La Nochebuena de Miguel.

     

      Miguel, cinco añitos, los ojos fijos en la mujer que se sentaba junto a su padre, superponía la imagen de aquella otra, la que le arrollaba la bufanda para ir al colegio, la que lo peinaba todas las mañanas y dejaba un beso en su frente.

      ¿Habría pasado muchos días en aquella casa, o tal vez pocos? ¿Acaso no sentía el calor de sus labios en la mejilla todavía? Y en el bolsillo  estaba la cajita con los cromos que un día ella le compró al salir de la escuela. Cuando estaba solo, lo pasaba muy bien hablando con aquellos personajes de los cromos. ¡Cuántas cosas se decían!

      La mesa estaba dispuesta con la cena de Navidad. Miguel comía sin apetito. Miraba, sin ver, el bordado del mantel, las brillantes copas, las velas, la corbata de su padre.

      Sus ojos lo engañaban, no veía la corbata sobre la camisa de su padre, él había visto aquella corbata en las manos de su madre sacándola de un sobre oscuro de regalo cerrado con un gran sello dorado y anudársela al cuello. Ahora su papá besaba a aquella mujer, pero no, no, aquella no era su mamá.

      Ya estaría acabada la cena seguramente, porque en el centro de la mesa había una suculenta tarta de chocolate y coco. Dejó atrás sus imaginaciones y disfrutó de un buen trozo. No sabía los manjares que había comido antes. Pero ahora estaba contento, se iría enseguida a la cama, y pasaría un buen rato hablando con sus amigos de los cromos, luego se quedaría dormido pronto.

      No, no, antes tenía que acabar de pintar los colores del dibujo que había hecho para su mamá, y que mañana le daría cuando viniera a buscarlo.

      Suspiró pensando: "Cuando despierte por la mañana ¡ya habría pasado la Nochebuena!"

 

Autora: Brígida Rivas Ordóñez. Alicante, España.

     davasor@gmail.com

 

 

 

Regresar.