Los perros letrados.

 

Virgilio es un hombre de mediana edad, de tez morena, una sonrisa amplia enmarca su rostro, su caminar es pausado y sus ademanes son relajados y exactos.

 Es amante de los perros, tiene cuatro

 Tres labradores, más una perrita criolla con largos rizos negros y ojos color marrón llamada Pandora.

Como se imaginarán, es la favorita de su amo.

 

 Virgilio viste con formalidad, lo que le da aire De gran señor, usa leontina de plata, la cual asoma por su impecable chaleco gris,

 

 Todo en él es agradable, además tiene un excelente sentido del buen humor, por eso sus amigos le apodan (el sonrisas).

Desafortunadamente quedó viudo tiempo atrás, su esposa Yocasta amaba a los perros tanto como él, será por eso que los cuida y entrena con tanto empeño.

Virgilio dedica su tiempo libre a la lectura y buena música, desde pequeño escuchó en casa a los mejores tenores, las sopranos más reconocidas, las óperas renombradas; música que amenizaba toda la casa hasta el jardín.

 

Sus mascotas son felices, corren todo el tiempo tras los pajaritos que bajan a beber agua en la fuente; Mojan sus alas, se sacuden y levantan el vuelo ante la mirada atónita de los canes que no pueden alcanzarlos.

 

 Los labradores gozan de un amplio patio con árboles frutales y una fuente en el centro del jardín, que sostiene un ángel desnudo con arco y flecha, simulando lanzarla al firmamento.

 

 Pandora tiene privilegios, al atardecer su amo la hace entrar a la casa donde ella salta al mejor sillón para acurrucarse, desde ese lugar no pierde de vista a su dueño, ve todo cuanto hace y está atenta para el momento en que Virgilio saca de una cajita con papel ruidoso, un delicioso hueso con sabor a carne ahumada, como premio a su buen comportamiento.

También puede oler y escuchar todo cuanto sucede desde su trono.

Rauda y veloz salta con su hueso al sillón mullido donde Virgilio gusta descansar y leer al final de la jornada.

 

Cada vez que Virgilio enciende el reproductor, Pandora eleva sus orejas como hélices para no perder detalle; sabe que al siguiente día sus hermanos labradores Le preguntarán sobre el autor y contenido del libro que su amo lee en turno.

Mientras tanto en el patio los animalitos se regocijan jugando, mordiéndose las orejas y colas unos a otros.

Al día siguiente por la mañana, Pandora sale al patio con aire de intelectual, donde los labradores la esperan con ansiedad, para que una vez degustadas las croquetas de salmón importado comience la tertulia; cajum, cajum, comenzó a decir Pandora, ayer leímos a un autor polaco llamado Jerzei Kosinski, se trata de un joven llamado James, quien nunca salió de las cuatro paredes de la casa, un hombre rico lo rescató cuando niño, le dio techo y comida y el trabajo de jardinero.

Solo tenía derecho a una recámara para dormir, un televisor, también le permitían usar la ropa del patrón que era de su misma talla y de excelente calidad.

Desde pequeño, todo lo que conoció fue a través de LA televisión.

 ¿La caja idiota? -corearon los labradores.

Así como lo oyen, -contestó Pandora ceremoniosa. Después de trabajar se retiraba a sus aposentos, encendía el televisor, en espera de la cocinera que le entregaba la bandeja con las viandas.

 La encargada de la cocina era su único contacto dentro y fuera de la mansión.

 Así fue su vida, regar el jardín, hablar con las flores, esperar sus alimentos y ver la tele.

 En ella aprendió el comportamiento de las personas, ponía especial atención en los hombres de mundo, presidentes, magnates, actores.

Observaba su expresión corporal, sus movimientos, saludos, sonrisa.

De pie frente al espejo James miró su imagen, en realidad era semejante a las que veía en la televisión, su aspecto era atractivo y varonil, su figura alta, esbelta, dientes alineados, blancos y perfectos además de una piel impecable; pero él no tenía la menor idea del valor que todo aquello tenía.

Aprendió poses, diálogos, respuestas, usar los cubiertos, como comportarse en la mesa. La forma correcta de vestirse, saludar, todo cuanto las personas de mundo conocen.

Suena interesante, -dijeron Zeus, platón, y marx, los tres peludos que dejaron de mover las colas para poner más atención.

 Quiero decirles, -agregó Pandora-, el jardinero era huérfano, un rico anciano le dio asilo desde que era un niño.

 Igual que Virgilio a nosotros, -dijo marx.

 Sí, -contestó Pandora-, también a él le dieron techo y comida, pero nunca recibió amor.

 ¡Qué triste!, -dijeron al unísono los chuchos.

 Creo que por eso fue siempre un joven solitario, de hecho casi nunca vio a su mentor, solo cuando el anciano se encontraba moribundo le mandó llamar para despedirse.

Que raro, -dijo Zeus-.

 Seguramente el anciano era un misántropo, pobre jardinero, -dijo platón-, carecer de amor es lo peor que te puede suceder. Por lo menos a nosotros nuestro amo nos compra pelotas y juega con nosotros los fines de semana, eso es amor, ¿verdad?

Que vida tan aburrida debió ser, ¿no creen?, -dijo marx-.

. Imagínate estar frente a la caja idiota todo el tiempo, tal vez él se aburría, -dijo Zeus-.

 No lo sé, -contestó Pandora, esa parte me la perdí, creo que dormité un poco.

Olvidaba decirles que James no sabía leer ni escribir.

 Dijeron a coro ¡qué bárbaro! Movían los rabos y las orejas, imaginando como sería la vida de un analfabeto, ellos no lo eran, Virgilio los cultivaba, leía en voz alta para educarlos y que estuvieran a su nivel, al menos eso pensaba Zeus.

Desde cachorritos Sabían recitar a Lorca, aullaban como Carusso, Bailoteaban como Nureyev, parafraseaban a Shakespeare, citaban a Séneca, Aristóteles y Buda.

Pandora prosiguió. Un abogado le pidió que desocupara la casa.

, tenía que irse sin saber a donde, pues no conocía a nadie.

Guau, ¡qué difícil! -dijeron los canes.

Pandora comentó con voz profunda, exhaló y dijo: cuando James hizo su maleta, se dirigió a la calle, todo se parecía a lo visto por la tele, las calles, las personas, los edificios.

En un instante la suerte lo favoreció, una mujer rica lo arrolló con su auto, lo llevó a su casa para curarlo; desde ese momento James tuvo de nuevo donde vivir, un hogar, ya que

El dueño de la casa, quien se encontraba enfermo, le encargó a su mujer y sus negocios.

¡Qué suerte! -dijeron los sabuesos, contentos por el buen destino de James.

 Luego el sueño me venció y mi amo se durmió también.

Al día siguiente mientras Virgilio se preparaba para ir a trabajar, se despidió de Pandora, revisó su reloj, ¡ya es tarde!, -dijo. Buscó su bastón blanco, el maletín con su equipo de masajista, se colocó los lentes obscuros y se encaminó para tomar el ómnibus con su amplia y fresca sonrisa.

 

Autora: Alba Miranda Villavicencio. Ensenada, Baja California, México.

albamiranda55@gmail.com

 

 

 

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