Poemas de Dulce María Medina Pérez.

 

Dulce Madre mía

 

No puedo describirte madre.

No sé cómo alabarte,

ni rosas que puedan brindarte,

el amor que en mi corazón nace.

 

Porque estás siempre conmigo,

al despertar doy gracias al cielo.

Para ti mis bendiciones,

si me acuesto o me desvelo.

 

 

En ti madre, el tiempo no pasa.

Eres como una chiquilla locuela

No son nada setenta y ocho años,

siempre jovial y traviesa.

 

¡Sí, mucho Amor, admiración y respeto!

Pero es más lo que me une contigo.

Mi vida no sería nada sin ti.

No imaginas cuánto te necesito.

 

Perdón te pido, Madre mía,

por no saberte comprender,

por querer que sigas siendo joven;

por no querer verte decaer

 

Esa fuerza que tú emanas,

esa alegría constante,

esa disposición inmediata,

son tu sello y distinción.

 

No permites que las penas

opaquen tu alegría.

Sabes afrontar las cosas

con coraje y valentía.

 

A tu lado soy pequeñita,

Una vez te lo dije en mi canción.

Te amaré eternamente madrecita,

de ti necesito: valor, amor y bendición.

 

 

Marca huella en el sendero

 

Cultiva siempre el interior.

Tu exterior es pasajero.

No vayas serpenteando.

¡Marca huella en el sendero!

 

Si miras al espejo

y ves con tristeza que has cambiado

tu loca vida ¡de arriba abajo!

Solamente se ha desperdiciado.

 

Pero si en cambio sintieras

 que tu sonrisa es de alegría,

más arrugas venideras

mostrarás sin cobardía.

 

La belleza en sí…

se termina con el tiempo.

Fueras o no la más linda,

sólo ¡Marca huella en el sendero!

 

 

Pequeños niños queridos

 

Con el amanecer llega

el deseo de escribir,

a dos niños muy queridos

lo que me hacen sentir.

 

 Tú, princesa soñadora,

Michellita, mi niña bella;

sin palabras: con tus mimos

nos regalas las estrellas.

 

Mi pequeño saltamontes

Alexito, con ternura

dices palabras tan lindas,

que nos llenan de dulzura.

 

 Brilla mucho más la luz

cuando los vemos llegar.

Pequeños, amados míos,

los queremos por igual.

 

 Un día no es igual al otro.

Ni la luna, ni el sol.

Son ustedes tan distintos.

Me inspiran rimas de amor.

 

Abuelitos consentidos

 también nos hacen sentir,

compartimos entre nubes,

su alegría de vivir.

 

Pequeños, niños queridos,

por diamante doy mi amor.

Conserven su alma pura.

¡Dios guarde su corazón!

 

 

Autora: Dulce María Medina Pérez. Chetumal, Quintana Roo, México.

tey1954@hotmail.com

 

 

 

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