La fragilidad de la vida.

 

—¿Qué te pasa primo, ? estás como ido últimamente.

—Es que muy pronto me voy a ir.

—¿Y a dónde vas que más valgas?

—Me voy con mi tatita; ya me está esperando.

-Esa conversación ocurrió el 24 de mayo. Y, precisamente un mes después mi sobrino (por razones obvias, permítanme omitir su nombre); se ahogó en un canal de riego del Valle de Mexicali.

Eran las 20:00 de la tarde noche. El ambiente, típico del verano mexicalense de alrededor de unos 45 grados centígrados. Es cierto, es muy riesgoso bañarse para refrescarse en los canales de riego. Aparentemente la corriente en la superficie va muy tranquila, pero cerca de la compuerta el agua adquiere una fuerza extraordinaria y remolinea peligrosamente. En fin, los jóvenes son demasiado imprudentes y hasta temerarios. Y él, mi sobrino, cumplió con la cita fatal y asumió su destino.

Otros parientes, quienes vivían en una ranchería del Estado de Guanajuato, en abril, también perdieron la vida a causa de un grave accidente.

La dueña de casa, consiguió una planta de electricidad portátil, cuyo funcionamiento era a base de gasolina. Dicho aparato debió colocarse en el exterior de las habitaciones; pero, se instaló en la misma pieza donde estaba toda la familia. La combustión del motor produjo gases nocivos y, murieron dos menores y dos personas adultas.

Más distante en el tiempo, hace unos veinticinco años, unos familiares habían ido de paseo a un balneario en el Estado de México. Todo transcurrió sin novedad. Se consumieron bebidas refrescantes, se comieron ricas tortas de bolonia y jamón. Ya en la tarde, casi al oscurecer. Se decidió terminar el paseo y volver a la rutina de siempre. Mi sobrino, dijo a su mamá. —Iré a echarme el último clavado a la alberca. Efectivamente, fue el último, pues al lanzarse a la piscina se golpeó en el fondo la cabeza y murió instantáneamente.

 Mas que hablar de corazonadas o presentimientos, quiero enfatizar la fragilidad y temporalidad de nuestras vidas. Ahora estamos y al rato, quién sabe... Como dice la sabiduría del pueblo: "Cuando te toca, aunque te quites. O, no le tocaba, pero se arrimó al tocadero y así ni hablar...."

Entonces, háganme el gran favor de cuidarse y de ser inmensamente felices.

 

Autor: José R. Romero González. Mexicali, Baja California, México.

Brumario09@gmail.com

 

 

 

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