Amar en la eternidad.
El palacio de Tsue-Thu, tiene en
sus hermosos jardines arbolados y engarzados con hermosas flores de loto una
inigualable fuente de porcelana, con dos amantes besándose eternamente en un
sello de su amor infinito.
Dice la leyenda que pertenecen a
Taira y a la hermosa Akari
Corría el año 1183, momento de la
guerra Genpei. Con la victoria de Taira, la isla se encaminaba hacia una nueva
forma de institucionalidad, con la creación del Shogun.
Taira, valiente Samurai, había
luchado heroicamente, demostrando un arrojo en la batalla que lo había hecho
sobresalir a los demás.
En la provincia de Izu, había
derrotado y capturado cuando huía a Kantú a Yorimasa, acérrimo enemigo y esposo
de la amada Akari.
Épocas anteriores, que habían sido
de paz, Taira había conocido a Akari, en una visita que realizó a los feudos de
Yorimasa, cuando no existía la lucha de poder que trajo como consecuencia el
Shogun.
Imposible fue evitar, quedar
impactado por la sutil belleza de Akari, como su nombre lo dice, irradiaba luz,
paz, y belleza de la flor de loto.
El corazón de Taira, se aceleró en
presencia de la gracia y la dulzura de Akari, fue un encuentro profundo, las
miradas se cruzaron y significó el inicio de la relación oculta e imposible. En
ese mismo momento de conocerla, que nació la enemistad con Yorimasa, ancestral
aliado y amigo de castas Samurai; fue suficiente para que percibiera lo que era
imposible de ocultar, y allí comenzó la terrible disputa de amor y poder.
Taira, planificaba cualquier viaje
o motivo para llegarse hasta Izu y ver a Akari, como pretexto de visita a
Yorimasa, y tener encuentros secretos con ella.
Eso exasperaba a Yorimasa que debía
seguir conservando las apariencias.
Todo empezó a transformarse, cuando
los Samurai, comenzaron a tener el poder por sobre el emperador y las guerras
de castas, la guerra de Genpei, tuvo lugar.
Fue el motivo propicio para que
Yorimasa buscara la ansiada venganza: disputar con Taira, y recuperar el
corazón de Akari.
La isla, se levantó en guerra, los
distintos clanes disputaban su fracción de poder.
En
Tsukuyomi, la amada Diosa de
Yorimasa, cegado de venganza,
esperaba el momento de cruzarse con Taira para reparar la afrenta y enviarlo a
los oscuros dominios de la noche eterna.
Los ejércitos de caballeros
Samurai, estaban formados, frente a frente, blandiendo estandartes y esperando
el momento propicio de lanzarse hacia el otro.
La luna se ocultaba por momentos,
esperando la llegada del alba, inicio de la batalla y de los dominios de
Amaterasu, diosa del sol y señora de los cielos, protectora de Yorimasa.
Las primeras luces llegaban y con
ella el inicio de las acciones en las quebradas del terreno montañoso.
Los ejércitos se abalanzaron, sus
combas Katanas blandían furiosos filos del duro acero con destellos de plata y
oro, en busca de cabezas, cuerpos y caballos.
El campo empezó a teñir de rojo con
fulgor acerado de espadas de samurai muertos, caballos iban y venían en locas
carreras con sus enardecidos jinetes y a cada paso, dejaban el sendero de
muerte; caballos vacíos, jinetes caídos para siempre en la honra de la lucha.
Yorimasa se afanaba buscando el
estandarte de Taira, quería ejercer su venganza y hacer pagar con la vida la
afrenta vivida. Había rogado a Amaterasu, lo ayudara en la venganza.
En el campo, se libraba otra
batalla, Amaterasu y Tsukuyomi, disputaban las vidas y el poder de sus protegidos.
El enfrentamiento fue impactante, destellos de plata y oro iluminaban la
batalla, era la disputa de las diosas, por fin, Tsukuyomi resultó triunfante,
dándole la victoria a Taira que capturó a Yorimasa, cuando huía y este, según
la tradición ejerció su derecho al Seppuku, para morir honrosamente y no como
prisionero.
Antes de hacerlo invocó, suplicó a
Amaterasu, que le ayudara en la venganza.
Amaterasu que había quedado
dolorida por su derrota ante Tsukuyomi, usó los poderes y logró pergeñar la
venganza, su venganza, que quedará grabada para las generaciones venideras como
un ejemplo a observar.
La batalla había terminado, Taira,
era el Samurai vencedor y dominaba en el Shogun.
El deseo y el amor por Akari, lo
hizo correr hacia ella, abrazarse y besarse hasta la eternidad, era lo que más
deseaba, estar a su lado por siempre.
Así fue, se encontraron, en el
palacio Tsue-thu, Taira corrió hacia Akari, sus labios se juntaron, entonces,
el hechizo que Amaterasu había ideado, momentos antes del Seppuku de Yorimasa
se hizo realidad y que a la vez conciliaba con el deseo de Taira.
Fue el certero momento en el cual
los amantes se transformaron en estatuas de Porcelana, en un eterno amor de
porcelana.
Hoy, en el palacio de Tsue-Thu, en
el centro de la fuente, se encuentran en el eterno abrazo de ese amor de
porcelana, Taira y Akari.
Autor: William
Baccino.