No Hay Momias en Guanajuato
Ahora un recorrido por el panteón de Santa
Paula donde funciona el museo de las “Momias de Guanajuato”.
El cementerio fue abierto el 13 de marzo de
1861 y 5 años más tarde, fue exhumado el primer cuerpo del nicho 214,
perteneciente al médico francés Francisco Remigio LeRoy quien llegó a la ciudad
a combatir al cólera morbus, pero perdió la batalla y lo pagó con su vida.
Como no había quien pagara los derechos de
perpetuidad, el municipio extrae el cuerpo del nicho a los cinco años y
descubren con sorpresa que estaba preservado por lo que exclamaron “es una
momia”, recordando a los cuerpos descubiertos en la región inca del sur de
América y en Egipto pero a diferencia de estas, en Guanajuato nadie les extrajo
las vísceras, les dieron tratamiento para preservar el cuerpo ni lo
embalsamaron, solo se introdujeron en gavetas de sementó pues el terreno es muy
árido para excavar, el panteón está en una sima, el sol le da 12 horas al día y
con la falta de oxígeno, los microorganismos que descomponen los cuerpos no
sobreviven por lo que estos se mantienen en buen estado.
El museo cuenta con 119 cuerpos, pero solo 60
se muestran al público porque el resto de los cuerpos, se encuentran en otros
museos del mundo como una exhibición itinerante.
Recorremos un pasillo que nos indican era la
catacumba donde se dejaban los huesos de los muertos que cumplían los cinco
años de enterrados en los nichos y nadie pagaba el derecho de perpetuidad por
lo que, en la práctica, era el osario del panteón.
A nuestra izquierda y derecha, arriba y
abajo, nos dicen que tenemos muchos cuerpos sepultados.
Mientras caminábamos, en vitrinas a ambos
lados, se encontraban los cuerpos desnudos algunos, otros con la ropa con que
los enterraron, a los primeros, los despojaron de las prendas para
descontaminarlos, a los segundos, se las dejaron porque si se les retiraba, con
ellas se desprenderían parte de la piel y extremidades.
Tenían las bocas abiertas y los dedos
contraídos por razones naturales y no por miedo o terror como piensan algunos
turistas.
Estamos justo donde en 1971, se filmó la
película el Santo contra las momias (Que un año después, serían colocadas en
las vitrinas) y el guía señala las escalinatas por donde bajó el enmascarado de
plata.
Llegamos al cuerpo del doctor LeRoy y ante
las cámaras de los visitantes, el guía pide que no se emplee el flash.
En 1950, una cadena de televisión de estados
Unidos, hace un reportaje que da publicidad al museo, pero solicitan la
colocación de túnicas blancas a los cuerpos que luego de la filmación vuelven a
su desnudez.
Ante las vitrinas, me pregunto si me
permitieran tocar los cuerpos ¿lo haría? y ¿por qué están en vitrinas?
Más adelante el guía explica que antes los
cuerpos estaban al alcance de los turistas lo que les permitía a algunos,
cortarles trozos de piel, pincharlos con alfileres, cortarles uñas, los
quemaban, les ponían cigarrillos en la boca, cortaban dedos y les arrancaban
piezas dentales como “trofeos” lo que obligó al municipio a construirles estas
barreras de protección.
Los cuerpos que van quedando atrás,
pertenecieron a personas que murieron sin que mediara la violencia pero ahora,
pasamos a una sección donde la muerte sí fue el resultado de la inserción de un
puñal, una bala, un hombre con las piernas abiertas y los brazos tensos, es la
evidencia de una muerte por ahogamiento.
Hay una señora
quien fue obesa, padeció de ataques de catalepsia, en una oportunidad, pensaron
que se trataba de un ataque pero no volvía en sí, la dejaron 24, 48… 72 horas
hasta convencerse de que estaba muerta y la sepultaron.
Cinco años más tarde, sus parientes no
pagaron el derecho de perpetuidad por lo que los pantioneros la sacaron del
nicho y para su sorpresa, en lugar de tener los brazos entre cruzados en el
pecho, los tenía en posición de querer levantar la tapa del ataúd por lo que se
determinó que fue enterrada viva.
Por último, nos muestran el cuerpo de una
mujer que murió mientras le practicaban una cesárea, por solicitud de sus
familiares, el producto o cuerpo de su hijo, es amarrado a su brazo izquierdo
para separarlo en 1972 para clasificarlo como la ”momia” más pequeña del mundo
con seis meses de gestación.
Autor: Roberto Sancho Álvarez. San José, Costa Rica.