¿Suicidio asistido? ¡Jaa jaa jaa!
Hace pocos días, la prensa publicaba que un
científico australiano, no tengo aquí el nombre, pero me da igual y pienso que
a los lectores también, viajó desde Australia a Suiza con el fin de que le fuese
aplicado el suicidio asistido.
La verdad es que no lo entiendo. En el número
anterior de esta misma revista, yo hablaba o mejor escribía sobre el suicidio.
En realidad me limité a dar algún dato estadístico y a formular, alguna
reflexión, alguna consideración.
Yo decía que suicidarse es quitarse la vida
así mismo. Eso es al menos lo que figura en el diccionario de
Este señor, que se ha ido a Suiza a que se le
practique el suicidio asistido, no sé si sigue vivo o ya habrá muerto, tiene o tenía
104 años de edad. Parece ser que está o estaba cansado de vivir. Yo tengo 29
años menos, y ciertamente no me canso de vivir, si bien asumo la muerte como un
acto supremo de la vida, igual que el nacimiento. Exactamente a mi juicio, de
la misma trascendencia, ambos.
Y yo me pregunto: ¿Qué es el suicidio
asistido? Porque está claro que si alguien te ayuda a morir, ya no hay
suicidio; pero si alguien te mata, aunque sea con tu permiso, ¿Por qué se habla
de suicidio asistido?
Este buen señor se va a Suiza porque en este
país parece que está legalizada la muerte por o mediante eutanasia o y suicidio
asistido. La conjunción y, me dice o al menos yo quiero decir que tanto
eutanasia como suicidio asistido, son actos distintos. En este caso a mí me
interesa comentar y reflexionar sobre el suicidio asistido.
Digo que no comprendo bien que alguien se
suicide con ayuda, porque me gustaría saber cómo se ayuda al suicida. ¿Con una
inyección letal? ¿Empujándole para que se caiga al suelo y se desnuque?
¿Arrojándole desde una altura considerable? ¿O como? Ninguna de esas formas de
morir, es suicidio. Eso, es homicidio. En mi pueblo o en mi país no se permite
que me maten, yo no quiero vivir más, y vengo a morir a Suiza, donde está
permitido que me maten. Si algún lector piensa que estoy dramatizando o
exagerando una situación, que según la prensa se ha dado recientemente, que me
lo diga.
¿Sabemos qué es la eutanasia activa, qué es o
cómo es la eutanasia pasiva?, pero no sabemos, yo al menos no sé cómo es el
suicidio asistido. Pienso o yo pensaba que si me suicido, es porque yo me quito
la vida a mí mismo.
El tetrapléjico español Ramón San Pedro, Se
quitó la vida ingiriendo un líquido venenoso. Como quiera que el buen hombre no
tenía ninguna movilidad en sus extremidades superiores e inferiores, fue
ayudado por una mujer a beber el veneno. El hecho se llevó de forma magistral a
las pantallas cinematográficas con gran éxito de público. ¿Eso es el suicidio
asistido? Y el señor científico australiano ¿Qué invalidez o discapacidad sufre
o sufría? Sabemos que estaba cansado de vivir, pero yo no sé más.
Con independencia y sin perjuicio de que cada
cual sea libre o no, para hacer lo que quiera consigo mismo, esto siempre será
discutible, No puede llamarse suicidio asistido a morir con la intervención de
otra u otras personas. Creo que la expresión, “suicidio asistido”, es
desafortunadísima.
Cuando yo escribía sobre el valor o la
cobardía del suicida, no dudé en afirmar que el que se quita la vida así mismo,
si lo hace en la plenitud de sus facultades mentales, no es un cobarde.
Naturalmente, es mi opinión. Pero, no puedo dejar de preguntarme, qué es lo que
llevó a este hombre a querer morir con ayuda externa. El ser humano es singular
porque cada caso es un mundo, y nadie sabe ni puede saber lo que piensa otro
ser distinto a él.
Conozco a personas que se han intentado
suicidar, y que los médicos rescataron o recuperaron mediante el oportuno
lavado de estómago, por ejemplo. No he oído a Nadie decir que estuviera
arrepentido de su acción. Todas, son personas juiciosas y cabales.
Yo quiero concluir diciendo, porque esto ya no
da para más, que cuando alguien muere ayudado por otro u otros, no se produce
suicidio. Y añado: Yo, no estoy de acuerdo con la muerte o con la práctica de
esta forma de morir que se llama o que quieren llamar suicidio asistido, pero
si alguien quiere ejercitarla, que se vaya a Suiza, entre otros países, que
allí, parece ser, deben estar los más expertos del mundo en este tipo de
operaciones. Y si no, que se lo pregunten al australiano, que no ha dudado en
hacer muchos miles de kilómetros para hacer su santísima voluntad.
Madrid, junio de 2018
Hilario Alonso Sáez-Bravo. Madrid, España