Un padre y su hijo debaten sobre la importancia de
la comunicación en la actualidad.
En mis tiempos enviábamos cartas.
¿Y cómo era eso?
Se toma una hoja de papel, la perfumas.
¿Para qué
la perfumas?
Con ese detalle le demuestras a la persona que es
importante para ti; luego tomas un sobre.
¿Un sobre de verdad?
¿Pues como piensas enviarla, acaso con una paloma
mensajera?
Ahora se puede hacer lo mismo sin tanto papel, ni
perfume, ni sobres, ni nada, solo un mensaje de texto.
¿Me vas a salir con los famosos correos?
Actualízate papá, Hoy se usa el whatsapp.
Hijo mío, eso es muy impersonal.
Un whatsapp, o un mensaje por facebook, que llega
en segundos a su destino, ¿qué tiene de impersonal?
¿Y qué hay de los detalles?
Son los mismos solo que ahora se envían de manera
virtual
¿Cómo es eso?
Envío el mensaje con imágenes o emoticones, puedo
escoger chocolates, pastelillos, besitos y todo cuanto quiera sin moverme de mi
lugar, además puedo enviarle un ramo de flores y chocolates a mi chica en su
cumple sin gastar un solo centavo, ¿cómo la ves?
Ah, eso me suena mas a tacañees que a comodidad,
además no le veo nada de creatividad, así cualquiera puede engañarte.
¿Por qué piensas eso?
Pues porque no estás viendo a la persona, por lo
tanto no sabes con quien te estás comunicando en realidad.
Tienes que confiar.
Ya lo creo, pero ahora como están las cosas no se
puede ir por la vida confiando y menos en personas que no ves ni conoces.
La desconfianza no está en nuestras mentes
jóvenes, precisamente porque si lo hiciéramos, ya estaríamos paranoicos y ya
hay bastante de eso.
Necesitamos confiar ya que el mundo de lo virtual
rige al mundo de la comunicación.
Hijo, no sabes lo que dices, tu mundo está plagado
de riesgos y peligros, te la pasas informando a cientos de personas de quién
eres, qué haces, a dónde vas, qué comes, todo cuanto te rodea, eso es muy
riesgoso.
¿Qué te parece hijo, te pago mil pesos para que
dejes de usar un solo día tu teléfono, verás que no lo necesitas tanto?
Mira padre, yo te pago cien pesos para que
aprendas a usarlo, así ya no pedirás ayuda. Verás como te acostumbras.
No creo hijo, a mi edad solo se desea paz y
tranquilidad.
Pues no sabes la tranquilidad que te daría un teléfono,
te comunica, te informa, te alerta, te guía si te pierdes con su g p s, te
permite tener mas de una novia al mismo tiempo, ¿qué mas puedes pedir?
¿Acaso no es maravilloso??
¿Y qué hay de la privacidad?, todo lo que me
cuentas es como si no hubiera cortinas, puertas, ni ventanas; me hace sentir
desnudo.
Claro que no, al contrario, es como ser un
habitante del mundo, pues con un solo clic llegas a cualquier punto del orbe.
No me convences, prefiero abrir una enciclopedia o
acudir a la biblioteca para hacer investigación.
Padre, el google tiene toda la información que
necesites de cualquier tema o área; no ocupas bibliotecas. No hay nada que el
google no sepa, el google lo es todo.
¿En serio?
En serio, dime qué necesitas saber y mi google te
lo dirá en menos de diez segundos.
Mmm, haber si es cierto, me lo juras...
Te apuesto los 1000 pesos de la oferta que me
hiciste hace rato.
Está bien, pregúntale si existe vida después de la
muerte.
El hijo redacta la pregunta.
El google calla...
Le pregunta de nuevo, se va por la tangente.
Le pregunta otra vez, y el google nada,
Entonces el padre extiende la mano, y dice al
hijo:
Los cien PESOS de la apuesta, me compraré un café
y unos pastelillos, luego iré a la biblioteca para leer un poco, chao hijo mío.
Autora: Alba Miranda Villavicencio. Ensenada, Baja
California, México.