ABLUCIONES SIN RECARGO PARA PRÍNCIPES DE ASCENDENCIA SERBOCROATA

 

Miró sus pies desnudos. Cómo ahora y cómo aquí. Porqué no entonces y en cualquier otra parte, díjose incrédulo. Mi destino es como el clavel en la solapa, añadió a medio sonreír. Pinta mucho pero pocas veces bien. Canta excelsamente cuando se le encarta pero con frecuencia desentona. El mapa dibujaba una suerte de balanceo con sordina cuan colgajo detenido cara a la pared, oficiando a su modo de límite entre las estrecheces de aquel cuchitril y la presunta inconmensurabilidad de las afueras. No sé quién fue Júxley, anotó con desgana en los rebordes de su bitácora maltrecha. Ni quién diantre se sacó de la manga la ley del embudo, completó como saliendo a trancas i barrancas de un estupor fingido. Ni qué policromías cuadran mejor al terruño originario. >Ni se de dónde soy ni paqué carajo vine ni adónde leches voy. No dé de pertenencias ni de tonsuras ostentadoras de su bestial abolengo. Qué o quién me andan incluyendo en sus llamamientos plurilingües, en sus convocatorias multibandas.

Salió a la calle. Nevaba. Pero más recio, menos hospitalario que el mismísimo invierno era el aluvión de años y de mieses que le caían encima a modo de insidiosos rescoldos de una guerra aún no clausurada por armisticio alguno. Tiempo unánime que le golpeaba las sienes como granizada de cascotes olientes a ranciedumbre y a mohosidad sin límite. Recua de años incapaces ya de escenificar cualquier amago de amotinamiento, los cuales interceptaban su propia sombra a modo de séquito anodino y estéril.

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Este es mi erario, balbució sintiendo que se le congelaban hasta las bisagras del cerebro. En esto consisten mi emblema, mi abolengo, mi coartada. Se preguntó de pronto de qué o de quién es que andaba escapándose. ¿Acaso era un castigo aquella sucesión de estadías sintiéndose despedido por los barandales del entorno? ¿Aquel estar y no estar? ¿Aquella inclusión en lo más hondo y sucio del catastro? ¿Acaso se hallaba presentenciado a recorrer mundos y submundos por los siglos de los siglos como quien colecciona cromos que le van ganando cada procura, cada boqueada en pos de aire, cada sorbo del líquido elemento?

Sí, se dijo. Es posible que sí. Yo mismo convirtiéndome en mi peor enemigo. Acorralado entre cercanías y lontananzas que se arraciman en mi derredor para mejor cernerme y anularme.

Echó una nueva ojeada a sus pinreles entumecidos. Desde luego que sí. Qué mal lo disimulo; soy un tránsfuga como otro cualquiera. Qué le he de hacer. Ésa es mi vocación.

De nueva cuenta le invadió el temblor. Y le pesaron en el alma las frigorías de un sueño brutal. Laxitud. Desperezo. Imprecisión. He ahí los diagnósticos. Inmutabilidad aparente de tres tistes palabras. Lo que ocurre es que así dichas no acaban de sonar del todo bien. ¿No habría otra –palabra, quedábamos- absolutamente neutra que pudiese sustituir con ventaja al más chispeante y acrisolado de los discursos? Gualdrapa. Que tal gualdrapa. Ya puestos, qué más dará que siese que daría o hubiere dado. Visiblemente enloquecía. Confundía prolegómenos con postrimerías. Había perdido cualquier atisbo de noción espaciotemporal. Pretendía escudarse tras enigmáticos atrabancos que lo liberasen liberadoramente a la libertad de sentirse libre.

Ah, no sé, apretó los dientes con rabia. No sé qué abracadabrante delito amortizo en mi estampida para solista solo. ¿Acaso es delinquir esta sobrevivencia a rras de suelo? ¿Acaso es delictuosa la respiración misma, asfixiado como te hallas por nudos corredizos de indiscernible estirpe?

No. Estaba visto que no. Que no cristalizaban ideas definitorias en su caletre. Hacía verbigracia versos prosaicos. Destilaba cláusulas no por interrogativas menos concluyentes.

Ignominia, exclamó sin convicción, como quien acuchilla su propio paladar al profanarlo con yerbas venenosas. Fuentes insondables del Nilo y del anhelo. Trató de autoinfundirse ánimos. Y entonces recordó. Año ochenta y siete. Mes agosto. Día trigésimo primero. Hora nona. Eso no le aclaraba ningún galimatías. Significaba masbién muy poca cosa. Pero era lo que había.

 

COBIJO CONTRA PÚDICOS LIBELOS

 

No te entiendo. Me llevas ya cuatro horas sermoneando sobre lo mismo. Que si la carne, que si la carnaza, que si los pitracos listos para el basurero. Relamiéndose cara al festín carroñero que se disponen a atizarse los muy tragaldabas. Quién te crees que soy. ¿No se te ocurrió pensarlo ya? es lógico. Semejantes nociones entran como de refilón y a hurtadillas tu desvencijado archivo de valores catastrales; en tu código de asuntos que revisten o pudieran revestir cierta importancia. Ahí donde las trivialidades dejan de serlo cuando se imponen la necesidad de solemnizar cualquier cosilla. Códice por demás devaluado si tenemos en cuenta lo inmediatamente precedente unido al hecho de que además te ventilas tu vida y milagros como los fariseos a quienes en su día fue dedicado tanto evangélico y merecidísimo exabrupto. Como los maestros de la defenestración y del escándalo. Ni comes ni dejas comer. Ni entras ni dejas entrar. A tus propias hambres las denominas ayuno voluntario y te quedas tan pancho. La inanición ajena es recreo para tu depravado espíritu. Y mira, te lo digo desde la cortina de años y de quilometraje que de hoy en más nos separará por siempre. Gracias a dios, que decía el chiste el cual algún benévolo zurcidor de chascarrillos dedicara al Generalísimo Franco en son de desaliñado homenaje obituario. En vida del Caudillo, a quién dar las gracias sino al recién mentado. Será cuando éste la espiche que podamos decir con justeza y alegría y sin embarazo y a boca llena dar gracias a dios. Pues eso. Lo que yo te diga. Yo me desharía en expresiones de gratitud enderezadas al Rey de Cielos y Tierra si no te estuviese oyendo enhebrar despropósitos que trascienden lo que dices hasta conectarse inextricablemente con lo que callas, con tu bendito silencio. TINUASES BRAMANDO TU TENEBROSA Y DESABRIDA SALMODIA MÄS allá DE DIQUES Y CLAUSURAS; TRASCENDIENDO murallas de lo más irremontable, alongándose hasta ahí donde cesa la vigencia del raciocinio, ahí donde nos desamparan de medio a medio códices y lealtades. Ya ni tan siquiera me es dable maldecirte. Porque es que tú no te lo creerás pero lo cierto y verdad es que sigo sin cogerte el hilo, sabes. No consigo ni por pienso averiguar de qué diablos y contra cuáles serafines y arcángeles vomitas por esas fauces de piñón fijo tus toneladas de azufre y cicuta. Porque recapitulemos. Vamos a ver, tú nos mandaste reunir a todos, ¿o no? Llevas ya cuatro interminables horas dale que te pego, anatematizando a tirios y a troyanos, y todo ello a cuenta de esa cochambre destilada por un pecado oscuro y ominoso que no nombras. Porque tú, ¡atrévete a afirmar que miento!-para nada pronuncias la palabra pecado. Tú te andas por las ramas. Tú hablas de cieno. De ingentes y nauseabundos barrizales. De algo que resulta tanto más horripilante cuanto que al parecer carece de nombre. Y ahí te duele. Y ahí nos encocora. Y ahí quedará incrustada en nuestras almas infantes un furúnculo que supurará de por vida su purulento brebaje inenarrable. Me da la impresión de que lo sabes. De que no eres ajeno a que la ausencia de denominaciones comporta un vacío que sólo halla equivalencia en fugas atroces donde el espíritu corre que se las pela pretendiendo esquivar males que desconoce. Eso era. Eso es. En eso consisten las amenazas enhebradas por seudopedagogos de tu ralea. En puras y simples cosificaciones de la vida que se resisten a ser designadas, en un existir encorsetado por remilgos y cauciones. Vida casi vegetativa afuer de remisa a todo cuanto suene a movimiento. Opacitación de cualquier género d de mordiente. Apuramiento de un cáliz cuyo contenido vomitaremos en la primera ocasión, circuido por las más rancias e ignominiosas pestilencias dimanantes de la entraña. Pero ya que estamos, tú sigue. No te cortes. Héteme aquí para no entenderte. Héteme, sí, sumido hasta las heces en incondicional obsecuencia y en tinieblas que ni a tiro limpio cejan. Todavía no concibo qué es lo que exactamente significa ser rebelde. Insubordinarse no contra alguien en concreto sino contra todo y contra todos. Hacer abstracción de la gran engañifa que anida en lo aparente para asentarlas en las fuerzas con que se cuenta para dar clima a esos móviles que comienzan equiparándose al grano de mostaza para irse hermoseando hasta devenir árboles copudos y rozagantes. El mismísimo terror que ahora nos paraliza ha de ser nuestro punto de partida. De ahí arrancaremos para incorporarnos al engranaje que nos lleva y nos trae, a esos imperativos biensonantes cuya hipoteca malsana se impone irrefragablemente a la solvencia de las mejor surtidas faltriqueras. –o cuando menos intuyo- que nada de esto es casual. No es por azar que se recortan nuestras deshilachadas siluetas en estos bancos gélidos. No es casual este silencio cuya gravosidad se nos hurta por lo que respecta a sus repercusiones en nuestro porvenir. Lo tenéis todo previsto los arengadores de tu camada. Cada palabra. Te sucede. Que mientras despotricas, te sientes demasiado seguro de ti. No sopesas. No disciernes causalidades ni efectos. >No te haces cargo del hondo error que subyace ramado que a tus buenos oficios de debe mucho de su prestancia. Puede hablar de inocencia quien anda sembrando malicia y lo sabe. Cómo puede gestualizar el pecado anónimo en su conjunto le conoce todos los vericuetos, tipologías, variantes, eximentes…

Te salva eso. Que ahora y aquí no hay dios que cuestione tu estrategia dialéctica, tu vidrioso empaque procedimental, tu técnica de marear la perdiz hasta el infinito. No resistirías la más leve embestida de la cordura, cuánto menos las dentelladas de la sinrazón. Do tú mismo te complaces en encarnar y en entronizar para reconcomo de todos nosotros. Quien lo hizo –dices-. Y ese alguien lo hizo. Y ese alguien está aquí.

 

Te imagino señalando en las treintipico direcciones de la rosa de los vientos.

 

--Y tiene que acusarse a sí mismo.

Así concluyes tu silogismo esperpéntico, atroz, descabellado, malevolente.

--conste que no soy yo quien lo acuso. Es él quien ahora mismo… No, ahora mismo no, quiero decir más tarde… tampoco… Más tarde tampoco… Mañana o pasado o cuando sea…

Sí. Titubeas. Te reafirmas y te desdices en simultáneo. Ni tú mismo sabes lo que pides, tanto menos para qué o para cuándo…

Sí, te hablo a ti, --Bueno –ahora intentas imprimir a tu voz una tonalidad difusamente Tranquilizadora-. Quiero decir, éste, quisiera llamar la atención por última vez de ese ser corrupto y encenagado que en estos mismísimos momentos anda regodeándose y calla como Jaimito sabiendo que os está causando un perjuicio imponente a todos vosotros… a ti te hablo, hiena, malnacido, sicario del Maligno! ¡A ti me dirijo, reo de eterna condenación!...

Pero no. Decididamente no. Hay un cierto punto cuando la mejor engrasada maquinaria de ensartar diatribas una detrás de otra no da más de sí. El más abundoso y desmelenado arsenal de exabruptos se queda corto ante la imantadora magnitud del sentimiento. ¿Acaso creíste ni por un instante que esa tu incineradora de voluntades, que tu galvanizadora de terrores iba a constituir a este respecto ninguna excepción? No, carísimo. Gota a gota el mar también se agota. ¡Venga tío! ¡Acábala ya con esa desdichada vaina! Son las nueve pm… Cinco horas largas aguantándote la mona virtual… ¿No te parece imperdonablemente excesivo? Bien, chicos. Ya dije lo bastante como para que si a ese deleznable sujeto le queda algo de vergüenza, si es que no le corre horchata por las venas, acuda de motu propio a mi despacho y me diga mire –don bienvenido-, fue un momento de debilidad, no lo pensé, el espíritu está pronto pero la carne es flaca, he traicionado al Señor que murió por mí en la Cruz… Y si ese niño se reconoce autor de ese algo tan espantoso sin obligarnos a emplear procedimientos más sofisticados, Yo lo perdono y aquí paz y después gloria… ahora ordenadamente pueden ir pasando al comedor. La cena debe estar aguardándoles.

¡Menos mal! Qué catarata de satisfacción. Qué tsunami de alivio. >Por momentos reí hallarme en plena jurisdicción avérnica. Ser uno de tantos supliciados como allí las pagan todas juntas. ¿Que gozada, eh, Pelayo? No me digas que no es chipiritifláutico, Pepito Iguarán Pacheco…

--sí, palabrita del Niño Jesús… Yo también creí que aquello no acababa nunca…

--Y yo tenía más hambre que el perro de un ciego.

--¿Pero hay algún barrunto de por dónde puede ir la cosa?

Ahora tercia Eulogio Fuentes Pizjuán, de sexto curso, que el año que viene pasa a integrar el ramo de los privilegiados que van a Madrid para cursar estudios superiores.

--Y eso que no tenéis ni puta idea de por dónde van los tiros…

--¿Tú sabes algo? anda, cuenta, cuenta, no seas malito.

--Hombre, yo empezaría por discutir el precio…

--te doy el postre de toda la semana…

--Y yo te presto el transistor multibandas hasta el domingo…

--Siendo así, trato hecho… Lo habéis pasado fatal, eh?

--Peor que en la antesala de la horca…

--Yo también estaba pensando con qué comparar esa matraca, pero chicos, llega un momento en que a la imaginación del más pintado se le desbaratan los fusibles, por así decirlo… Me vais siguiendo, ¿verdad?

--Claro, pero suelta ya lo que sea…

--Tú nos dijiste que sabes sobradamente de qué iba la cosa…

--, Venga ya, danos una pistita… dinos siquiera por qué letrita empieza…

--Por eme, idiotas…

--Oye, sin faltar, que todavía nos podemos arrepentir del convenio… Por eme de mono… Por eme de mequetrefe…Por eme de manicomio… ¿Voy bien encaminado?...

--uy, que va… es algo mucho más frecuente y sencillo que todo eso…

--anda, ¡deja ya de ponernos los dientes largos y escupe!

--Pero si más claro no puede estar. Eme de mariconeo…Qué, cómo se os queda el cuerpo…

--Entonces todo era eso… Entonces eso era todo… Pues cien del ala te doy si vas de mi parte y le dices al orador que por ahí podría haber empezado.

 

 NOCIONES DE VUDÚ Y CABALÍSTICA PARA MAMPOSTEROS EN EDAD DE MERECER

 

Pues eso. Con el progreso van y nos la dan con queso. Qué penita. Qué tostón. Puestos a dárnoslas, ya me gustaría a mí que nos las diesen con salchichón. Pero la oferta y la demanda marcan el compás. Así es nomás. Tío Jonás. Dos pasitos palante y cuatro patrás… Ay Sannicolás. Decididamente me cago en diez. No puedo más…

Queda con Dios –Godoy-. Queda con El y Él contigo, Cachocarneconojos. Por más que arreglemos el mundo ni a ti ni a mí nos harán mariscales de campo. Tendremos que conformarnos con ser guardias de tráfico embalsamados, que menos da una piedra. Y si ni tan siquiera esa merced nos acordaren, con ser ciudadanos de a pie medio decentitos nos conformaremos, y el que venga atrás que arree, tú qué dices… qué más se puede pedir a la prima de un visir … Qué más se puede impetrar de una biznieta del zar… a falta de titulaciones y con la cartilla de desempleo eternamente por renovar, tampoco es como para buscarnos padrinos promotores de que se nos emoquete hasta la respiración, digo bien?... confórmate con lo que hay , Godoy, gurriato entre los gurriatos, modelo de guardabosques que se prejubilara mucho antes de recibirse como tal, lo cual bien mirado incluso tiene su mérito… Y si me permites otro par de consejillos absolutamente desprovistos de mala uva, ahí te vas para que de ellos hagas el uso y-o abuso que corresponda… No te dejes embaucar por quienes no saben hacer la O con un canuto; ve y diles de mi parte que para modelo de incompetencia ya tienes bastante contigo mismo. Ni flirtees con farolas, que eso trae muy mal fario. Si una vez atendidas las obligaciones insumidas por tanta patria potestad como curte tu osamenta y echas de ver que no te queda para un triste vaso de vino peleón sin tapa, espérate a la vuelta que diz que lo venden tinto, aunque hasta ahora que se sepa nadie ha regresado del Mas allá con el sano propósito de aclarar tan perentorio extremo. Y si resulta que no, que no te lo venden tinto, consulta con el prestamista de guardia y cómpratelo rosado, pues es ese un vino que ni roba ni mata y al cual no se le conocen ni una mala palabra ni una buena acción. Todo sea por la preservación de una citicultura comilfó, respetuosa para con el entorno interno y acomodada a las exigencias que comporta la eliminación paulatina de prejuicios raciales, a cuyo fin son de obligada observancia la tira de mandamientos que al fin i a la postre van y se resumen en dos: cuán antirracista soy y qué asco me dan los blancos…

Y puestos a decirle con música a nuestro foxterrier predilecto cuánto le queremos, a qué elegir himnos pasados de rosca. Conformémonos con aquella sevillana que a grandes rasgos viene diciendo El vino que tiene el vino que alegra las penas mías… Todo sea –pues que también el pobre hombre tiene su corazoncito- por quien dio a luz en un momento de ostensible debilidad sicosomática aquel eslogan de la copa de menos que altos índices de competencia desleal generara entre quienes tanto huisqui de garrafón expenden para desdoro de Escocia y sus satélites…Pero ante todo no olvides que hay mucho párvulo cuyo carné de identidad acredita su condición de nonagenario insigne. Y también te tropezarás así adoptes la salomónica postura de autosentenciarte a reclusión domiciliaria a mucho mentecato para quien progreso, progresía y progresismo son una y la misma cosa, pero ya se sabe, una mancha en la familia la tiene cualquiera. Y es que –Godoycito de mi vida, tú eres niño como yo- cosas hay que dando igual no son lo mismo, o viceversa, atrévete a afirmar que no tengo razón.

 

Leucocitos alerta

 

El Lobo Feroz no existe. Eso es. No hay lobo feroz ni cosa que se le parezca. A mí no me la dan con queso. Con queso se la dio el Zorro al merluzo del Cuervo. Qué risa. Bueno, que risa para el zorro, claro, para el cuervo figúrate tú qué rabieta. Cómo pueden ser los cuervos tan boberas. Quién le mandaba al tolete del cuervo abrir el pico. ¿Es que no sabía –el muy tontainas- que si abría el pico se le caía el queso? Por lo visto, no. No lo SABÍA. O LO SABRÍA PERO NO SE ACORDABA. Esas cosas pasan, tú. Ya lo creo que pasan. Los mayores nos las cuentan a los niños así en historietas para que cuando nos pasen de veras pues nos apliquemos el cuento. Porque a los niños resulta que no nos pasan cosas de verdad. Lo que nos pasa es algo así como un ensayo; si nos manchamos el babi lo importante no son los dos lamparones que nos cuelgan de la solapa, quevá. Lo importante es que cuando seamos mayores y demos un concierto y después tengamos que sentarnos a la mesa del rey de la conchinchina, un suponer, estaría feísimo poner los codos sobre la mesa y sorber la salsa directamente del plato y cantar mientras se mastica la carne y tal i que se yo. Lo importante es eso. Lo importante es lo que el rey de la Conchinchina o de donde sea va a pensar de nosotros en viéndonos comer así; este nota tocará divinamente el violín pero es un cochino de mucho cuidado. Eso. Eso es lo único que cuenta. Quedar como los ángeles ante el rey de la Conchinchina o de las Chimbambas. A Papá y a Mamá les da igual que desmigajemos el pan y que juguemos al tenis con el aro de la servilleta y que eructemos como energúmenos y que digamos –imitando al lobo del cuento de los siete cabritillos- “parece como si hubiera comido piedras”. A ellos ya ves tú, eso se la trae al pairo. Lo que pasa es que de nada le sirve a uno ser un músico de campeonato o recitar de memoria todas las fábulas habidas y por haber o hacer divisiones de tres cifras en un periquete si resulta que uno luego es un bostión de armas tomar. Lo decisivo está por llegar pero hay que poner mucho ojito al parche. Me lo dice Mamá a cada dos por tres: Tarsicio, no hables con la boca llena. Tarsicio, siempre pones la mesa hecha un estercolero. Tarsicio, te está goteando el almíbar del melocotón por la pechera. Tarsicio, que va a pensar de ti el Rey de Indochina el día de mañana cuando des un concierto en su palacio. Y eso que Papá dice que allá por la Conchinchina no hay rey, que andan por esos andurriales los franceses y los vietnamitas y los camboyanos y que se yo quiénes más dándose leña a más no poder… Yo sé lo que Mamá quiere decir. A lo mejor nunca aprenderé a tocar el violín ni me daré ningún garbeo por la Conchinchina pero ellos –Papá y Mamá- me lo dicen así nomás que para ponerme un ejemplo. Dice Papá que llegará el tiempo en que hasta para ser basurero haya que diplomarse. Y si lo dice Papá, punto redondo. A mí sólo me toca creer y callar y obedecer.

 

 El Lobo

 

No existe, quedábamos. Por eso me lo puedo imaginar como me dé la real gana y qué curioso , caray -digo caray porque no es una palabrota, no les sale a los niños si la emplean ninguna pimienta en las bembas ni nada parecido- qué curioso caray, por más que esos cuentos me lo pinten desalmado y tragaldabas, a mí no me acaba de salir malote del todo, me cae masbién simpático, el Lobo Feroz –aunque aseguren que no existe- es para mí un tipo superchachi, además déjenme que les aclare una cosa a condición de que no me tomen por el chiflado del barrio: como no le conozco y puedo imaginármelo según me plazca para mí el Lobo Feroz no es ningún lobo sino un globo, eso mismito, un globo bien inflado que rueda y requeterrueda por el camino del bosque en espera de nenas descuidadas y cursilonas a quienes tomar el pelo e hincar el diente, un globo grandote que en vez de deslizarse hacia abajo rueda pararriba, y hace un ruido engañoso tal vez para despistar, un ruido como cuando un carro circula por una vereda llena de pedruscos, un ruido que si lo escuchas te da la sensación de que el globo va despacito pero es mentira, el globo corre a todo tren haciendo algo así como aúuuuu, aúuuuu, no aúlla así para asustar a nadie , emite ese sonido sólo porque es talvez lo único que sabe decir, porque ésa y no otra es la voz que tiene , aúuuuuu,aúuuuu, a veces cambia de acento el soniquete y dice áuuuuuu, áuuuu,, depende , él se sabrá lo que trata de decir pero en ningún caso ello coincide con lo que a nosotros nos ha dado por entenderle, no quiere en modo alguno decir tápense la cabeza niñas y niños que a por ustedes voy , eso no, significará otra cosa que aún nadie pudo averiguar porque nunca nos hemos tomado la molestia de estudiar su idioma.

 

El Bosque.

 

 Qué bonito tiene que ser el Bosque. Un día Papá me hizo la pascua sin querer. Me dijo que un bosque era prácticamente lo mismo que un monte. Qué mala pata. En el monte sí he estado yo y la verdad es que me lo pasé chachi allá arribota pero de todos modos aquel monte no era como mi bosque, no. Mi Bosque es ni ancho ni estrecho, un espacio larguísimo rodeado por dos paredes muy altas altísimas, Un sitio por donde te pegas la panzada de caminar y acabas dándote cuenta de que no termina nunca. Hombre, entendámonos. Termina cuando tú coges y te paras. Termina cuando divisas una lucecita que brilla allá a lo lejos y resulta ser que es una casita y dices Ea, pues aquí me quedo, si quieres puedes decirlo más solemnemente claro está y entonces te saldría así: pues aquí siento mis reales, no me importa si la casita es de un ogro o de un gigantón o de un hada o de un nomo o de vete tú a saber qué bicho viviente bueno o malo o regular, lo que sea sonará, aquí paz y después gloria… Entonces y no antes o después es cuando termina el bosque. Cuando tú quieras que termine, y sanseacabó…

El monte al que he ido a veces con Papá está bien, quién lo duda, muchos árboles, mucha sombrita, la merendola que nos pegamos allí, Papá que tuvo cierta pesadilla que más tarde me relató a pertinaces instancias mías, por lo visto un toro iba persiguiéndole y no veía la forma de ponerse a salvo, y el toro que ya le andaba pisando los talones, que apuntito estaba de cornearlo, y Papá que apenas podía moverse, y todo se resolvió en un grito escalofriante y prolongado, que a mí me puso los pelos de punta, jugando como me hallaba en ese momento a tirar piedrecitas bajo los árboles con la vana esperanza de romperle la cocorota a alguna mariposa o queseyó a quién … el monte está bien, no lo discuto, pero mi Bosque está mejor porque nadie me dijo nunca como es y sin embargo yo lo sé. Porque a su través te internas siempre en línea recta y cuando quiera te apetezca puedes dar marcha atrás. Eso si no encuentras la Casita encantada de turno y te dices pues ea, hasta aquí llegué, exploradores vendrán que me mejoren la plusmarca pero lo que es a un servidor no lo mueve de aquí ni la grúa del ayuntamiento. Y hay siete platitos de sopa muy bien aderezados y ni corto ni perezoso te los ventilas del tirón y te echas una reponedora siestecita en uno de los siete lechos habilitados al efecto por todavía no se sabe quién, y aparecen de improviso Mamaosa y Papaoso y sus cinco oseznos y tú te despiertas la mar de sobresaltado y les dices, todo coloradote igual que un fresón:

 Ay perdonen ustedes por Dios, yo no sabía que ese rico comistraje y esas camitas fuesen suyas, yo lisa y llanamente estaba dando una vueltecita por mi Bosque y empiezo a sentirme cansado y me...

Así es mi Bosque. Nadie manda ni obedece. Todos lo admiten todo. Pero las cosas que voy averiguando o conociendo van invadiéndome gradualmente las zonas de ese mundo que es mío y sólo mío. Es como lo de los holandeses que diz le roban tierra al mar o algo por el estilo. Y sin embargo aquel hombre a quien mi niñera dio unas monedas y que me acariciaba la cabeza me lo dijo: “hay que unificar lo tuyo y lo mío con lo ajeno para que nada sea de nadie y todo sea de todos”. Entonces me pareció una bobería de ésas que se sueltan por el mero afán de hacernos los interesantes, pero ahora ya –a raíz de que me percato de estar perdiendo poco a poco mi Bosque y tantas otras cosas más que en mí directamente nacen y crecen- comienzo a comprender que el dichoso alemán estaba en lo cierto.

 

Marejadilla

 

Chitón. Cállese todo el mundo. El mar me está diciendo cosas. Leves que no puedo oír si no me acerco más a él. Vedijas. Qué menos. De momento ya me alcanza las rodillas. Está fría el agüita pero Papá dice que eso es la primera impresión. Que después se te aclimata el cuerpo o algo parecido. Eso. Todavía un poquitito más. Hasta la barrigota. Ya, ya va bien. Pero ahora cállense. No jugueteen. No me embromen. Absténganse de decirme que el coche de mi Padre es una charanga. Eso déjenlo para cuando esta noche nos echemos luchadas en los terreros improvisados del asfalto. Lindas, irrepetiblemente lindas esas noches de verano cuando los derribo con uno de mis potentes garabatos y ustedes rabean a todo rabear. Ahora piérdanse. Déjenme a solas con el mar. Me está diciendo cosas que todavía ignoro lo que significan pero lo sabré algún día. Me dice el mar Mira, mira cómo te hago cosquillitas en los pinreles. Mira cómo me remonto hasta tu estómago, y sigo pecho arriba, y toco tus hombros como no sabría hacerlo el hada más experta. Éste soy yo, ¿sabes? Tu amigo el Mar. Por mi han pasado a montones piratas, exploradores, misioneros. Ni los piratas son tan malos como los pinta la leyenda negra, ni los exploradores tan buenos como dice la propaganda oficial de cada país. Los misioneros es otro cantar. No les guía sino el deseo de ganar almas para Cristo. Claro que esto es generalizar. En cada frente hay de todo como en botica. Pero hasta cierto punto yo dejo a todos circular libremente por mis aguas. Soy leal, magnánimo, justiciero. Si te apetece jugar conmigo, a qqué esperas para hacerlo. Yo no soy tramposo. Cierto que cuando me pongo demorritos no recomiendo contactar conmigo ni tan siquiera a mis peores enemigos; entonces todo el mundo nota que me hallo en proceso de enfurecimiento, pues que yo no oculto mis sentimientos. Haz caso de Papá. No te vayas a lo hondo donde no haces pie. Trátame con cariño, pero ten también cuidadito conmigo. Tu papá me conoce muy bien. Él sabe que cuando me cabreo de veras no parto peras con nadie. Te comento todas estas cosas ahora que te estoy llegando al cuello porque yo no desperdicio munición y sé de sobra que es en este mismo momento cuando mejor puedes entenderlas. En mis subsuelos áridos fondearon tesoros que siguen por desentrañar y que no dejaré ver más que a mis amigos más íntimos. A esa gente intrépida que pretende luchar contra mí de igual a igual. Que no se arredra ante las veleidades de mi temperamento. Pero tú ahora no te ocupes de ello. Mira cuántas cosas tengo para ofrecerte. Soy el Mar. Recuérdalo. Ven a mí cuando necesites experimentar sensaciones de calma y libertad supremas. Oye los cadenciosos ecos que esparzo a mi alrededor. Nunca acabarás de conocerme. Siempre que nos volvamos a encontrar será como si nos saldásemos por vez primera. Me gustan los niños como tú. Sin embargo, durante mis rachas de furibundo apogeo no conozco la clemencia. Me porto bien a condición de que no se abuse de mi paciencia. Te lo repito. Soy el Mar. A cambio de tu prudencia y tu respeto, te brindo mi amistad. Te estoy acariciando lentamente. Déjate mecer. Así. No opongas la menor resistencia. Piérdete conmigo en los abismos de silencio y distancia cercanísima donde ya yace mi verdadera Historia; estoy permitiendo que te aproximes a mis misterios pero nunca te diré mi última palabra. Por eso soy arcánico. Porque guardo mejor que nadie los secretos. Llamamos misterioso a algo que se halla tan próximo a nosotros que no nos es posible descifrarlo. No. Deja. No hables. No te muevas. No hace falta. Déjate querer. Qué necesidad tienes de recorrer mis zonas agnotas. Te iré aclarando como soy poco a poco. >Me adaptaré a ti desde la dulce magia del susurro. Te escondo mis secretos porque si te los descubro la cosa no tendría maldita gracia, comprendes. Soy el Mar. Por mí discurren las ansias y los sueños del Hombre. Choca pues esos cinco. La vida es dura y larga. Podrán talvez apartarte de mí pero yo me las ingeniaré para meterme dentro de ti. Para dirigir mi voz hacia dondequiera estés en un murmullo barredor de hielos y lejanías. Aunque tú no receles mi presencia, siempre estaré contigo. Soñaremos juntos y revueltos, Tarsicio. Mi voz Entrañable seguirá tus pasos. Nunca te diré adiós sino hasta siempre. Sí. Es el mar. El mar que me está platicando. Papá me relata muchas cosas del mar. Me cuenta por ejemplo que el agua marina contiene yodo. Yodo y no sé qué más. Salitre creo que es. Y yo le pregunto que qué es el yodo. Y Papá contesta que es una cosa superchachi. Que es gracias precisamente al yodo que un suponer tú te haces una heridita y te bañas en el mar y esa heridita cicatriza más rápido. Claro. Eso debe de ser porque el agua del mar aparte de yodo debe tener sustancias parecidas a esa agua oxigenada que me ponen cuando me hago un rasguño o un chichón, o cuando el Hermanito me larga una mordida de campeonato en el hombro. Eso debe de ser. El yodo sólo no bastaría. Todo esto lo digo porque me lo figuro. A Papá no puedo ni debo llevarle la contraria. Me gusta quedarme aquí quietecito. Dejarme conducir por la sabia mano del mar. Escuchar todas esas manifestaciones sonoras que aún no acabo de entender. Está hecho. Cuando sea mayor, haré lo que ese valeroso navegante peninsular. Me meteré de medio cuerpo en el mar y diré a voz en cuello:

 Óiganme señoras y señores, saben lo que les digo, el mar me pertenece, ustedes no lo entienden ni falta que les hace pero así y no de otro modo es como es, fue un pacto que el mar y yo firmamos hace muchos muchicísimos años, es un acto de fe y ya saben que la fe mueve montañas y lo que se le ponga por delante, el mar es mío, todo mío, muy mío, tan mío.

 

MÚSICAS CELESTIALES Y OTROS ESQUERZOS EN FASE    DE RODAJE

 

“…Las doce, ese impás crucial, hora incrustada como por descuido en la prohibida jurisdicción de la madrugada”.

 

GEMA SANSÓN

 

Las doce es cosa de mayores. No sé porqué pero es así. Los niños a las doce se supone que estamos durmiendo. No sé cómo serán las doce. No lo sé, recórcholis. Me gustaría saberlo, pero que si quieres arroz –Catalina-. Yo a lo más que llegué empié fue a las once. Por cierto, tengo una dudilla. No sé si se dice la sonce o las once, porque es que como la pronuncian tan rápido… Puede que esa hora en realidad se llame sonce y no once. Apuesto por lo segundo pero vaya usted a saber. El mundo de los mayores está superplagado de cosas a cuál más rara. Estas cosas no sé con quién aclararlas. El Hermanito sin ir más lejos diría muerto de risa que soy un Babieca de armas tomar. Que hago preguntas la mar de tontas. Papá me prometería explicármelo todo al anochecer y se olvidaría de hacerlo según su costumbre. Mamá me diría que ella en esos belenes ni entiende ni quiere entender, que todas esas vainas son para gente estudiada que sabe por dónde le va el agua al molino. Enfín, que sentenciado estoy a quedarme con esta duda como con tantas otras. Digo las once con un poquitín de miedo de que no se escriba así. De que me pongan un cedrote como una catedral en ortografía i más yerbas. De que el maestro me diga medio en serio medio en broma Ay de ti Tarsicio, rapaz insolente, un día de éstos te cortaré el gañote, maldito renacuajo… Todo el mundo menos tú sabe que debe escribirse lasonce, todo junto… eso es de cajón. Eso se aprende en el parvulario mucho antes que lo de Adán y Eva. Cierto día me armé de valor y se lo planteé a la muy pazjuata, a la muy chuleta, a la muy remilgosa de gema Sansón. Esa nena con trencitas superlargas y una voz caramelizada de ésas que te transportan de sólo escucharlas al séptimo cielo. A veces se queda conmigo estudiando, bueno, haciendo el canelo la una y el otro a discreción, pues en realidad se lo pasa todo el tiempo contándome cuentos raros, adaptaciones que ella misma hace –la muy tortolita, la muy cursilona-para captar mi interés hacia eventos que narran esos libracos suyos gordos y repelentes. Pues eso. Voy y le digo Oye –Gemita-, ¿tú sabes si se dice las once o lasonce?. Y ella, según un ritual impredecible al que malhadadamente empiezo a acostumbrarme, va y en vez de darme una respuesta directa va y se pone a discursear como si leyera de un libro pero yo sé que no pertenece a libro alguno, que lo ha escrito ella misma y se lo trajo junto con sus apuntes porque a saber de qué modo y manera había previsto que yo le preguntaría exactamente eso. La muy repipi… La muy chinchosa… La muy barrigaverde… Miren ustedes con lo que me vino a salir… No es que me lo sepa de memoria, no, quevá… Se Le choriceé tales apuntes, mientras ella se esquijaraba la sesera a vueltas con la conjugación de verbos latinos o queseyó a qué… Miren ustedes, miren y empápense si reúnen bastante paciencia para llegar al final:

 

Las doce. Prístina hora de la cual arranca el tiovivo imprevisible de la madrugada. Ínterin en que apacibilidad y misterio se entremezclan en una suerte de delirio autorizado sólo y siempre para mayores. Sonata que pespuntean unas manos invisibles para ser vivenciada en soledosos campos cuajados de fragancias inéditas. Espacio invadido por las doce, tinto en una dulce embriaguez de rocío precursor de la amanecida. Un rocío color anhelo, álgido y esplendente, fino de toda finura, catarata de silencios vibrátiles que se captan mejor cuando el alma parece aislada y sin embargo se halla en flagrante conexión con mundos inasibles que los sentidos nunca captarán… avalancha de arrobo y mansedumbre. Hora que se extiende, muda y grandiosa, como el agro convertido para alojarla en paraninfo y en ágora, en lienzo y en sinfonía, música inédita y prohibitiva que se esparce en rosarios de notación minúscula por sobre los contornos de la madrugada que hace estrenar a cada paso su pujanza recién nacida. No se sabe cuáles manos bordan delicadamente esa diadema para quien desee admirarla bien despierto. Tampoco vemos al músico omnisciente que tañe cada una de sus cuerdas, a su primer y único intérprete porque empezamos por entreverarla incrédulos para irnos adentrando gradualmente en su impensada y abrasiva cercanía. Cascabeleo acuático y juncal. Retoño edénico . tempóreo feto aupado en el proscenio límpido y acogedor de la noche

Promesa recostada en blandos y esfumadizos mosenes donde todo afianza su crecimiento para no perderse, para nunca acabar de transcurrir del todo. Sones que sólo se conciben en y desde sí mismos, uncidos a los faldones de la madrugada próxima a estallar. Ripios que sólo pueden percibirse y entenderse formando parte de un conjunto que nos habla de las maravillas de que es capaz el genio divino del Creador.

 

Hasta aquí las pavadas de Gema Sansón. Mira tú que los papás pagándole los estudios para que ella se entregue a parir tales monsergas. No sé ustedes pero por éstas que son cruces les juro que no entiendo ni papa de este texto. Lo guardaré por si las moscas. Dice el <Hermanito que cuando seamos mayores entenderemos todo esto y mucho más. Que podremos comprar y vender fincas. Que regresaremos a casa pititis a las tantas de la madrugada sin que nadie nos llame la atención. Vaya gozada, no les parece? Incluso dice el Hermanito que cuando yo cumpla cuarentiocho tacos me hará un regalo de cumpleaños muy especial fíjense. Nada menos que cuatrocientas mil pesetas del ala. Eso me va a obsequiar el Hermanito con un buen par de narices. Y con eso ya puedo prometérmelas felices. Ni tendré que trabajar ni guardaré cola ante los centros de beneficencia ni rián de rián. A vivir que son tres días mejorando lo presente. Cuatrocientas mil es todo un señor capitalazo. Pero hasta que llegue tan gozosa coyuntura bueno va Geneto como dice Mamá… Faltan todavía carros y carretas y carretones. Que uno no pueda cumplir los cuarenta y ocho cuando buenamente se le encarte. Lástima, sí señor. Mendíbiri que encantado les da carrete…

Las doce –caray –conste que no es palabrota, es una interjección que a su vez es parte de la oración que sirve para expresar enfáticamente sensaciones de alegría, dolor, fastidio, etcétera-. Qué hora tan desconocida, tan especial, tan rematadamente linda, hora para permanecer despierto con cualquier pretexto si nomás pudiese uno evitar que antes de consumarse esa hora los ojitos se le cierren como por arte de birlibirloque, como si cayesen sobre ellos nubes de plomo . Si un suponer esa hora fuese un yacimiento yo me haría minero y la excavaría por todas partes y le diría al reloj que se detuviese justo ahí, nomás en dando esa hora, las doce, e extraería todo el metal que almacenase. Esoés. Y si fuese un río me haría buceador y tras recorrer con delectación sus márgenes me introduciría hasta lo más profundo de ella y digo yo que pescaría algún barbo, trucha, anguila o lo que fuese. Y si pescaba un resfriado de campeonato pues mira, más se perdió en Cuba… A don escolástico que no sé porqué siendo tan buen médico tiene que curarlo todo administrando a la gente pinchazos en el culete le he oído decir que soñar no es mala cosa sino todo lo contrario. así es que sumo y sigo. El fondo de la doce estaría repleto de islotes que a su vez abundarían en plataneras y en algodonales como la mía, islas no tan espaciosas pero que también tendrían su corazoncito, vaya si lo tendrían, islas en que las bondades de mi terruño alcanzarían su máxima expresión, islas cuya existencia sólo yo conocería, islas con volcanes y con tabaibas y toda la pesca, fumarolas por aquí, escupitajos de incandescencia por allá, monstruos telúricos expulsando por las fauces lava y ceniza por un tubo. Esoés, las doce, qué penita pena no poder hacer guardia junto a los luceros para verlas llegar y decirles No te vayas, no pases nunca, quiero quedarme en ti y tú en mí por los siglos de los siglos… Pero no. No puede ser, caray. Papá sostiene que las doce son una hora como otra cualquiera. Que no pasa nada. Que simplemente el vetusto reloj de pared pega doce campanazos y ya está. Talán talán talán y así hasta doce veces. Después el tiempo sigue y si te he visto no me acuerdo. Y si lo dice Papá tiene que ser cierto. Eso que quede muy claro. Pero en algún intersticio de mi ser despunta subconscientemente la impresión de que eso no es exactamente así. Que a las doce pasa algo gordo, algo que Papá debe ser contrario a que yo conozca y por eso insiste machaconamente en que a las doce hay que estar dormidito o arderá Troya. Debe tratarse de una de tantas cosas como los mayores estiman que los niños no podemos entender. Pero ojito al parche. No se deduzca de lo antedicho que yo le lleve la contraria a Papá. Faltaría plus. A<>Papá me dice siempre la verdad. Lo que pasa es que él piensa que se me dijese toda la verdad me haría daño. Es como cuando él enciende su dichoso cigarrillo . Siempre a vueltas con la consuetudinaria cantinela. Niños, aunque me vean fumando ustedes nunca lo hagan. Es funesto para los pulmones. Entorpece la circulación de la sangre. Yo lo hago porque desgraciadamente ya he cogido el vicio pero ustedes aún están a tiempo. El día de mañana alguien les ofrecerá un cigarrillo. Pues bién, ustedes contesten amablemente que no les apetece. El primero llama al segundo, y así sucesivamente. Esoés. Papá da por descontado que ciertas verdades nos harían tanto daño como el cigarrillo. Y tiene razón porque es Papá y no nos engaña ni a tiros, pero hay algo que de todos modos no me casa en este galimatías.

Las doce. Hora propicia por ejemplo para ir a capturar ranas. Mientras agarro el sueño, escucho allá en la lejanía el incesante croar de esos batracios. (Papá me aclaró eso, que a las ranas y a otros bichejos parecidos se les denomina batracios o anfibios, vaya uno a saber porqué, ay qué risa Marialuisa). Y le digo con voz mimosa Papá , llévame contigo y cogemos una ranita para jugar con ella. Y Papá me sale con que no desvaríe, Imposible –Tarsicio-, para eso precisaríamos quedarnos despiertos hasta las doce y eso no se logra tan fácil, lo suyo es que a las doce los niños estén durmiendo como Dios manda.

 Y yo que eso a santo de qué, que una excepción al año no hace daño, y Papá a vueltas con la sempiterna matraca, No te impacientes, todo llega en esta vida cuando tiene que llegar, vas a coger más ranas que pelos tienes en esa cocorota pero dale tiempo al tiempo … Y yo que me encabrito alcanzando ese paroxismo coincidente con las lágrimas, Pero papá, un día, tan sólo un día, nos acercamos sigilosamente a la charca, cazamos una ranita y san se acabó, y Papá que el problema no reside solamente en que yo no deba o pueda hacerlo sino en que justo cuando lleguen las doce no voy a tener los ánimos tan enteros como ahora, me habré acogido a los brazos de Morfeo , y yo lo desafío diciéndole que nos apostemos cinco duros a que voy a ser capaz de esperar el advenimiento de esa hora mágica, y Papá que eso de apostar es más propio de feriantes o de trogloditas que de personas civilizadas, y yo que bueno, que borro lo de apostar pero emplazándolo para que a la noche siguiente hagamos la prueba… Y Papá que bueno, que vale, que me vaya mentalizando, que predicar nunca ha sido lo mismo que dar trigo, que ya veremos lo que va a pasar y quién quedará por mentiroso cuando llegue el momento, y yo que no quepo en mí de júbilo, ya qué gozada, por fin voy a quedarme con la copla respecto a eso que sucede a las doce y que hasta el presente se me ha ocultado ignominiosamente, eso hay que mojarlo como dicen los adultos, semejantes triunfos sobre la tozudez de Papá no se obtienen todos los días, menudo relajo, se lo participo al Hermanito para que rabee a mi sabor, Esta noche Papá y yo nos largamos de cacería, y el Hermanito que si atrapamos algún puma tengamos cuidado con los mordiscos que arrean esos felinos cuando les da por ahí, y yo que entonces voy y le miento, porque al Hermanito sí es verdad que le miento y se cree el muy sandio todas las patrañas que me da por ingeniar para sus castos oídos , le digo que vamos a organizar un safari, que tenemos un pacto supersecreto con los rusos, que Cruchof nos va a prestar un espútnic c con el cual nos pondremos en el África profunda en un periquete, le digo que nada más arrancar el espútnic zas! Ya estamos en la selva componiéndonoslas como Dios nos dé a entender con tigres y leopardos o en el Nilo rodeados de cocodrilos por los cuatro costados, después un achuchoncito más y catapún , ya nos internamos en plena cuenca amazónica, y el Hermanito que por poco no la espicha del susto, y yo que le consuelo porque me conmueva lo más mínimo su espanto sino porque sé que si Mamá lo oye llorar por mi culpa me pegará una buena somanta, y le exhorto a que no se preocupe por nosotros, le aclaro que las más feroces alimañas no nos tocarán un pelo, que caerán fulminadas por un potente procesador de rayos ultravioletas a de segundo, y el Hermanito desea le explique dónde está eso y cómo me las compuse para ingeniármelo, y yo le digo que se lo acaban de sacar de la manga los rusos pero que no se vaya de la lengua porque como eso se divulgue el camarada Cruchof se amoscará y no accederá a prestarnos el espútnic para nuestra emblemática expedición nocturna.

Ahora chitón. Como sé que no voy a ser capaz de ponerme en situación, copiaré literalmente un fragmento de los apuntes que le mangué a la muy bobalicona de Gema Sansón. La muy imbécila. Se cree que yo me chupo el dedo. Se le figura que yo no sé que todo cuanto le cuento lo utiliza para escribir esas mamarrachadas que hasta asco da verlas y que no hay quien de ellas entienda una triste jota pero que después de todo hacen mis delicias hasta el punto de que cuando yo sea mayor me gustaría escribir justo como ahora lo hace la muy apimplada y majareta de Gema Sansón. Contradicciones que tiene la vida. A veces lo que te duele te alegra inopinadamente las pajarillas, y-o viceversa. Porque a la muy lunática y descerebrada de Gema sansón no se le capiscará ni papa y todo lo que se quiera pero hay que admitir que escribe como los ángeles. Así y no de otro modo es, caray. A ella que le den por el totizo y que la pille un tranvía pero ello no obsta para que reconozcamos que cuanto escribe es superguay del Paraguay. Para muestra un botón. Miren lo que se le ocurrió cuando le trasladé con todo lujo de detalles mi aventura. A mí no me dice absolutamente nada pero debe estar buenísimo. todo el mundo lo vaticina. Gema Sansón llegará a la cumbre. Ni que fuera alpinista, caray. Fíjense, fíjense lo que le dio por escribir amotupropio o utilizando palabras de no sé quién ni en verdad me importa mucho, tomando como su puesta base lo que yo le relaté que total no es nada, fíjense:

 

Son las doce. Justamente las doce. El pequeño Tarsicio duerme con un sueño hermético, con un sueño tan antiguo e indesmentible como el mundo mismo. Sueño de Niñojesús liberado de su prisión miniaturesca. Sueño cerrilmente ajeno al advenimiento de la medianoche. Sueño intemporal, sueño alígero desde su urdimbre de quietudes aparentes. Sueño gozoso y triunfante. Sueño como anclado en medio de un ribazo cuyo vadeo insensible desembocará oh milagro de los milagros- en el día siguiente. Mañana. Otra orilla más del tiempo. Deliciosa travesía que tiene a la dormición como aparejo, como escenario, como causalidad, como límite, como paréntesis justo y necesario. Papá se aproxima de puntillas al lecho del tierno infante. Asiste como petrificado a cada pespunte de ese sueño sacrosanto entretejido por manos expertas e invisibles . sí, se dice. Es un crimen despertarlo. Se lo prometí, es cierto, pero no deja de ser un crimen. De todos modos, serviría de bien poco faltar al compromiso. Lo prometido es deuda…”

 

Hasta aquí lo que pude birlarle a Gema Sansón. El texto sigue pero últimamente la condenada me esconde amachamartillo sus originales. Dice con sobrada razón que alguien está metiendo las manoplas donde no le va ni le viene. Lo espeta para que yo me ponga colorado pero me hago el sueco y espero pacientemente el amainamiento del chaparrón y la hora del desquite. Es cierto que no capto lo que significan pero me gusta sobremanera deleitarme con las insensateces de gema sansón. Me gustaría saber cómo remata ella aquel guirigay. con qué palabras reproduce el deplorable hecho de que aquella noche no me desperté. De que Papá tenía más razón que un santo. Que todavía las doce no son horas para mí. Que ya habrá tiempo de comprobar con creces en mis propias carnes que a las doce no acontece nada del otro jueves, que las doce es una división cronométrica del montoncito. Una hora en que Papá tironea de mí como para sacarme a la superficie desde un pozo sin fondo. Venga -Tarsicio-, las ranas nos están aguardando, no eras tú el valentón que me iba a ganar no sé qué apuesta? Y me destapa. Papá me destapa y me pellizca la nariz y me sigue cuchicheando que los minutos son preciosos, que aligere, que la aventura está servida, que capturaremos algún batracio y después para celebrarlo talvez nos dedicaremos a escuchar al dichoso hipopótamo que despotrica nocturnalmente con su gangosa y espantable voz por onda corta desde algún lugar de las américas. No, Papá. Todavía no. Algo mucho más fuerte que este niño que soy me está reteniendo. Mi cabeza se cobija férreamente en la blandura de la almohada. Quiero sobreponerme al sueño pero el impulso que me obliga a recostarme tiene que ser más fuerte que el mismísimo García de Paredes, guerrero extremeño que por lo visto detuvo una rueda de molino girando a toda velocidad. No, Papá. Deja que aún no despegue. Deja que aún no sepa. No te opongas a que las doce sigan siendo muy mías. Tiempo habrá para darte eso que por otra parte tú siempre tienes . Eso que desde ya hago tuyo y muy tuyo a cambio de que no turbes mi sueño. De que dejes en paz a mis puñeteras y privativas doce. De que todavía no te sirvas demostrarme… que no tengo razón.

 

Autor: José Claudio Suárez. Tenerife, España

yamilexpres@gmail.com

 

 

 

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