Papá
dormita plácido en su sillón.
Los
niños, alborotan traviesos en el salón.
Mamá
serena, repasa las costuras del pantalón.
Tras
las ventanas lucen estrellas al exterior
y en
una de ellas, agazapado como un ratón,
se esconde
un duende algo travieso y observador.
Desde
allí ve a María, con cinco añitos, todo candor.
Baja
veloz el duende, hasta el balcón,
y
lleno de flores blancas se lo dejó.
Alex,
tiene tres años y una ilusión:
jugar
en el jardín, dando patadas a un gran balón.
Aquella
larga noche nunca se supo lo que pasó,
que
al despuntar el alba, estaba la pelota en el balcón.
El
pequeñín es Dani, de ojos azules y algo llorón,
que
sólo está pensando en su biberón,
antes
de irse a la cuna, muy tapadito con edredón.
Como
es muy tierno y muy dormilón,
no ha
visto entre las sombras el resplandor
del
duende que un chupete en la almohada depositó.
Por
la mañana van los tres niños, en procesión
y
enseñan sus regalos con ilusión,
a
mamá y a papá que desayunan en el salón.
Autora: Brígida Rivas Ordóñez. Alicante, España