Me he tomado la molestia de
consultar el diccionario de
¿Y por qué se quita la vida
la gente?
Según los datos
estadísticos que yo he podido manejar correspondientes a los años 2014 y 2015,
En España se han suicidado 3600 y 3700 personas respectivamente. Desde mi punto
de vista, esos son los datos oficiales, pero no son los datos reales, porque
hay suicidios que no se registran. En los certificados de defunción expedidos por
los facultativos de turno, no se suele decir la causa verdadera de la muerte.
Es bastante vergonzoso que predominen los textos: “Parada cardiorrespiratoria”.
Cuando se produce un suicidio, debe hacerse constar expresamente en el
certificado de defunción y practicar siempre que sea posible, la autopsia al
cadáver. Esto no se hace, y por tanto el suicidio, no se registra.
Si las cuentas no salen
mal, que no salen, en mi país se quitan la vida más de diez personas cada día.
Las zonas de mayor incidencia y vuelvo a recurrir a la estadística, son
Galicia, Asturias y Málaga. ¿Málaga? ¡Sí, Málaga! Eso último, Málaga, no deja
de chocarme, de causarme cierta extrañeza.
En Europa son los países
nórdicos los que destacan en número de suicidios y en América, se da más en
Estados Unidos y entre el indigenismo. La gente se quita la vida de todas las
formas y modos imaginables; desde tirarse de una altura considerable, ahorcarse
o ingerir un tubo de pastillas, entre otras maneras de matarse.
¿Y qué es lo que lleva a los
humanos a ejecutar este acto supremo de la muerte voluntaria? Pues ciertamente
las causas son complejísimas, pero no todo el mundo tiene trastornos psíquicos.
Es claro que la mayor incidencia se da en las personas depresivas, si bien no
todo el que se suicida padece necesariamente una depresión. He conocido
personalmente a suicidas que estaban en perfectas condiciones mentales.
Esta tendencia a quitarse
la vida, surge en cualquier clase social. Los expertos dicen que en las clases
sociales económicamente débiles se da con mayor asiduidad, pero yo no me lo
creo. La gente se mata por distintas razones. Hay personas que quiebran porque
sus finanzas se agotan y sus obligaciones exceden con mucho de su patrimonio,
hasta aquellas otras que se divorcian o que han tenido una ruptura amorosa. La
última persona que se suicidó y que yo conocía porque me trataba, fue un médico
nefrólogo. En un principio me resultó incomprensible su decisión. Más tarde, me
enteré de que el tal señor padecía un cáncer precisamente de su especialidad.
Nunca me hubiera imaginado que este buen hombre se iría así al otro mundo.
Pienso que la salida del suicida, es salir de aquí, desaparecer, esfumarse,
disolverse, acabar con el problema, para él irresoluble.
Y volviendo a las
estadísticas, hay dos hechos sobre los que me gustaría reflexionar en voz alta.
El suicidio abunda más en aquellas zonas donde se ve menos la luz solar y donde
el invierno es más prolongado. Ahí, la depresión es más frecuente, parece ser.
El segundo hecho es que la sociedad norteamericana, que es una de las
sociedades que generalmente vive en la opulencia no solo económica, sino de
bienestar en todos los sentidos, tiene una mayor incidencia el quitarse la
vida. Es curioso también, el que el indigenismo americano pueda ejecutar esta
trágica práctica. Y me ha llamado la atención que la zona de Málaga, también
aparezca destacada en las estadísticas. Escudriñando un poco más en este hecho
concreto, he llegado a una conclusión interesante: En la costa del sol
malagueña, hay una colonia de extranjeros importante. Preferentemente alemanes
y británicos. Y son estos los que más se suicidan. En Europa, los británicos
después de los nórdicos, parece que son los más tendentes a este acto. Tengo
que indicar, me parece importante, que entre los extranjeros que residen en la
costa del sol, abundan los jubilados. Hay muchísimas personas en este grupo que
padecen enfermedades crónicas.
No quiero terminar, sin
referirme a dos hechos tremendos, que no dejan de sorprenderme: El suicidio de
los niños. ¿Cómo puede ser, que un niño que empieza a vivir ponga fin a esta
vida que brota con fuerza y que está llena de sueños, de ilusión y de
esperanza? Esta vida que sufre un trauma psicológico por el fracaso escolar o
por las condiciones familiares, violencia de género o ruptura de los padres.
Los adolescentes y los
jóvenes, que cada vez con mayor frecuencia ponen fin a su vida porque no
encuentran su sitio en su mundo. Se refugian en la droga y a veces, se suicidan
involuntariamente, como consecuencia de una ingestión de sobredosis de caballo
(heroína) u otros tóxicos mortales. En otras ocasiones, quieren desaparecer y
desaparecen voluntariamente, porque no pueden resistir el desamor
Quiero concluir relatando
una anécdota que un poco antes de comenzar a escribir estas líneas, me ha
contado un amigo psicólogo: Me llamó una amiga por teléfono, y me recomendó a
una mujer joven que tenía una gran necesidad de atención psicológica. Le dije
que no iba a poder recibir hasta el día siguiente, puesto que tenía la consulta
llena. Le di hora para poder asistirla inmediatamente. No se presentó. Llamé
por teléfono a su domicilio y me contestaron que ya no hacía falta.
Lo había resuelto ella misma.
Madrid, marzo de 2018
Autor: Hilario Alonso Sáez-Bravo. Madrid, España.