ABLUCIONES SIN
RECARGO PARA PRÍNCIPES DE ASCENDENCIA SERBOCROATA
Miró sus pies
desnudos. Cómo ahora y cómo aquí. Porqué no entonces y en cualquier otra parte,
díjose incrédulo. Mi destino es como el clavel en la solapa, añadió a medio sonreír.
Pinta mucho pero pocas veces bien. Canta excelsamente cuando se le encarta pero
con frecuencia desentona. El mapa dibujaba una suerte de balanceo con sordina
cuan colgajo detenido cara a la pared, oficiando a su modo de límite entre las
estrecheces de aquel cuchitril y la presunta inconmensurabilidad de las
afueras. No sé quién fue Júxley, anotó con desgana en los rebordes de su
bitácora maltrecha. Ni quién diantre se sacó de la manga la ley del embudo,
completó como saliendo a trancas i barrancas de un estupor fingido. Ni qué
policromías cuadran mejor al terruño originario. >Ni se de dónde soy ni
paqué carajo vine ni adónde leches voy. No dé de pertenencias ni de tonsuras
ostentadoras de su bestial abolengo. Qué o quién me andan incluyendo en sus llamamientos
plurilingües, en sus convocatorias multibandas.
Salió a la calle.
Nevaba. Pero más recio, menos hospitalario que el mismísimo invierno era el
aluvión de años y de mieses que le caían encima a modo de insidiosos rescoldos
de una guerra aún no clausurada por armisticio alguno. Tiempo unánime que le
golpeaba las sienes como granizada de cascotes olientes a ranciedumbre y a
mohosidad sin límite. Recua de años incapaces ya de escenificar cualquier amago
de amotinamiento, los cuales interceptaban su propia sombra a modo de séquito
anodino y estéril.
´
Este es mi erario,
balbució sintiendo que se le congelaban hasta las bisagras del cerebro. En esto
consisten mi emblema, mi abolengo, mi coartada. Se preguntó de pronto de qué o
de quién es que andaba escapándose. ¿Acaso era un castigo aquella sucesión de
estadías sintiéndose despedido por los barandales del entorno? ¿Aquel estar y
no estar? ¿Aquella inclusión en lo más hondo y sucio del catastro? ¿Acaso se
hallaba presentenciado a recorrer mundos y submundos por los siglos de los
siglos como quien colecciona cromos que le van ganando cada procura, cada
boqueada en pos de aire, cada sorbo del líquido elemento?
Sí, se dijo. Es
posible que sí. Yo mismo convirtiéndome en mi peor enemigo. Acorralado entre cercanías
y lontananzas que se arraciman en mi derredor para mejor cernerme y anularme.
Echó una nueva ojeada a sus pinreles entumecidos.
Desde luego que sí. Qué mal lo disimulo; soy un tránsfuga como otro cualquiera.
Qué le he de hacer. Ésa es mi vocación.
De nueva cuenta le invadió el temblor. Y le pesaron
en el alma las frigorías de un sueño brutal. Laxitud. Desperezo. Imprecisión.
He ahí los diagnósticos. Inmutabilidad aparente de tres tistes palabras. Lo que
ocurre es que así dichas no acaban de sonar del todo bien. ¿No habría otra
–palabra, quedábamos- absolutamente neutra que pudiese sustituir con ventaja al
más chispeante y acrisolado de los discursos? Gualdrapa. Que tal gualdrapa. Ya
puestos, qué más dará que siese que daría o hubiere dado. Visiblemente
enloquecía. Confundía prolegómenos con postrimerías. Había perdido cualquier
atisbo de noción espaciotemporal. Pretendía escudarse tras enigmáticos
atrabancos que lo liberasen liberadoramente a la libertad de sentirse libre.
Ah, no sé, apretó los dientes con rabia. No sé qué
abracadabrante delito amortizo en mi estampida para solista solo. ¿Acaso es
delinquir esta sobrevivencia a rras de suelo? ¿Acaso es delictuosa la
respiración misma, asfixiado como te hallas por nudos corredizos de
indiscernible estirpe?
No. Estaba visto que no. Que no cristalizaban ideas
definitorias en su caletre. Hacía verbigracia versos prosaicos. Destilaba
cláusulas no por interrogativas menos concluyentes.
Ignominia, exclamó sin convicción, como quien
acuchilla su propio paladar al profanarlo con yerbas venenosas. Fuentes
insondables del Nilo y del anhelo. Trató de autoinfundirse ánimos. Y entonces
recordó. Año ochenta y siete. Mes agosto. Día trigésimo primero. Hora nona. Eso
no le aclaraba ningún galimatías. Significaba masbién muy poca cosa. Pero era
lo que había.
No te entiendo. Me
llevas ya cuatro horas sermoneando sobre lo mismo. Que si la carne, que si la
carnaza, que si los pitracos listos para el basurero. Relamiéndose cara al
festín carroñero que se disponen a atizarse los muy tragaldabas. Quién te crees
que soy. ¿No se te ocurrió pensarlo ya? es lógico. Semejantes nociones entran
como de refilón y a hurtadillas tu desvencijado archivo de valores catastrales;
en tu código de asuntos que revisten o pudieran revestir cierta importancia.
Ahí donde las trivialidades dejan de serlo cuando se imponen la necesidad de
solemnizar cualquier cosilla. Códice por demás devaluado si tenemos en cuenta
lo inmediatamente precedente unido al hecho de que además te ventilas tu vida y
milagros como los fariseos a quienes en su día fue dedicado tanto evangélico y
merecidísimo exabrupto. Como los maestros de la defenestración y del escándalo.
Ni comes ni dejas comer. Ni entras ni dejas entrar. A tus propias hambres las
denominas ayuno voluntario y te quedas tan pancho. La inanición ajena es recreo
para tu depravado espíritu. Y mira, te lo digo desde la cortina de años y de
quilometraje que de hoy en más nos separará por siempre. Gracias a dios, que
decía el chiste el cual algún benévolo zurcidor de chascarrillos dedicara al
Generalísimo Franco en son de desaliñado homenaje obituario. En vida del
Caudillo, a quién dar las gracias sino al recién mentado. Será cuando éste la
espiche que podamos decir con justeza y alegría y sin embarazo y a boca llena
dar gracias a dios. Pues eso. Lo que yo te diga. Yo me desharía en expresiones
de gratitud enderezadas al Rey de Cielos y Tierra si no te estuviese oyendo
enhebrar despropósitos que trascienden lo que dices hasta conectarse
inextricablemente con lo que callas, con tu bendito silencio. TINUASES BRAMANDO
TU TENEBROSA Y DESABRIDA SALMODIA MÄS allá DE DIQUES Y CLAUSURAS; TRASCENDIENDO
murallas de lo más irremontable, alongándose hasta ahí donde cesa la vigencia
del raciocinio, ahí donde nos desamparan de medio a medio códices y lealtades.
Ya ni tan siquiera me es dable maldecirte. Porque es que tú no te lo creerás
pero lo cierto y verdad es que sigo sin cogerte el hilo, sabes. No consigo ni
por pienso averiguar de qué diablos y contra cuáles serafines y arcángeles
vomitas por esas fauces de piñón fijo tus toneladas de azufre y cicuta. Porque
recapitulemos. Vamos a ver, tú nos mandaste reunir a todos, ¿o no? Llevas ya
cuatro interminables horas dale que te pego, anatematizando a tirios y a
troyanos, y todo ello a cuenta de esa cochambre destilada por un pecado oscuro
y ominoso que no nombras. Porque tú, ¡atrévete a afirmar que miento!-para nada
pronuncias la palabra pecado. Tú te andas por las ramas. Tú hablas de cieno. De
ingentes y nauseabundos barrizales. De algo que resulta tanto más horripilante
cuanto que al parecer carece de nombre. Y ahí te duele. Y ahí nos encocora. Y
ahí quedará incrustada en nuestras almas infantes un furúnculo que supurará de
por vida su purulento brebaje inenarrable. Me da la impresión de que lo sabes.
De que no eres ajeno a que la ausencia de denominaciones comporta un vacío que
sólo halla equivalencia en fugas atroces donde el espíritu corre que se las
pela pretendiendo esquivar males que desconoce. Eso era. Eso es. En eso
consisten las amenazas enhebradas por seudopedagogos de tu ralea. En puras y
simples cosificaciones de la vida que se resisten a ser designadas, en un
existir encorsetado por remilgos y cauciones. Vida casi vegetativa afuer de remisa
a todo cuanto suene a movimiento. Opacitación de cualquier género d de
mordiente. Apuramiento de un cáliz cuyo contenido vomitaremos en la primera
ocasión, circuido por las más rancias e ignominiosas pestilencias dimanantes de
la entraña. Pero ya que estamos, tú sigue. No te cortes. Héteme aquí para no
entenderte. Héteme, sí, sumido hasta las heces en incondicional obsecuencia y
en tinieblas que ni a tiro limpio cejan. Todavía no concibo qué es lo que
exactamente significa ser rebelde. Insubordinarse no contra alguien en concreto
sino contra todo y contra todos. Hacer abstracción de la gran engañifa que
anida en lo aparente para asentarlas en las fuerzas con que se cuenta para dar
clima a esos móviles que comienzan equiparándose al grano de mostaza para irse
hermoseando hasta devenir árboles copudos y rozagantes. El mismísimo terror que
ahora nos paraliza ha de ser nuestro punto de partida. De ahí arrancaremos para
incorporarnos al engranaje que nos lleva y nos trae, a esos imperativos
biensonantes cuya hipoteca malsana se impone irrefragablemente a la solvencia
de las mejor surtidas faltriqueras. –o cuando menos intuyo- que nada de esto es
casual. No es por azar que se recortan nuestras deshilachadas siluetas en estos
bancos gélidos. No es casual este silencio cuya gravosidad se nos hurta por lo
que respecta a sus repercusiones en nuestro porvenir. Lo tenéis todo previsto
los arengadores de tu camada. Cada palabra. Te sucede. Que mientras
despotricas, te sientes demasiado seguro de ti. No sopesas. No disciernes
causalidades ni efectos. >No te haces cargo del hondo error que subyace
ramado que a tus buenos oficios de debe mucho de su prestancia. Puede hablar de
inocencia quien anda sembrando malicia y lo sabe. Cómo puede gestualizar el
pecado anónimo en su conjunto le conoce todos los vericuetos, tipologías,
variantes, eximentes…
Te salva eso. Que
ahora y aquí no hay dios que cuestione tu estrategia dialéctica, tu vidrioso
empaque procedimental, tu técnica de marear la perdiz hasta el infinito. No
resistirías la más leve embestida de la cordura, cuánto menos las dentelladas
de la sinrazón. Do tú mismo te complaces en encarnar y en entronizar para
reconcomo de todos nosotros. Quien lo hizo –dices-. Y ese alguien lo hizo. Y
ese alguien está aquí.
Te imagino señalando en las treintipico direcciones
de la rosa de los vientos.
--Y tiene que
acusarse a sí mismo.
Así concluyes tu
silogismo esperpéntico, atroz, descabellado, malevolente.
--conste que no soy yo
quien lo acuso. Es él quien ahora mismo… No, ahora mismo no, quiero decir más
tarde… tampoco… Más tarde tampoco… Mañana o pasado o cuando sea…
Sí. Titubeas. Te
reafirmas y te desdices en simultáneo. Ni tú mismo sabes lo que pides, tanto
menos para qué o para cuándo…
Sí, te hablo a ti,
--Bueno –ahora intentas imprimir a tu voz una tonalidad difusamente
Tranquilizadora-. Quiero decir, éste, quisiera llamar la atención por última
vez de ese ser corrupto y encenagado que en estos mismísimos momentos anda regodeándose
y calla como Jaimito sabiendo que os está causando un perjuicio imponente a
todos vosotros… a ti te hablo, hiena, malnacido, sicario del Maligno! ¡A ti me
dirijo, reo de eterna condenación!...
Pero no.
Decididamente no. Hay un cierto punto cuando la mejor engrasada maquinaria de
ensartar diatribas una detrás de otra no da más de sí. El más abundoso y
desmelenado arsenal de exabruptos se queda corto ante la imantadora magnitud
del sentimiento. ¿Acaso creíste ni por un instante que esa tu incineradora de
voluntades, que tu galvanizadora de terrores iba a constituir a este respecto
ninguna excepción? No, carísimo. Gota a gota el mar también se agota. ¡Venga
tío! ¡Acábala ya con esa desdichada vaina! Son las nueve pm… Cinco horas largas
aguantándote la mona virtual… ¿No te parece imperdonablemente excesivo? Bien,
chicos. Ya dije lo bastante como para que si a ese deleznable sujeto le queda
algo de vergüenza, si es que no le corre horchata por las venas, acuda de motu
propio a mi despacho y me diga mire –don bienvenido-, fue un momento de
debilidad, no lo pensé, el espíritu está pronto pero la carne es flaca, he
traicionado al Señor que murió por mí en
¡Menos mal! Qué catarata de satisfacción. Qué
tsunami de alivio. >Por momentos reí hallarme en plena jurisdicción
avérnica. Ser uno de tantos supliciados como allí las pagan todas juntas. ¿Que
gozada, eh, Pelayo? No me digas que no es chipiritifláutico, Pepito Iguarán
Pacheco…
--sí, palabrita del Niño Jesús… Yo también creí que
aquello no acababa nunca…
--Y yo tenía más hambre que el perro de un ciego.
--¿Pero hay algún barrunto de por dónde puede ir la
cosa?
Ahora tercia Eulogio Fuentes Pizjuán, de sexto
curso, que el año que viene pasa a integrar el ramo de los privilegiados que
van a Madrid para cursar estudios superiores.
--Y eso que no tenéis ni puta idea de por dónde van
los tiros…
--¿Tú sabes algo? anda, cuenta, cuenta, no seas
malito.
--Hombre, yo empezaría por discutir el precio…
--te doy el postre de toda la semana…
--Y yo te presto el transistor multibandas hasta el
domingo…
--Siendo así, trato hecho… Lo habéis pasado fatal,
eh?
--Peor que en la antesala de la horca…
--Yo también estaba pensando con qué comparar esa
matraca, pero chicos, llega un momento en que a la imaginación del más pintado
se le desbaratan los fusibles, por así decirlo… Me vais siguiendo, ¿verdad?
--Claro, pero suelta ya lo que sea…
--Tú nos dijiste que sabes sobradamente de qué iba
la cosa…
--, Venga ya, danos una pistita… dinos siquiera por
qué letrita empieza…
--Por eme, idiotas…
--Oye, sin faltar, que todavía nos podemos
arrepentir del convenio… Por eme de mono… Por eme de mequetrefe…Por eme de
manicomio… ¿Voy bien encaminado?...
--uy, que va… es algo mucho más frecuente y sencillo
que todo eso…
--anda, ¡deja ya de ponernos los dientes largos y
escupe!
--Pero si más claro no puede estar. Eme de
mariconeo…Qué, cómo se os queda el cuerpo…
--Entonces todo era eso… Entonces eso era todo… Pues
cien del ala te doy si vas de mi parte y le dices al orador que por ahí podría
haber empezado.
NOCIONES DE VUDÚ Y CABALÍSTICA PARA
MAMPOSTEROS EN EDAD DE MERECER
Pues eso. Con el
progreso van y nos la dan con queso. Qué penita. Qué tostón. Puestos a
dárnoslas, ya me gustaría a mí que nos las diesen con salchichón. Pero la oferta
y la demanda marcan el compás. Así es nomás. Tío Jonás. Dos pasitos palante y
cuatro patrás… Ay Sannicolás. Decididamente me cago en diez. No puedo más…
Queda con Dios
–Godoy-. Queda con El y Él contigo, Cachocarneconojos. Por más que arreglemos
el mundo ni a ti ni a mí nos harán mariscales de campo. Tendremos que
conformarnos con ser guardias de tráfico embalsamados, que menos da una piedra.
Y si ni tan siquiera esa merced nos acordaren, con ser ciudadanos de a pie
medio decentitos nos conformaremos, y el que venga atrás que arree, tú qué
dices… qué más se puede pedir a la prima de un visir … Qué más se puede
impetrar de una biznieta del zar… a falta de titulaciones y con la cartilla de
desempleo eternamente por renovar, tampoco es como para buscarnos padrinos
promotores de que se nos emoquete hasta la respiración, digo bien?...
confórmate con lo que hay , Godoy, gurriato entre los gurriatos, modelo de
guardabosques que se prejubilara mucho antes de recibirse como tal, lo cual
bien mirado incluso tiene su mérito… Y si me permites otro par de consejillos
absolutamente desprovistos de mala uva, ahí te vas para que de ellos hagas el
uso y-o abuso que corresponda… No te dejes embaucar por quienes no saben hacer
Y puestos a decirle
con música a nuestro foxterrier predilecto cuánto le queremos, a qué elegir
himnos pasados de rosca. Conformémonos con aquella sevillana que a grandes
rasgos viene diciendo El vino que tiene el vino que alegra las penas mías… Todo
sea –pues que también el pobre hombre tiene su corazoncito- por quien dio a luz
en un momento de ostensible debilidad sicosomática aquel eslogan de la copa de
menos que altos índices de competencia desleal generara entre quienes tanto
huisqui de garrafón expenden para desdoro de Escocia y sus satélites…Pero ante
todo no olvides que hay mucho párvulo cuyo carné de identidad acredita su
condición de nonagenario insigne. Y también te tropezarás así adoptes la
salomónica postura de autosentenciarte a reclusión domiciliaria a mucho
mentecato para quien progreso, progresía y progresismo son una y la misma cosa,
pero ya se sabe, una mancha en la familia la tiene cualquiera. Y es que
–Godoycito de mi vida, tú eres niño como yo- cosas hay que dando igual no son
lo mismo, o viceversa, atrévete a afirmar que no tengo razón.
El Lobo Feroz no existe. Eso es. No hay
lobo feroz ni cosa que se le parezca. A mí no me la dan con queso. Con queso se
la dio el Zorro al merluzo del Cuervo. Qué risa. Bueno, que risa para el zorro,
claro, para el cuervo figúrate tú qué rabieta. Cómo pueden ser los cuervos tan
boberas. Quién le mandaba al tolete del cuervo abrir el pico. ¿Es que no sabía
–el muy tontainas- que si abría el pico se le caía el queso? Por lo visto, no.
No lo SABÍA. O LO SABRÍA PERO NO SE ACORDABA. Esas cosas pasan, tú. Ya lo creo
que pasan. Los mayores nos las cuentan a los niños así en historietas para que
cuando nos pasen de veras pues nos apliquemos el cuento. Porque a los niños
resulta que no nos pasan cosas de verdad. Lo que nos pasa es algo así como un
ensayo; si nos manchamos el babi lo importante no son los dos lamparones que
nos cuelgan de la solapa, quevá. Lo importante es que cuando seamos mayores y
demos un concierto y después tengamos que sentarnos a la mesa del rey de la
conchinchina, un suponer, estaría feísimo poner los codos sobre la mesa y
sorber la salsa directamente del plato y cantar mientras se mastica la carne y
tal i que se yo. Lo importante es eso. Lo importante es lo que el rey de
El Lobo
No existe, quedábamos. Por eso me lo
puedo imaginar como me dé la real gana y qué curioso , caray -digo caray porque
no es una palabrota, no les sale a los niños si la emplean ninguna pimienta en
las bembas ni nada parecido- qué curioso caray, por más que esos cuentos me lo
pinten desalmado y tragaldabas, a mí no me acaba de salir malote del todo, me
cae masbién simpático, el Lobo Feroz –aunque aseguren que no existe- es para mí
un tipo superchachi, además déjenme que les aclare una cosa a condición de que
no me tomen por el chiflado del barrio: como no le conozco y puedo imaginármelo
según me plazca para mí el Lobo Feroz no es ningún lobo sino un globo, eso
mismito, un globo bien inflado que rueda y requeterrueda por el camino del
bosque en espera de nenas descuidadas y cursilonas a quienes tomar el pelo e
hincar el diente, un globo grandote que en vez de deslizarse hacia abajo rueda
pararriba, y hace un ruido engañoso tal vez para despistar, un ruido como
cuando un carro circula por una vereda llena de pedruscos, un ruido que si lo
escuchas te da la sensación de que el globo va despacito pero es mentira, el
globo corre a todo tren haciendo algo así como aúuuuu, aúuuuu, no aúlla así
para asustar a nadie , emite ese sonido sólo porque es talvez lo único que sabe
decir, porque ésa y no otra es la voz que tiene , aúuuuuu,aúuuuu, a veces
cambia de acento el soniquete y dice áuuuuuu, áuuuu,, depende , él se sabrá lo
que trata de decir pero en ningún caso ello coincide con lo que a nosotros nos
ha dado por entenderle, no quiere en modo alguno decir tápense la cabeza niñas
y niños que a por ustedes voy , eso no, significará otra cosa que aún nadie
pudo averiguar porque nunca nos hemos tomado la molestia de estudiar su idioma.
El Bosque.
Qué bonito tiene que ser el Bosque. Un día
Papá me hizo la pascua sin querer. Me dijo que un bosque era prácticamente lo
mismo que un monte. Qué mala pata. En el monte sí he estado yo y la verdad es
que me lo pasé chachi allá arribota pero de todos modos aquel monte no era como
mi bosque, no. Mi Bosque es ni ancho ni estrecho, un espacio larguísimo rodeado
por dos paredes muy altas altísimas, Un sitio por donde te pegas la panzada de
caminar y acabas dándote cuenta de que no termina nunca. Hombre, entendámonos.
Termina cuando tú coges y te paras. Termina cuando divisas una lucecita que
brilla allá a lo lejos y resulta ser que es una casita y dices Ea, pues aquí me
quedo, si quieres puedes decirlo más solemnemente claro está y entonces te
saldría así: pues aquí siento mis reales, no me importa si la casita es de un
ogro o de un gigantón o de un hada o de un nomo o de vete tú a saber qué bicho
viviente bueno o malo o regular, lo que sea sonará, aquí paz y después gloria…
Entonces y no antes o después es cuando termina el bosque. Cuando tú quieras
que termine, y sanseacabó…
El monte al que he
ido a veces con Papá está bien, quién lo duda, muchos árboles, mucha sombrita,
la merendola que nos pegamos allí, Papá que tuvo cierta pesadilla que más tarde
me relató a pertinaces instancias mías, por lo visto un toro iba persiguiéndole
y no veía la forma de ponerse a salvo, y el toro que ya le andaba pisando los
talones, que apuntito estaba de cornearlo, y Papá que apenas podía moverse, y
todo se resolvió en un grito escalofriante y prolongado, que a mí me puso los
pelos de punta, jugando como me hallaba en ese momento a tirar piedrecitas bajo
los árboles con la vana esperanza de romperle la cocorota a alguna mariposa o
queseyó a quién … el monte está bien, no lo discuto, pero mi Bosque está mejor
porque nadie me dijo nunca como es y sin embargo yo lo sé. Porque a su través
te internas siempre en línea recta y cuando quiera te apetezca puedes dar
marcha atrás. Eso si no encuentras
Ay perdonen ustedes por Dios, yo no sabía que
ese rico comistraje y esas camitas fuesen suyas, yo lisa y llanamente estaba
dando una vueltecita por mi Bosque y empiezo a sentirme cansado y me...
Así es mi Bosque.
Nadie manda ni obedece. Todos lo admiten todo. Pero las cosas que voy
averiguando o conociendo van invadiéndome gradualmente las zonas de ese mundo
que es mío y sólo mío. Es como lo de los holandeses que diz le roban tierra al
mar o algo por el estilo. Y sin embargo aquel hombre a quien mi niñera dio unas
monedas y que me acariciaba la cabeza me lo dijo: “hay que unificar lo tuyo y
lo mío con lo ajeno para que nada sea de nadie y todo sea de todos”. Entonces
me pareció una bobería de ésas que se sueltan por el mero afán de hacernos los
interesantes, pero ahora ya –a raíz de que me percato de estar perdiendo poco a
poco mi Bosque y tantas otras cosas más que en mí directamente nacen y crecen-
comienzo a comprender que el dichoso alemán estaba en lo cierto.
Marejadilla
Chitón. Cállese todo
el mundo. El mar me está diciendo cosas. Leves que no puedo oír si no me acerco
más a él. Vedijas. Qué menos. De momento ya me alcanza las rodillas. Está fría
el agüita pero Papá dice que eso es la primera impresión. Que después se te
aclimata el cuerpo o algo parecido. Eso. Todavía un poquitito más. Hasta la barrigota. Ya, ya va bien. Pero ahora
cállense. No jugueteen. No me embromen. Absténganse de decirme que el coche de
mi Padre es una charanga. Eso déjenlo para cuando esta noche nos echemos
luchadas en los terreros improvisados del asfalto. Lindas, irrepetiblemente
lindas esas noches de verano cuando los derribo con uno de mis potentes
garabatos y ustedes rabean a todo rabear. Ahora piérdanse. Déjenme a solas con
el mar. Me está diciendo cosas que todavía ignoro lo que significan pero lo
sabré algún día. Me dice el mar Mira, mira cómo te hago cosquillitas en los
pinreles. Mira cómo me remonto hasta tu estómago, y sigo pecho arriba, y toco
tus hombros como no sabría hacerlo el hada más experta. Éste soy yo, ¿sabes? Tu
amigo el Mar. Por mi han pasado a montones piratas, exploradores, misioneros.
Ni los piratas son tan malos como los pinta la leyenda negra, ni los
exploradores tan buenos como dice la propaganda oficial de cada país. Los
misioneros es otro cantar. No les guía sino el deseo de ganar almas para
Cristo. Claro que esto es generalizar. En cada frente hay de todo como en
botica. Pero hasta cierto punto yo dejo a todos circular libremente por mis
aguas. Soy leal, magnánimo, justiciero. Si te apetece jugar conmigo, a qqué
esperas para hacerlo. Yo no soy tramposo. Cierto que cuando me pongo demorritos
no recomiendo contactar conmigo ni tan siquiera a mis peores enemigos; entonces
todo el mundo nota que me hallo en proceso de enfurecimiento, pues que yo no
oculto mis sentimientos. Haz caso de Papá. No te vayas a lo hondo donde no
haces pie. Trátame con cariño, pero ten también cuidadito conmigo. Tu papá me
conoce muy bien. Él sabe que cuando me cabreo de veras no parto peras con
nadie. Te comento todas estas cosas ahora que te estoy llegando al cuello
porque yo no desperdicio munición y sé de sobra que es en este mismo momento
cuando mejor puedes entenderlas. En mis subsuelos áridos fondearon tesoros que
siguen por desentrañar y que no dejaré ver más que a mis amigos más íntimos. A
esa gente intrépida que pretende luchar contra mí de igual a igual. Que no se
arredra ante las veleidades de mi temperamento. Pero tú ahora no te ocupes de
ello. Mira cuántas cosas tengo para ofrecerte. Soy el Mar. Recuérdalo. Ven a mí
cuando necesites experimentar sensaciones de calma y libertad supremas. Oye los
cadenciosos ecos que esparzo a mi alrededor. Nunca acabarás de conocerme.
Siempre que nos volvamos a encontrar será como si nos saldásemos por vez
primera. Me gustan los niños como tú. Sin embargo, durante mis rachas de
furibundo apogeo no conozco la clemencia. Me porto bien a condición de que no
se abuse de mi paciencia. Te lo repito. Soy el Mar. A cambio de tu prudencia y
tu respeto, te brindo mi amistad. Te estoy acariciando lentamente. Déjate
mecer. Así. No opongas la menor resistencia. Piérdete conmigo en los abismos de
silencio y distancia cercanísima donde ya yace mi verdadera Historia; estoy
permitiendo que te aproximes a mis misterios pero nunca te diré mi última
palabra. Por eso soy arcánico. Porque guardo mejor que nadie los secretos.
Llamamos misterioso a algo que se halla tan próximo a nosotros que no nos es
posible descifrarlo. No. Deja. No hables. No te muevas. No hace falta. Déjate
querer. Qué necesidad tienes de recorrer mis zonas agnotas. Te iré aclarando
como soy poco a poco. >Me adaptaré a ti desde la dulce magia del susurro. Te
escondo mis secretos porque si te los descubro la cosa no tendría maldita
gracia, comprendes. Soy el Mar. Por mí discurren las ansias y los sueños del
Hombre. Choca pues esos cinco. La vida es dura y larga. Podrán talvez apartarte
de mí pero yo me las ingeniaré para meterme dentro de ti. Para dirigir mi voz
hacia dondequiera estés en un murmullo barredor de hielos y lejanías. Aunque tú
no receles mi presencia, siempre estaré contigo. Soñaremos juntos y revueltos,
Tarsicio. Mi voz Entrañable seguirá tus pasos. Nunca te diré adiós sino hasta
siempre. Sí. Es el mar. El mar que me está platicando. Papá me relata muchas
cosas del mar. Me cuenta por ejemplo que el agua marina contiene yodo. Yodo y
no sé qué más. Salitre creo que es. Y yo le pregunto que qué es el yodo. Y Papá
contesta que es una cosa superchachi. Que es gracias precisamente al yodo que
un suponer tú te haces una heridita y te bañas en el mar y esa heridita
cicatriza más rápido. Claro. Eso debe de ser porque el agua del mar aparte de
yodo debe tener sustancias parecidas a esa agua oxigenada que me ponen cuando
me hago un rasguño o un chichón, o cuando el Hermanito me larga una mordida de
campeonato en el hombro. Eso debe de ser. El yodo sólo no bastaría. Todo esto
lo digo porque me lo figuro. A Papá no puedo ni debo llevarle la contraria. Me
gusta quedarme aquí quietecito. Dejarme conducir por la sabia mano del mar.
Escuchar todas esas manifestaciones sonoras que aún no acabo de entender. Está
hecho. Cuando sea mayor, haré lo que ese valeroso navegante peninsular. Me
meteré de medio cuerpo en el mar y diré a voz en cuello:
Óiganme señoras y señores, saben lo que les
digo, el mar me pertenece, ustedes no lo entienden ni falta que les hace pero
así y no de otro modo es como es, fue un pacto que el mar y yo firmamos hace
muchos muchicísimos años, es un acto de fe y ya saben que la fe mueve montañas
y lo que se le ponga por delante, el mar es mío, todo mío, muy mío, tan mío.
MÚSICAS CELESTIALES Y OTROS ESQUERZOS EN FASE DE RODAJE
“…Las doce, ese impás
crucial, hora incrustada como por descuido en la prohibida jurisdicción de la
madrugada”.
GEMA SANSÓN
Las doce es cosa de mayores.
No sé porqué pero es así. Los niños a las doce se supone que estamos durmiendo.
No sé cómo serán las doce. No lo sé, recórcholis. Me gustaría saberlo, pero que
si quieres arroz –Catalina-. Yo a lo más que llegué empié fue a las once. Por
cierto, tengo una dudilla. No sé si se dice la sonce o las once, porque es que
como la pronuncian tan rápido… Puede que esa hora en realidad se llame sonce y
no once. Apuesto por lo segundo pero vaya usted a saber. El mundo de los
mayores está superplagado de cosas a cuál más rara. Estas cosas no sé con quién
aclararlas. El Hermanito sin ir más lejos diría muerto de risa que soy un
Babieca de armas tomar. Que hago preguntas la mar de tontas. Papá me prometería
explicármelo todo al anochecer y se olvidaría de hacerlo según su costumbre.
Mamá me diría que ella en esos belenes ni entiende ni quiere entender, que
todas esas vainas son para gente estudiada que sabe por dónde le va el agua al
molino. Enfín, que sentenciado estoy a quedarme con esta duda como con tantas otras.
Digo las once con un poquitín de miedo de que no se escriba así. De que me
pongan un cedrote como una catedral en ortografía i más yerbas. De que el
maestro me diga medio en serio medio en broma Ay de ti Tarsicio, rapaz
insolente, un día de éstos te cortaré el gañote, maldito renacuajo… Todo el
mundo menos tú sabe que debe escribirse lasonce, todo junto… eso es de cajón.
Eso se aprende en el parvulario mucho antes que lo de Adán y Eva. Cierto día me
armé de valor y se lo planteé a la muy pazjuata, a la muy chuleta, a la muy
remilgosa de gema Sansón. Esa nena con trencitas superlargas y una voz
caramelizada de ésas que te transportan de sólo escucharlas al séptimo cielo. A
veces se queda conmigo estudiando, bueno, haciendo el canelo la una y el otro a
discreción, pues en realidad se lo pasa todo el tiempo contándome cuentos
raros, adaptaciones que ella misma hace –la muy tortolita, la muy
cursilona-para captar mi interés hacia eventos que narran esos libracos suyos
gordos y repelentes. Pues eso. Voy y le digo Oye –Gemita-, ¿tú sabes si se dice
las once o lasonce?. Y ella, según un ritual impredecible al que malhadadamente
empiezo a acostumbrarme, va y en vez de darme una respuesta directa va y se
pone a discursear como si leyera de un libro pero yo sé que no pertenece a
libro alguno, que lo ha escrito ella misma y se lo trajo junto con sus apuntes
porque a saber de qué modo y manera había previsto que yo le preguntaría
exactamente eso. La muy repipi… La muy chinchosa… La muy barrigaverde… Miren
ustedes con lo que me vino a salir… No es que me lo sepa de memoria, no, quevá…
Se Le choriceé tales apuntes, mientras ella se esquijaraba la sesera a vueltas
con la conjugación de verbos latinos o queseyó a qué… Miren ustedes, miren y
empápense si reúnen bastante paciencia para llegar al final:
Las doce. Prístina
hora de la cual arranca el tiovivo imprevisible de la madrugada. Ínterin en que
apacibilidad y misterio se entremezclan en una suerte de delirio autorizado
sólo y siempre para mayores. Sonata que pespuntean unas manos invisibles para
ser vivenciada en soledosos campos cuajados de fragancias inéditas. Espacio
invadido por las doce, tinto en una dulce embriaguez de rocío precursor de la
amanecida. Un rocío color anhelo, álgido y esplendente, fino de toda finura,
catarata de silencios vibrátiles que se captan mejor cuando el alma parece
aislada y sin embargo se halla en flagrante conexión con mundos inasibles que
los sentidos nunca captarán… avalancha de arrobo y mansedumbre. Hora que se
extiende, muda y grandiosa, como el agro convertido para alojarla en paraninfo
y en ágora, en lienzo y en sinfonía, música inédita y prohibitiva que se
esparce en rosarios de notación minúscula por sobre los contornos de la
madrugada que hace estrenar a cada paso su pujanza recién nacida. No se sabe
cuáles manos bordan delicadamente esa diadema para quien desee admirarla bien
despierto. Tampoco vemos al músico omnisciente que tañe cada una de sus
cuerdas, a su primer y único intérprete porque empezamos por entreverarla
incrédulos para irnos adentrando gradualmente en su impensada y abrasiva
cercanía. Cascabeleo acuático y juncal. Retoño edénico . tempóreo feto aupado
en el proscenio límpido y acogedor de la noche
Promesa recostada en
blandos y esfumadizos mosenes donde todo afianza su crecimiento para no
perderse, para nunca acabar de transcurrir del todo. Sones que sólo se conciben
en y desde sí mismos, uncidos a los faldones de la madrugada próxima a
estallar. Ripios que sólo pueden percibirse y entenderse formando parte de un
conjunto que nos habla de las maravillas de que es capaz el genio divino del
Creador.
Hasta aquí las
pavadas de Gema Sansón. Mira tú que los papás pagándole los estudios para que
ella se entregue a parir tales monsergas. No sé ustedes pero por éstas que son cruces
les juro que no entiendo ni papa de este texto. Lo guardaré por si las moscas.
Dice el <Hermanito que cuando seamos mayores entenderemos todo esto y mucho
más. Que podremos comprar y vender fincas. Que regresaremos a casa pititis a
las tantas de la madrugada sin que nadie nos llame la atención. Vaya gozada, no
les parece? Incluso dice el Hermanito que cuando yo cumpla cuarentiocho tacos
me hará un regalo de cumpleaños muy especial fíjense. Nada menos que
cuatrocientas mil pesetas del ala. Eso me va a obsequiar el Hermanito con un
buen par de narices. Y con eso ya puedo prometérmelas felices. Ni tendré que
trabajar ni guardaré cola ante los centros de beneficencia ni rián de rián. A
vivir que son tres días mejorando lo presente. Cuatrocientas mil es todo un
señor capitalazo. Pero hasta que llegue tan gozosa coyuntura bueno va Geneto
como dice Mamá… Faltan todavía carros y carretas y carretones. Que uno no pueda
cumplir los cuarenta y ocho cuando buenamente se le encarte. Lástima, sí señor.
Mendíbiri que encantado les da carrete…
Las doce –caray
–conste que no es palabrota, es una interjección que a su vez es parte de la
oración que sirve para expresar enfáticamente sensaciones de alegría, dolor,
fastidio, etcétera-. Qué hora tan desconocida, tan especial, tan rematadamente
linda, hora para permanecer despierto con cualquier pretexto si nomás pudiese
uno evitar que antes de consumarse esa hora los ojitos se le cierren como por
arte de birlibirloque, como si cayesen sobre ellos nubes de plomo . Si un suponer
esa hora fuese un yacimiento yo me haría minero y la excavaría por todas partes
y le diría al reloj que se detuviese justo ahí, nomás en dando esa hora, las
doce, e extraería todo el metal que almacenase. Esoés. Y si fuese un río me
haría buceador y tras recorrer con delectación sus márgenes me introduciría
hasta lo más profundo de ella y digo yo que pescaría algún barbo, trucha,
anguila o lo que fuese. Y si pescaba un resfriado de campeonato pues mira, más
se perdió en Cuba… A don escolástico que no sé porqué siendo tan buen médico
tiene que curarlo todo administrando a la gente pinchazos en el culete le he
oído decir que soñar no es mala cosa sino todo lo contrario. así es que sumo y
sigo. El fondo de la doce estaría repleto de islotes que a su vez abundarían en
plataneras y en algodonales como la mía, islas no tan espaciosas pero que
también tendrían su corazoncito, vaya si lo tendrían, islas en que las bondades
de mi terruño alcanzarían su máxima expresión, islas cuya existencia sólo yo
conocería, islas con volcanes y con tabaibas y toda la pesca, fumarolas por
aquí, escupitajos de incandescencia por allá, monstruos telúricos expulsando
por las fauces lava y ceniza por un tubo. Esoés, las doce, qué penita pena no
poder hacer guardia junto a los luceros para verlas llegar y decirles No te
vayas, no pases nunca, quiero quedarme en ti y tú en mí por los siglos de los
siglos… Pero no. No puede ser, caray. Papá sostiene que las doce son una hora
como otra cualquiera. Que no pasa nada. Que simplemente el vetusto reloj de
pared pega doce campanazos y ya está. Talán talán talán y así hasta doce veces.
Después el tiempo sigue y si te he visto no me acuerdo. Y si lo dice Papá tiene
que ser cierto. Eso que quede muy claro. Pero en algún intersticio de mi ser
despunta subconscientemente la impresión de que eso no es exactamente así. Que
a las doce pasa algo gordo, algo que Papá debe ser contrario a que yo conozca y
por eso insiste machaconamente en que a las doce hay que estar dormidito o
arderá Troya. Debe tratarse de una de tantas cosas como los mayores estiman que
los niños no podemos entender. Pero ojito al parche. No se deduzca de lo
antedicho que yo le lleve la contraria a Papá. Faltaría plus. A<>Papá me
dice siempre la verdad. Lo que pasa es que él piensa que se me dijese toda la
verdad me haría daño. Es como cuando él enciende su dichoso cigarrillo .
Siempre a vueltas con la consuetudinaria cantinela. Niños, aunque me vean
fumando ustedes nunca lo hagan. Es funesto para los pulmones. Entorpece la
circulación de la sangre. Yo lo hago porque desgraciadamente ya he cogido el
vicio pero ustedes aún están a tiempo. El día de mañana alguien les ofrecerá un
cigarrillo. Pues bién, ustedes contesten amablemente que no les apetece. El
primero llama al segundo, y así sucesivamente. Esoés. Papá da por descontado
que ciertas verdades nos harían tanto daño como el cigarrillo. Y tiene razón
porque es Papá y no nos engaña ni a tiros, pero hay algo que de todos modos no
me casa en este galimatías.
Las doce. Hora
propicia por ejemplo para ir a capturar ranas. Mientras agarro el sueño,
escucho allá en la lejanía el incesante croar de esos batracios. (Papá me
aclaró eso, que a las ranas y a otros bichejos parecidos se les denomina
batracios o anfibios, vaya uno a saber porqué, ay qué risa Marialuisa). Y le
digo con voz mimosa Papá , llévame contigo y cogemos una ranita para jugar con
ella. Y Papá me sale con que no desvaríe, Imposible –Tarsicio-, para eso
precisaríamos quedarnos despiertos hasta las doce y eso no se logra tan fácil,
lo suyo es que a las doce los niños estén durmiendo como Dios manda.
Y yo que eso a santo de qué, que una excepción
al año no hace daño, y Papá a vueltas con la sempiterna matraca, No te
impacientes, todo llega en esta vida cuando tiene que llegar, vas a coger más
ranas que pelos tienes en esa cocorota pero dale tiempo al tiempo … Y yo que me
encabrito alcanzando ese paroxismo coincidente con las lágrimas, Pero papá, un
día, tan sólo un día, nos acercamos sigilosamente a la charca, cazamos una
ranita y san se acabó, y Papá que el problema no reside solamente en que yo no
deba o pueda hacerlo sino en que justo cuando lleguen las doce no voy a tener
los ánimos tan enteros como ahora, me habré acogido a los brazos de Morfeo , y
yo lo desafío diciéndole que nos apostemos cinco duros a que voy a ser capaz de
esperar el advenimiento de esa hora mágica, y Papá que eso de apostar es más
propio de feriantes o de trogloditas que de personas civilizadas, y yo que
bueno, que borro lo de apostar pero emplazándolo para que a la noche siguiente
hagamos la prueba… Y Papá que bueno, que vale, que me vaya mentalizando, que
predicar nunca ha sido lo mismo que dar trigo, que ya veremos lo que va a pasar
y quién quedará por mentiroso cuando llegue el momento, y yo que no quepo en mí
de júbilo, ya qué gozada, por fin voy a quedarme con la copla respecto a eso
que sucede a las doce y que hasta el presente se me ha ocultado
ignominiosamente, eso hay que mojarlo como dicen los adultos, semejantes
triunfos sobre la tozudez de Papá no se obtienen todos los días, menudo relajo,
se lo participo al Hermanito para que rabee a mi sabor, Esta noche Papá y yo
nos largamos de cacería, y el Hermanito que si atrapamos algún puma tengamos
cuidado con los mordiscos que arrean esos felinos cuando les da por ahí, y yo
que entonces voy y le miento, porque al Hermanito sí es verdad que le miento y
se cree el muy sandio todas las patrañas que me da por ingeniar para sus castos
oídos , le digo que vamos a organizar un safari, que tenemos un pacto supersecreto
con los rusos, que Cruchof nos va a prestar un espútnic c con el cual nos
pondremos en el África profunda en un periquete, le digo que nada más arrancar
el espútnic zas! Ya estamos en la selva componiéndonoslas como Dios nos dé a
entender con tigres y leopardos o en el Nilo rodeados de cocodrilos por los
cuatro costados, después un achuchoncito más y catapún , ya nos internamos en
plena cuenca amazónica, y el Hermanito que por poco no la espicha del susto, y
yo que le consuelo porque me conmueva lo más mínimo su espanto sino porque sé
que si Mamá lo oye llorar por mi culpa me pegará una buena somanta, y le
exhorto a que no se preocupe por nosotros, le aclaro que las más feroces
alimañas no nos tocarán un pelo, que caerán fulminadas por un potente procesador
de rayos ultravioletas a de segundo, y el Hermanito desea le explique dónde
está eso y cómo me las compuse para ingeniármelo, y yo le digo que se lo acaban
de sacar de la manga los rusos pero que no se vaya de la lengua porque como eso
se divulgue el camarada Cruchof se amoscará y no accederá a prestarnos el
espútnic para nuestra emblemática expedición nocturna.
Ahora chitón. Como sé
que no voy a ser capaz de ponerme en situación, copiaré literalmente un
fragmento de los apuntes que le mangué a la muy bobalicona de Gema Sansón. La
muy imbécila. Se cree que yo me chupo el dedo. Se le figura que yo no sé que
todo cuanto le cuento lo utiliza para escribir esas mamarrachadas que hasta
asco da verlas y que no hay quien de ellas entienda una triste jota pero que
después de todo hacen mis delicias hasta el punto de que cuando yo sea mayor me
gustaría escribir justo como ahora lo hace la muy apimplada y majareta de Gema
Sansón. Contradicciones que tiene la vida. A veces lo que te duele te alegra
inopinadamente las pajarillas, y-o viceversa. Porque a la muy lunática y
descerebrada de Gema sansón no se le capiscará ni papa y todo lo que se quiera
pero hay que admitir que escribe como los ángeles. Así y no de otro modo es,
caray. A ella que le den por el totizo y que la pille un tranvía pero ello no
obsta para que reconozcamos que cuanto escribe es superguay del Paraguay. Para
muestra un botón. Miren lo que se le ocurrió cuando le trasladé con todo lujo
de detalles mi aventura. A mí no me dice absolutamente nada pero debe estar
buenísimo. todo el mundo lo vaticina. Gema Sansón llegará a la cumbre. Ni que
fuera alpinista, caray. Fíjense, fíjense lo que le dio por escribir amotupropio
o utilizando palabras de no sé quién ni en verdad me importa mucho, tomando
como su puesta base lo que yo le relaté que total no es nada, fíjense:
Son las doce.
Justamente las doce. El pequeño Tarsicio duerme con un sueño hermético, con un
sueño tan antiguo e indesmentible como el mundo mismo. Sueño de Niñojesús
liberado de su prisión miniaturesca. Sueño cerrilmente ajeno al advenimiento de
la medianoche. Sueño intemporal, sueño alígero desde su urdimbre de quietudes
aparentes. Sueño gozoso y triunfante. Sueño como anclado en medio de un ribazo
cuyo vadeo insensible desembocará oh milagro de los milagros- en el día
siguiente. Mañana. Otra orilla más del tiempo. Deliciosa travesía que tiene a
la dormición como aparejo, como escenario, como causalidad, como límite, como
paréntesis justo y necesario. Papá se aproxima de puntillas al lecho del tierno
infante. Asiste como petrificado a cada pespunte de ese sueño sacrosanto
entretejido por manos expertas e invisibles . sí, se dice. Es un crimen
despertarlo. Se lo prometí, es cierto, pero no deja de ser un crimen. De todos
modos, serviría de bien poco faltar al compromiso. Lo prometido es deuda…”
Hasta aquí lo que
pude birlarle a Gema Sansón. El texto sigue pero últimamente la condenada me
esconde amachamartillo sus originales. Dice con sobrada razón que alguien está
metiendo las manoplas donde no le va ni le viene. Lo espeta para que yo me
ponga colorado pero me hago el sueco y espero pacientemente el amainamiento del
chaparrón y la hora del desquite. Es cierto que no capto lo que significan pero
me gusta sobremanera deleitarme con las insensateces de gema sansón. Me
gustaría saber cómo remata ella aquel guirigay. con qué palabras reproduce el
deplorable hecho de que aquella noche no me desperté. De que Papá tenía más
razón que un santo. Que todavía las doce no son horas para mí. Que ya habrá
tiempo de comprobar con creces en mis propias carnes que a las doce no acontece
nada del otro jueves, que las doce es una división cronométrica del montoncito.
Una hora en que Papá tironea de mí como para sacarme a la superficie desde un
pozo sin fondo. Venga -Tarsicio-, las ranas nos están aguardando, no eras tú el
valentón que me iba a ganar no sé qué apuesta? Y me destapa. Papá me destapa y
me pellizca la nariz y me sigue cuchicheando que los minutos son preciosos, que
aligere, que la aventura está servida, que capturaremos algún batracio y
después para celebrarlo talvez nos dedicaremos a escuchar al dichoso hipopótamo
que despotrica nocturnalmente con su gangosa y espantable voz por onda corta
desde algún lugar de las américas. No, Papá. Todavía no. Algo mucho más fuerte
que este niño que soy me está reteniendo. Mi cabeza se cobija férreamente en la
blandura de la almohada. Quiero sobreponerme al sueño pero el impulso que me
obliga a recostarme tiene que ser más fuerte que el mismísimo García de
Paredes, guerrero extremeño que por lo visto detuvo una rueda de molino girando
a toda velocidad. No, Papá. Deja que aún no despegue. Deja que aún no sepa. No
te opongas a que las doce sigan siendo muy mías. Tiempo habrá para darte eso
que por otra parte tú siempre tienes . Eso que desde ya hago tuyo y muy tuyo a
cambio de que no turbes mi sueño. De que dejes en paz a mis puñeteras y
privativas doce. De que todavía no te sirvas demostrarme… que no tengo razón.
Autor: José Claudio Suárez. Tenerife, España