no la puedo llamar más que “almas rotas”, ya sea por rechazo, no encajar, vivir experiencias que lesionan su identidad, lo que piensan, sus raíces, donde el tener acceso a la tecnología, la apertura cultural, no ha cambiado esos comportamientos de opiniones rápidas, actuaciones egoístas, actitudes de autodestrucción, violencia...

Entonces, la invitación es a pensarnos como parte de un movimiento de activismo social, que permita romper esas cadenas que arrastramos como humanidad, a dejar la indiferencia frente a nuestro espacio de vida. Cultivemos en nosotros, y en el otro, la necesidad imperiosa de hacer las cosas de manera distinta, desde la cordialidad, el ejemplo. Me preocupa que ya no tengamos tiempo, ni siquiera, para hablar de esas cosas con los nuestros. Más me afana que hablamos mucho, pero nos estamos acostumbrando a esta falta de luz y, entre el no hablar o el hablar por hablar, esta generación será humo y almas rotas que sacrificarán muchas vidas en los altares del frío interno. “Muertos que respiran”.

 

GAP

 

Autor: Wilmer Guillermo Acosta Pinzón. Colombia.

Comunicador social con énfasis en lo comunitario de la universidad nacional abierta y a distancia.

w.guillermo.acosta@gmail.com

 

 

 

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