Cobijo
contra púdicos libelos.
No te entiendo. Me llevas ya cuatro horas sermoneando
sobre lo mismo. Que si la carne, que si la carnaza, que si los pitracos
pintiparados para el basurero. Que si los buitres relamiéndose cara al festín carroñero
que se disponen a atizarse los muy tragaldabas. Quién te crees que soy. ¿No se
te ocurrió pensarlo ya? es lógico. Semejantes nociones entran como de rrefilón
y a hurtadillas en tu desvencijado archivo de valores catastrales; en tu código
de asuntos que revisten o pudieran revestir cierta importancia. Ahí donde las
trivialidades dejan de serlo cuando se imponen la necesidad de solemnizar
cualquier cosilla. Códice por demás devaluado si tenemos en cuenta lo
inmediatamente precedente unido al hecho de que además te ventilas tu vida y
milagros como los fariseos a quienes en su día fue dedicado tanto evangélico y
merecidísimo exabrupto. Como los maestros de la defenestración y del escándalo.
Ni comes ni dejas comer. Ni entras ni dejas entrar. A tus propias hambres las
denominas ayuno voluntario y te quedas tan pancho. La inanición ajena es recreo
para tu depravado espíritu. Y mira, te lo digo desde la cortina de años y de
quilometraje que de hoy en más nos separará por siempre. Gracias a Dios, que
decía el chiste el cual algún benévolo zurcidor de chascarrillos dedicara al
Generalísimo Franco en son de desaliñado homenaje obituario. En vida del
Caudillo, a quién dar las gracias sino al recién mentado. Será cuando éste la
espiche que podamos decir con justeza y alegría y sin embarazo y a boca llena
dar gracias a Dios. Pues eso. Lo que yo te diga. Yo me desharía en expresiones
de gratitud enderezadas al Rey de Cielos y Tierra si no te estuviese oyendo
enhebrar despropósitos que trascienden lo que dices hasta conectarse
inextricablemente con lo que callas, con tu bendito silencio. Si no continuases
bramando tu tenebrosa y desabrida salmodia más allá de diques y clausuras;
trascendiendo murallas de lo más irremontable, alongándose hasta ahí donde cesa
la vigencia del raciocinio, ahí donde nos desamparan demedioamedio códices y
lealtades. Ya ni tan siquiera me es dable maldecirte. Porque es que tú no te lo
creerás, pero lo cierto y verdad es que sigo sin cogerte el hilo, sabes. No
consigo ni por pienso averiguar de qué diablos y contra cuáles serafines y
arcángeles vomitas por esas fauces de piñón fijo tus toneladas de azufre y
cicuta. Porque recapitulemos. Vamos a ver, tú nos mandaste reunir a todos, ¿o
no? Llevas ya cuatro interminables horas dale que te pego, anatematizando a
tirios y a troyanos, y todo ello a cuenta de esa cochambre destilada por un
pecado oscuro y ominoso que no nombras. Porque tú -¡atrévete a afirmar que
miento!-para nada pronuncias la palabra pecado. Tú te andas por las ramas. Tú
hablas de cieno. De ingentes y nauseabundos barrizales. De algo que resulta
tanto más horripilante cuanto que al parecer carece de nombre. Y ahí te duele.
Y ahí nos encocora. Y ahí quedará incrustada en nuestras almas infantes un
furúnculo que supurará de por vida su purulento brebaje inenarrable. Me da la
impresión de que lo sabes. De que no eres ajeno a que la ausencia de
denominaciones comporta un vacío que sólo halla equivalencia en fugas atroces
donde el espíritu corre que se las pela pretendiendo esquivar males que
desconoce. Eso era. Eso es. En eso consisten las amenazas enhebradas por
seudopedagogos de tu ralea. En puras y simples cosificaciones de la vida que se
resisten a ser designadas. En un existir encorsetado por remilgos y cauciones.
Vida casi vegetativa afuer de remisa a todo cuanto suene a movimiento.
Opacitación de cualquier género de mordiente. Apuramiento de un cáliz cuyo
contenido vomitaremos en la primera ocasión, circuido por las más rancias e
ignominiosas pestilencias dimanantes de la entraña. Pero ya que estamos, tú
sigue. No te cortes. Héteme aquí para no entenderte. Héteme, sí, sumido hasta
las heces en incondicional obsecuencia y en tinieblas que ni a tiro limpio
cejan. Todavía no concibo qué es lo que exactamente significa ser rebelde. Insubordinarse
no contra alguien en concreto sino contra todo y contra todos. Hacer
abstracción de la gran engañifa que anida en lo aparente para asentarlas en las
fuerzas con que se cuenta para dar cima a esos móviles que comienzan
equiparándose al grano de mostaza para irse hermoseando hasta devenir árboles
copudos y rozagantes. El mismísimo terror que ahora nos paraliza ha de ser
nuestro punto de partida. De ahí arrancaremos para incorporarnos al engranaje
que nos lleva y nos trae, a esos imperativos biensonantes cuya hipoteca malsana
se impone irrefragablemente a la solvencia de las mejor surtidas faltriqueras. –o cuando menos intuyo- que nada de esto es casual.
No es por azar que se recortan nuestras deshilachadas siluetas en estos bancos
gélidos. No es casual este silencio cuya gravosidad se nos hurta por lo que
respecta a sus repercusiones en nuestro porvenir. Lo tenéis todo previsto los
arengadores de tu camada. Cada palabra. Te sucede. Que mientras despotricas, te
sientes demasiado seguro de ti. No sopesas. No disciernes causalidades ni
efectos. >No te haces cargo del hondo error que subyace ramado que a tus
buenos oficios debe mucho de su prestancia. Puede hablar de inocencia quien
anda sembrando malicia y lo sabe. Cómo puede gestualizar el pecado anónimo en
su conjunto le conoce todos los vericuetos, tipologías, variantes, eximentes…
Te salva eso. Que ahora
y aquí no hay Dios que cuestione tu estrategia dialéctica, tu vidrioso empaque
procedimental, tu técnica de marear la perdiz hasta el infinito. No resistirías
la más leve embestida de la cordura, cuánto menos las dentelladas de la
sinrazón. Alarde tragicómico Do tú mismo te complaces en encarnar y en
entronizar el papel estelar para reconcomo de todos nosotros. Alguien sabe de
qué le estoy acusando –dices-. Y ese alguien lo hizo. Y ese alguien está aquí.
Te imagino señalando en
las treintipico direcciones de la rosa de los vientos.
--Y ese alguien tiene que acusarse a sí mismo.
Así concluyes tu
silogismo esperpéntico, atroz, descabellado, malevolente.
--conste que no soy yo
quien lo acuso. Es él quien ahora mismo No, ahora mismo no, quiero decir más
tarde… tampoco… Más tarde tampoco… Mañana o pasado o cuando sea…
Sí. Titubeas. Te
reafirmas y te desdices en simultáneo. Ni tú mismo sabes lo que pides, tanto
menos para qué o para cuándo…
Sí, te hablo a ti,
--Bueno –ahora intentas imprimir
a tu voz una tonalidad difusamente Tranquilizadora-. Quiero decir, este,
quisiera llamar la atención por última vez de ese ser corrupto y encenagado que
en estos mismísimos momentos anda regodeándose y calla como Jaimito sabiendo
que os está causando un perjuicio imponente a todos vosotros… a ti te hablo,
hiena, malnacido, sicario del Maligno! ¡A ti me dirijo, reo de eterna
condenación!...
Pero no. Decididamente no.
Hay un cierto punto cuando la mejor engrasada maquinaria de ensartar diatribas
una detrás de otra no da más de sí. El más abundoso y desmelenado arsenal de
diatribas se queda corto ante la imantadora magnitud del sentimiento. Acaso
creíste ni por un instante que esa tu incineradora de voluntades, que tu
galvanizadora de terrores iba a constituir a este respecto ninguna excepción
¿No, carísimo? Gota a gota el mar también se agota. ¡Venga tío! ¡Acábala ya con
esa desdichada vaina! Son las nueve PM. Cinco horas largas aguantándote la mona
virtual… ¿No te parece imperdonablemente excesivo?
Bien, chicos. Ya dije lo
bastante como para que si a ese deleznable sujeto le queda algo de vergüenza,
si es que no le corre horchata por las venas, acuda motupropio a mi despacho y
me diga mire –don bienvenido-, fue un
momento de debilidad, no lo pensé, el espíritu está pronto pero la carne es
flaca, he traicionado al Señor que murió por mí en
¡Menos mal! Qué catarata
de satisfacción. Qué tsunami de alivio. Por momentos creí hallarme en plena
jurisdicción avérnica. Ser uno de tantos supliciados como allí las pagan todas
juntas. ¿Qué gozada, eh, Pelayo? No me digas que no es chipiritifláutico,
Pepito Iguarán Pacheco.
--sí, palabrita del Niño
Jesús… Yo también creí que aquello no acababa nunca…
--Y yo tenía más hambre
que el perro de un ciego.
--¿Pero hay algún
barrunto de por dónde puede ir la cosa?
Ahora tercia Eulogio
Fuentes Pizjuán, de sexto curso, que el año que viene pasa a integrar el ramo
de los privilegiados que van a Madrid para cursar estudios superiores --Y eso
que no tenéis ni puta idea de por dónde van los tiros…
--¿Tú sabes algo? anda,
cuenta, cuenta, no seas malito.
--Hombre, yo empezaría
por discutir el precio…
--te doy el postre de
toda la semana…
--Y yo te presto el
transistor multibandas hasta el domingo…
--Siendo así, trato
hecho… Lo habéis pasado fatal, eh?
--Peor que en la
antesala de la horca…
--Yo también estaba
pensando con qué comparar esa matraca, pero chicos, llega un momento en que a
la imaginación del más pintado se le desbaratan los fusibles, por así decirlo…
¿Me vais siguiendo, verdad?
--Claro, pero suelta ya
lo que sea…
--Tú nos dijiste que
sabes sobradamente de qué iba la cosa…
--Venga, danos una
pistita-, dinos siquiera por qué letrita empieza.
--Por eme, idiotas…
--Oye, sin faltar, que
todavía nos podemos arrepentir del convenio… Por eme de mono… Por eme de
mequetrefe…Por eme de manicomio… ¿Voy bien encaminado?...
--uy, quevá, es algo
mucho más frecuente y sencillo que todo eso.
--¡Anda, deja ya de
ponernos los dientes largos y escupe!
--¡Pero si más claro no
puede estar! Eme de mariconeo... Qué, cómo se os queda el cuerpo...
--Entonces todo era eso…
Entonces eso era todo… Pues cien del ala te doy si vas de mi parte y le dices
al orador que por ahí podría haber empezado.
SIETE ERAN SIETE LOS
CHOPOS DE MI ALAMEDA
Eh, Micifuz, o como
diablos sea que te llames. Sal del cepo y pormenorízame por tu vida cuanto
ocurrió durante mi ausencia. O mejor quieto-parao. Permanece ahí en prisión
bajo fianza no sea que por mi causa vayan a imponerle al alcalde un multazo de
aquí te espero, o quizá algo peor.
Pero ah, demente de mí.
El vecino cumple a las mil maravillas medio pacto, por no decir pacto y medio.
Molió escrupulosamente mi trigo pero en habiendo realizado la faena va el tío y
arrambla con casi todo él. Y váyale uno a lisonjear a cuenta del bien que hizo
o a reprocharle que hizo pero que muy requetemal. Como si uno fuese avezado
políglota de modo que se le entendiese hasta lo que no llega a decir. Como si
uno dominase la multiplicidad de idiomas con sus variantes dialectales
respectivas que encajan en la mollera de cada quisqui a la hora de la verdad.
Quiá. Uno es una calamidad en esto de manejar la jerga sibilina y acomodaticia
que sirve para interpretar la letra pequeña de convenios privados. Nada, chico.
La próxima vez que te encomiende trabajos de alto copete actuaremos como mínimo
ante notario. No nos saltaremos las formalidades estipuladas en
Pero no me mienta,
Porfirio. Descorra todo velo, carajote de la vela. ¿No comprende que servidor
suyo a Dios gracias no es ni asesor fiscal ni fiscalizador de asesorías? ¿No
capta que mal se me da un triste ardite sobre si usted gana al mes dos millones
con eme de mandante o un billón con be de borrico? Adelante con los faroles,
Porfirio. Quien dijo miedo y después la espichó en un alarde de valentía. Diga
lo suyo, despacio y sonriendo, como cumple a los machotes de su ralea.
Desembuche nomás. Si no estima prudente ser taxativo en materia de cifras,
aseméjese al del corrido: entéreme nomás de que le va rebién. Le aseguro máximo
sigilo. De veras, Porfirio. Como guarda secretos a voces no ha nacido quien me
iguale. Iba nacer uno, pero a la cigüeña le dio por entretenerse a admirar la
muralla china y allí se lo dejó la muy tarambana, iletrado y alopécico. Y para
que vea cómo me las compongo yo con mis amigos preferenciales, ahorita mismo
llamo al camarero y pago atocateja los espaguetis y los filetes de hormigón
armado y los suflés caseros de importación y el vinazo de antier a estas horas
plus los cafelitos plus las copichuelas y los purazos de la cabaña
fidelcastrista. A mí suelen enternecérseme por partes iguales el alma y la
faltriquera cuando me tropiezo con alguien que afuer de la exhilarante magnitud
de sus ingresos por décima de segundo tiene la obligación de no ser
desprendido, o cuando menos de no parecerlo en demasía. Ahórrese archijurarme
por Esnupi y distinguida familia que sus demoledoras y reiteradas fatigas no lo
sacan de pobre ni a la de trés. Dicen lenguas no del todo acrisoladas que la
envidia diferénciase de la endibia –similitudes de configuración fonética aparte- en que la una se
recomienda en caso de gastritis o trastornos afines mientras la otra colabora
eficacísimamente en la exacerbación de úlceras y otros desarreglos del aparato
digestivo pero usted como si nada. Total. Provocar tristeza ante el ajeno bien
dista años luz de ser la misma cosa que sentirla, aunque yo observo peligrosas
similitudes entre ambas posturas. Se lo entreleí el otro día al celebérrimo
Antonio Gala. Un tipo que tiene la excelente costumbre de decir grandes
verdades en forma de parábolas, según hiciera cierto predecesor suyo cuyo santo
Nombre salta a la mente sin necesidad de que a esta sazón lo mencionemos si
entendí bien, decía ese preclaro varón que la envidia –de la endibia ni acordarse- es problema que atañe
exclusivamente al envidioso, quedando por consiguiente el objeto inductor
exonerado de toda culpa. Si le asistía o no razón en tal planteamiento,
dejémoslo a dilucidar por mentes más esclarecidas y por plumas de mejor
cotización en el mercado de abastos literarios. O sea, que vaya olvidándose ya
de esa monomaníaca cantinela según cuyo enunciado usted apenas saca para cubrir
gastos. Acábela ya con tan intempestivas quejumbres, Porfirio. ¿Le apetece otro
coñacito? Aguza el ingenio, estira la lengua y por esta vez resulta intacto el
presupuesto, sin que ello quiera decir que se acostumbre a abusar de mi no muy
frecuente prodigalidad. Reserve las monsergas para el capitolio,
Porfirriquirriqui. Arrincone esa sarta de mentiras ora piadosas ora
inmisericordes que no se las cree ni el que asó la manteca. No me diga que usted
amortiza su pimpante negocio gracias a que para el Sumo Hacedor nada hay
imposible. No intente convencerme de que adeuda minutas en todos y cada uno de
los puntos de la rosa de los vientos. No me adobe el culebrón agregando que a
su quiosquero de confianza le debe todo un capitalazo en bolsas de pipas y en
gominolas de regaliz con que su infeliz prole mata hambres mayores. Guarde ese
lacrimógeno acervo para soltárselo por fascículos al sicoanalista cuyos
honorarios no se pasen de rosca y cuya conversación lo empalague menos.
Anímese, releñe. Alegre esa jeta en la cual semeja dibujarse todo un corolario
de sugestiones para su propio funeral anticipado. Presuma con todo desparpajo
de billetera, por más que ahora cautelarmente la lleve vacía.
Sí, Porfiri-tinguitunga-duvidaba-totoroto-lulilailo-sabasubi-riquirraca-pelopilu-nanonine-misimusa-tintoreto-tacoquito-subebasi-figofuga-casiloquise-bibabaluba-balambambú.
Por una pírrica vez y
sin que sirva de precedente, sustráigase a la tiranía de esos mecanismos que lo
tornan a usted aburridamente previsible veinticinco horas de cada veinticuatro.
Rebase con esperanzado continente esas jeringosas doscientas millas
jurisdiccionales que en este mundo traidor corresponden a los patricios y a los
plebeyos que por los pelos no ascienden a primera división.
No se arranca. Está
atiborrado de miedo al miedo. Qué le hemos de hacer. Cambiemos en tal caso el
disco. Ello siempre que usted no ordene lo contrario ni preceptúe lo opuesto,
claro está.
Para qué diantre
tratamos de embolarnos los unos a los otros y los ostrogodos a los hunos, si al
fin i a la postre todito bajo el sol se acaba sabiendo para desdoro y fatiga
suplementaria de quienes con celo y perseverancia dignos de mejor causa
disfrazan lo suyo y embarullan lo ajeno para que las vigas parezcan paja y la
paja oro del que caga el moro. Es algo que todos en mayor o menor medida
hacemos, porque las lenguas largas andan al acecho y no se resignan a vegetar
en sus cajones de sastre.
No es por casualidad que
me note tan apresurado. Es que de toda urgencia cúmpleme echar una verticalita
por lo de Demetrio. Si no conoce a Demetrio, ello no hace sino probar
fehacientemente que a usted lo estomaga todo lo que suene a revista del
corazón.
Demetrio es lo más
popular que se dio al mundo por vía de inseminación artificial, o equivalente.
Iba a decirle que se asemeja en gran medida a una Biblia apócrifa no sometida a
la prueba del nueve, pero eso peca de irreverente, según todas las trazas. No
sé, Demetrio no precisa consolidar su buena estrella mediante conciertos
firmados por prebostes durante merendolas pantagroélicas celebradas allá por
Trento, aquisgrán o Constantinopla a expensas del amadísimo pueblo cristiano o
de quienes hagan sus veces. Y conste que no es Demetrio quien me interesa,
sabe. Es masbién su despampanante sultana la que me descuajeringa así los
dormires como los despertares. Trátase de una de esas salmantinas que quitan en
un santiamén el más empecinado de los hipos. De ésas que cada diezmilenio da
dos o tres, dicho sea exagerando un poco la nota. Con la excusa de estar a
partir un piñón con el marido me llego por aquellos andurriales y pelo la pava
muy a gusto del consumidor. Creo que el bueno de Demetrio se da cuenta de todo,
por más que se haga el sueco ante la desmelenada obsequiosidad no exenta de
descaro con que ella me recibe. Ay dominguín, ya empezábamos a preguntarnos qué
birria de tren ochocentista te habría despanzurrado en noche de rayos y
centellas. Pasa hasta la cocina, que es en fin de cuentas para ti terreno
conquistado. Y otra vez que asomes el hocico con intención explícita o tácita
de almorzar, a ver si avisas. Dónde has visto tú que en casa decente se sirva
la pringada rayando la hora taurina.
Todo puritita exhibición
sainetera, Porfiriazo. Demetrio se ríe de compromiso pero en medio de su
carcajada me apercibo sin gran esfuerzo del mensaje subliminal que por su
intermedio se me trasmite. Ya sabe que mi sexto sentido es implacable a la hora
de moverse en los ámbitos de lo subyacente. Lo que él me dice con su silencio
socarrón es venga, cobardón, ya estás tardando. Llévatela de calle. Híncale el
diente. Echad entrambos dos a correr y no paréis hasta haber alcanzado el
rincón más apartado y friolento de
Eso es lo que me
aconseja sin aconsejármelo el muy barbián. Pero yo come se niente Fosse, que
dice mi proveedor de pizzas envenenadas. Talvez el fulano anda aprovechando el
tirón para matar dos pájaros de un tiro. Esoés. Mandarnos a la porra a su
adorada costilla y a este incondicional servidor de usted. Pero no le daremos
tal gustazo. Si a él le apetece mancharse las manos con sangre inocente, que se
convierta en matarife de reses bravas, sin lugar a dudas una de las profesiones
más nobles y meritorias que conozco. Además, existe otro no menos poderoso
inconveniente, y es ello que soy alérgico a los descensos del termómetro por
debajo de determinados ratios.
También visito a
Demetrio porque él, que indiscutiblemente vio en mí el ultimísimo chance para
librarse sin violencia de su yugo conyugal, desempeña con encono y maestría su
oficio de valedor mío, cara al santo Patrón de las Causas Perdidas. Visionar a
Demetrio, porque para mí más que de un ser humano se trata de una película con
demasiados rombos acuestas, significa a los efectos presentes forjarme un
propósito de nula ejecución, es verdad, pero es que a uno se le alegran las
pajarillas y hasta las pajarracas nomás en concibiendo gajos de ensoñación a la
vera verita de un tipo que reúne todos y cada uno de los requisitos exigidos
para ser feliz y que sin embargo no lo es, el muy berzotas. ¿Quiere un ejemplo?
>Pues ahí que le va, recién salido de fábrica. He aquí un diálogo del tenor
que solemos tener Demetrio y yo antes de despedirnos hasta más ver, que son
señas de volver. Eso sí, prométame que no lo reproducirá ante sus hijos menores
de tres años. Brilla en él por su ausencia cualquier párrafo aleccionador.
Ahora comprenderá porqué:
Yo --Hasta la vista.
Demetrio –Cómo hasta la vista. No te hagas de nuevas.
Y –Que me aspen si sé a qué te refieres.
D –Claro que lo sabes. No me digas que olvidaste lo de
mañana.
Y –Pues sí, eso te digo, porque es la pura verdad.
D
--Habíamos quedado a las
nueve en punto. Calle Sierpes, esquina Sagasta.
Y –Ya, ya sé por dónde vas. ¿El golpe, no?
D –Equilicuá! El golpe, y no precisamente de estado.
Y –Qué sería de mí sin tu archivador mental.
D –Le darías probablemente más juego a esa sesera que
se vería mejor como ingrediente secundario de una tortilla tipo estándar.
Y –Gracias por el piropo. ¿Y cuál era exactamente
nuestro programa de mano?
D –Pues que me lo pides de rodillas y en cruz, ahí te va
un recordatorio. De nueve a once, desvalijaremos a pacíficos viandantes a
vueltas con el inaveriguable y rediticio timo de la estampita. A eso de las
doce PM, atracamos la sucursal número uno del central Hispano, y para las cinco
tomaremos el primer avión con destino Chicago.
Y –No me salgas ahora con el chiste de castigo. No me
digas que chi cagas milagro será, porque andas de un estreñido que no se pué
aguantá…
D –No, si no pensaba hacerlo. Y nomás en llegando allí
acometeremos la hazaña más hazañosa que hayan visto ojos de hommo sapiens
durante las eras antigua, media, moderna y contemporánea. El palmaré de Al
Capone se verá ridículo de toda ridiculez por comparación a lo que nos
disponemos a materializar. Que se vayan preparando los nindundis del FBI para
hacer la tira de horas extra por amor al arte.
Así es eso. No me diga
que sigue sin capiscar una triste jota. Ello no tendría perdón de dios,
sobretodo si esa jota es por ventura aragonesa. ¿Me sigue siguiendo, a que sí,
Porfirio-de-la-metamorfosis-y-de-las –rocas-metamórficas? Asomar por lo de Demetrio significa para mí
enfrascarme en algo así como un intercambio de cromos virtuales y
descascarillados. Soñar a precio de costo. Sustraerme a los imperativos de la
época y de la razón pura y de la manteca colorá y del aceite de olivita
desnaturalizado. Tornar excusable lo que códices de medio mundo califican como
delictivo y los catecismos como pecaminoso y los vademécumes psiquiátricos como
anómalo. Sí –Porfirricinguizango.
Otros, con derecho que les sobra, se decantan por ir a lo de Irene, do diz se
baila y se bebe hasta las tantas. Yo empero practico el demetrismo, deporte no
muy sano consistente en que te duela el trasero de tanto jeringado contacto con
la silla de tijera y en adherirse a la ley seca por tiempo indefinido, pero
sobre terapias no hay nada escrito y el aire espeso y semisórdido que se
respira bajo ese techo como que me pone alas, oiga, me quita años de encima.
Esto es ni más ni menos que una droga –Porfiri-caracuri-corequero-güigüí-cuacuá-guauguau-cricrí-ajolijaji-chuchirrichecho-mamirrimami-quiquiriquí-.
¿No me participó usted más de una vez medio embroma medio enserio que de drogas
también se vive? Pues sin el menor ánimo de que me la agradezca, ahí tiene la
confirmación. El orden sacerdotal digo yo que podrá esperar.
TELETABI AEROSTÁTICO
Hoy me asaltaron todos los susurros ciegos amasados por
la polvareda fluvial que pulsa los únicos resortes valederos frente al
aturdimiento provocado por los días ocres, una vez más mi pie ineducablemente
forajido desertó de los pescantes que en justicia le cuadran y en un tsunami
que probablemente habrán recalado con saña inoportuna entre plañidurías
residuales de velorios clausurados por falsías y emergencias ,me cautivó una
vez más el sesgo omnipresente de la esperanza, cierto ángel adosándose a mi
médula se complació en enunciarme de nueva cuenta las verdades de ese barquero
que nunca se sintió cómplice de sus homólogos del Aqueronte o de la fábula que
vadeaba con afanes políticamente correctos los inermes juncos de mi mente
recién puesta a orear por mor de que no se me desmadrasen los corceles
apátridas pero además de todo esto he conocido a Nora….
Hoy capté el
arracimamiento de manos cara a la pícara olla del poder y de sus vitolas y
vanaglorias consustanciales. Cinco dedos resolutos oficiáronme como sextante
cara a los reclamos de una mar picada. Noticieros de medio pelo hacían lo
posible por desenmascarar a tipos de mi ralea acusándonos de no prestar la
debida atención que pugnan por escoltarnos así desplazamientos como quietudes.
Dijéronme por baja frecuencia mil lenguas de doble filo que el proceso de
recepción en curso mal puede afectar a la cotización en lonja de las tartas de
moca así como de sus tan suculentos como extrapiscícolas derivados. Reductos
antiaéreos generados por tragaluces de silencio surtieron pertinentes fechas de
caducidad a cuyo desmelenado chasquear intramuros de mi sangre generáronse
turbulencias atmosféricas las cuales tenían mucho de admonición, de nalgada
cariñosa e irreversa. Pero por contraposición a tanto engendro mal acomodado en
angosturas de cajón de sastre, he conocido a Nora.
Me topé con advenedizos
que, fatigándose por anticipado, tratan de sustraerse a las mordeduras del mal
tiempo a un mismo comodín no siempre acogedor ni promisorio. Oficialicé mi
renuncia a gestionar la recuperación de cierto gabán que olvidé en la
madriguera de un picapleitos cuyos efectos infectocontagiosos salpican
escenarios políticos de relativa baja estofa. Me vino a la memoria todo un aluvión
de nociones harapientas y minusválidas que vanamente traté de usar en son de
chubasquero en el período más recio e insultante de todas las canículas. Un
incierto cableado submarino me enlazó con todo un galimatías de civilizaciones
impresentables. Fui maya, fui quechúa, fui cheyén y guaraní mientras se cernían
por el páramo insular de mi nacencia todo un fleje de agónicas convulsiones de
ésas que sólo apreturas invernizas viabilizan, acaparan y racionan.´soñé
machadianamente con una inescrutable arteria etílica que invadía así el
Estrecho de Gibraltar como los Dardanelos para mejor visualizar la desvaída
cartografía retratadora de metrópolis donde se dan la mano en simultánea y
omnipresente prevalencia fastuosidad y miseria. Supe que también las goteras
que hacen sus nidos en chabolas acartonadas pueden ser conjugadas en clave de
opulencia. El individuo que nunca pasaba de largo sin asestarme sus inaudibles
buenastardes se detuvo esta vez del todo para ofertarme sin excesivos
preámbulos uno de esos catalejos pintiparados para esquivar proximidades que se
dan de bofetadas con el tren de los deseos. Consulté en las páginas amarillas
de la perversidad medioambiental si el Paraíso Terrenal me quedaba muy a
trasmano y supe por fin que la realidad se halla consustancialmente reñida con
escarceos retrífugos en pos de salvoconducto hacia zonas donde se cociera la
ingravidez primigenia. Pero nada de lo dicho tuvo después de todo demasiada
importancia. Porque sin comérmelo ni bebérmelo, en la antesala de cierto recinto
donde se congregaban macarras y estraperlistas junto con algún fortuito
equilibrador de la balanza, he conocido a Nora…
CARTA A UN SALTAMONTES
DESDE MACROPRESIDIO GERUNDENSE
Amigo Pepe, gracias por
tus noticias. Acaba de traérmelas el alcalde junto con el segundo carajillo de
la mañana. Por consiguiente, susuncórdam, ¿tú qué dices? te contesto antes de
concluir su refocilante lectura. Hasta ahí llegan los hábitos sediciosos y
transversales. Si esta cuartilla huele a lavanda, échale el muerto a un osito
panda. Si a lo que canta es a vetiver, será carpanta, vete a saber. Si me dejo
asuntos en el tintero, espera para su abordaje cualquier cónclave de ésos que
celebrábamos con toda la vasca cabe los albañales que bien conoces. Esto de
escribir cartas a la antigua usanza se está poniendo por las nubes, pero si
queremos buscarle un aliciente no se me antoja exista forma más decorosa e
infalible de hacer el ridículo. Ni siquiera puede comparársenos con los últimos
de filipinas, porque ésos ya me figuro acertarían con más de una perdiz en su
ejecutoria como francotiradores de algún modo comparables al más empedernido
pacifista.
Acá en estas cerrazones
a uno lo que le sobra es tiempo para repasar verbos irregulares. También para
recordar a mindundis como Bonifacio Téilor, Sinforosa de
Asimila con estoicismo y
provecho las lecciones que te esté dando la vida. Si llegaste a la conclusión
de que el ramo asistencial no es lo tuyo, recuerda mis denodados esfuerzos por
imbuirte tan certera convicción. Una de las escasas ventajas de mi hospedaje a
perpetuidad en el trullo es que acá no llegan facturas o peticiones de oenegés
empeñadas en que adoptes niños por correspondencia ni preavisos para despidos
por causa objetiva. Cierto que también pierdes práctica en lo de hacer con la
novia el boca a boca pero todo sea por la reinserción. Tampoco recepcionas por
estos lares ofertas de compañías empeñadas en arreglarte la economía por vía de
sus tentadores planes de lanzamiento. Me hablas en tu carta de un tal Fortunato
al cual yo debiera o debiese conocer. Como no te refieras a cierto personaje de
mi novela “don Espiridión y las Pibas de Joncón”, pecado de juventud que cometí
para vengarme de quienes de un modo u otro contribuyeron a mis notorios
desajustes curriculares. También se llamaba Fortunato, si mi flaca memoria no
me engaña, el jardinero de un parque recreativo que cada vez que me veía me
invitaba poco menos que a hacer genuflexiones ante su ilustre manguera. Ah, y
un tercer Fortunato fue boxeador, nació en Italia y le endiñó la paliza del
siglo a un paisano mío que se metió en aquello de las doce cuerdas pensando que
no hay que pasar por cocinero para llegar a fraile. No me preguntes si tal
púgil militaba en el peso huélter porque ando algo hiperdesconectado de la
modernidad y sus tablas de equivalencia respecto a nomenclaturas propias de
carcamales como nosotros. Es que es la mar de socorrido esto de modificar fachadas
para dejar intacta la choza, chabola o cuchitril. ¿Sigues entregado a la
expendeduría de tebeos que tanta rechifla satiricopornográfica desataban entre
quienes los adquirían creyendo que ellos darían un buen espaldarazo al
libertino que todo consumidor de tales memeces lleva dentro? Supongo que habrás
encontrado menesteres más reconfortantes con que hacerte acreedor al potaje de
lentejas del día que lo hayan cocinado. Con todo, tampoco nos pasemos de la
raya echando pestes sobre el pasado. No fuimos una generación malota del todo.
Cierto que no nos caracterizamos por poner en Flandes picas demasiado
significativas, pero mantuvimos discretamente erecto el mascarón de proa sobre
su correspondiente tajamar. Vivíamos tiempos convulsos y más promisorios de la
cuenta. Los resultados a la vista están. La ley de ese tal Murfi muéstrase
implacable respecto a que todo lo malo es susceptible de empeorar. Dices que
todo el mundo anda de un desconectado que no se puede aguantar. No será por
falta de medios para darle a la plumita y a la sinhueso a precio de coste como
aquel que dice. Observo que a mayor incremento de recursos disponibles,
vuélvense las comunicaciones más frías, escuetas, distantes, impersonales,
chapuceras, insulsas, infrecuentes, por no hablar de ortografía y presentación.
Nada me extrañaría que al paso que vamos acabásemos como los árabes escribiendo
tan sólo consonantes. Diz que la culpa es de nuestros catastróficos sistemas
docentes, pero yo no las tengo todas conmigo por lo que a esa vaina respecta.
Más bién me inclino por la tesis de que, si lo que compraste el mes
proximopasado se te queda en un plisplás fuera de circulación, hay todo un
alijo de culpabilidades circulares cuyo análisis es cosa de más esclarecidos
bolondros. Si quieres estar al día, aparte contárselo a tu tía si por un casual
la tienes y se digna hacerse eco de tus fundadas quejas, ráscate la
faltriquera. Pon buena cara a los enteradillos que tomen a su cargo tu
adiestramiento en el manejo de tales adminículos. Y procura que el aprendizaje
sea veloz y eficaz, pese a que el próximo ingenio que llamará a tu puerta por
vía mercantil como que ya lo están peinando en el Japón o donde diantre sea que
lo peinen. Estos mercachifles no nos caen ni medio bien, pero son consumados
ases en esto de revolucionarnos el panorama sin necesidad de robespierres o de
bacúnines que acudan al quite. Nunca olvides que lo suyo es hacer su agosto a
años luz de la canícula. Comparto otra de tus apreciaciones no por pesimista
menos justiciera. La gente parece haberse aconchabado en sus búnqueres de
cartonpiedra y de ahí no salen más que por imperativo legal como aquel que
dice. Maliciémonos con toda prudencia que ésta es la era verdadera a cuyo
advenimiento hasta a los leones íbamos a cortarles el rabo y llegada la cual
nuestros réditos mídense según los parámetros indicados por la siguiente
dirección electrónica:
cao.
desanimo@arbitrariedad.com.mu ,donde mu no equivale al mugido de ninguna vaca
lechera sino al mismísimo mundo mundial. Haz lo humanamente posible para que
acabe gustándote la privatización a la cual tanto atraco a mano armada
adeudamos. Tus cuitas encomiéndaselas al correo ordinario, porque el
electrónico no suele hacer mucho caso a insurgentes sin oficio ni beneficio
como nosotros. De seguir esto así, crecerán en un porcentaje atroz los actos
constitutivos de delito , por no hablar de las omisiones, que constituyen un
filón sociojurídico poco explotado. Si no tienes quien represente tus intereses
con entusiasmo y efectividad, nunca pierdas de vista que quien a buen árbol se
arrima pasa por vegetariano. Filósofos y antropólogos y toda esa pesca llevan
milenios buscando la vía de en medio, pero cuantrimás nos aproximamos a él con
tanta mayor obcecación se nos resiste ese el dorado. Conformamos una colectividad
desencantada de haberse conocido. En vez de combatir hambrunas y calamidades
por el estilo, nos consagramos denodadamente a alimentar supercherías pensando
con supina ingenuidad que la batahola neotecnológica elimina por sí misma
carencias y desaliños que se remontan a períodos sobrecogedoramente ancestrales
cuando nuestros homónimos de la vieja guardia cromañoneaban que era un primor.
Interné pudiera haber sido toda una gozada pero hemos trocado tan feliz
hallazgo en el más concurrido de los funerales porque lo nuestro es reincidir
hasta el absurdo en la manía de pedir peras al olmo y perras a quien por
fidelidad a su propia naturaleza no suelta un duro. A mí me enseñaron poca cosa
pero con ello tengo suficiente para instaurar en mi corazoncete todo un
imperecedero monumento de admiración y gratitud hacia mis esforzados maestros,
pese al tiempo que me ha tomado comprender que tenían más razón que el entero
santoral. No he llegado, vaya por cuándo , a dominar la trigonometría. Tampoco
completé másteres en tal i que sé yó. Mis padres, pobriños, nunca oyeron hablar
de lo bien que viven los potentados que han fijado su cuartel general en las
inmediaciones de Huolestrí. Nunca fui eso que se llama un gigoló. Nadie pudo
decir de mí con verdad aquello de eres guapo y con dinero, qué más quieres
–Baldomero-…anduve mayormente a ciegas porque a algún gracioso le dio por
choricearme las gafas de cerca, pero , para decirlo con palabras de un tal Juan
Manuel (el cual, dicho sea provisionalmente, nació en España), qué le va usted
a hacer, señora… Esta época nos tiene calados, amigo Pepillo. La titulitis de
otrora se le ha ido pasando a la especie con la misma docilidad con que ceden
sarpullidos de fogueo. Estamos soltando lastre. O tocando fondo, según dijera
el llorado orate. O disparando los penúltimos proyectiles asignados a la
carabina de Ambrosio. Estamos haciendo cualquier cosa menos nuestro deber. Qué
novedad, eh tío? Puestos a soltar lastre, ya podríamos duplicarle la jornada al
intestino ciego, con lo cual lo mismo le daba por engordar al delgado… Nuestra
vocación adoptiva consiste en arruinar códigos de señales . Al de la
circulación le quedan aún algunos telediarios de vigencia, por obra y gracia de
los concesionarios de firmas fabricantes de automóviles. Y lo peor es que
cuando hasta ése nos hayamos cargado, dime tú con base a qué criterios vamos a
emprender heroicas cuestaciones para proveer de insulina y paracetamol al perro
del hortelano. Esto me recuerda un chascarrillo que hizo furor cuando yo y tigo
éramos renacuajos recién egresados del mundo de los posibles. Para serte
sincero, me recuerda varios, y ahí te van por orden de afluencia a mi
destartalada memoria, un orden que ni por asomo se parece al alfabético ni
muchirrísimo menos al alfasevillista. Mantenga limpia España. Fanta da gusto
tener sed. Cuando el monte se quema, los mesetarios se libran por los pelos.
Bueno, tú, fuera coña, me estoy notando exacerbadores síntomas de aliteración y
envaramiento. Si creyese en la transmigración de las almas, lo resumiría
diciéndote que vuelvo a ser el vejete de siempre, pero hasta las
justificaciones de consolación se le arrebatan a quien no pueda ostentar la
liquidez necesaria para amortizar las pertinentes fianzas. Dejemos a los
alienados jerarcas de la sinrazón pensando que habitamos el mejor de los mundos
posibles. Ellos bastante tienen con recibir en sus respectivos domicilios los
últimos gritos de la inagotable fanfarria cibernáutica . que otros paguen
precios prohibitivos por eso que a ellos les cuesta lo que en su momento vendrá
sabiéndose ,porque nada hay tan engañador como las cuestiones de imagen. No te
olvides de felicitarme las pascuas inmediatamente venideras.
Yo te mandaré mis
andanadas de agotamiento escritas así, del arrempujonazo y tiro porque me toca.
Por más que las leyes y las trampas se empeñen en interponer leguas de tierra y
mar para que tú y yo no nos hallemos sino en los reversos de epístolas sin
demasiado futuro, nada ni nadie osará negar que, nos unen variopintos intereses
comunes. Estoy ideando un método taquigráfico que cuando me dé por patentarlo
se va a cagar la perra. No te adelanto mayores detalles porque lo
desestructuraría antes de tiempo y tampoco es plan. Recuerda, chico. Veinte
años no es nada pero mal que bien hubo que vivirlos. Perdón por haberme pasado
de cilindrada. No era mi propósito, pero ya sabes: los convidados de piedra son
los primeros en traicionar el secreto del sumario que debiera presidir los
prolegómenos de todo ágape que se precie. Dice el gobierno que pronto asistiremos
en riguroso directo a la enésima reedición del milagro español. Los
beneficiarios de la burbuja inmobiliaria retrucan que por esta vez prefieren no
opinar. tampoco se mojan los traficantes de estupefacientes. Ni los fanes de
Pedro almodóvar, pero por lo que a éstos se refiere el mutismo sobre asuntos
enrevesados se les da por supuesto. quienes duermen bajo los puentes ha tiempo
perdieron el provechoso hábito de leer tanto aventajado reemplazo de
Tuyo afectísimo: El Niño
de los Gorgojos.
Autor: José Claudio Suárez. Tenerife, España