Intimidades: Poemas para el corazón.

Presentación del libro de Dulce María del Rosario Medina Pérez.

Calderitas, Quintana Roo, 21 de enero de 2017

 

Intimidades de una estrella fugaz.

 

 Como es bien sabido por todo aquel que escribe poesía, uno de sus recursos fundamentales es la metáfora. Ya era así desde el siglo XVI, cuando a William Shakespeare se le reconocía como el mejor exponente del uso de metáforas en sus obras poéticas y dramáticas, de modo que hasta nuestros días llega aquella fama, nacida de una frase escrita en el soneto 18: Debería compararte con un día de verano, en referencia a la felicidad del amor y la que nos trae esa época del año.

 Y más cerca de nosotros, en nuestro mundo peninsular, la bellísima melodía de Ricardo Palmerín, Semejanzas:

 

Entre las almas y entre las rosas

hay semejanzas maravillosas,

las almas puras son rosas blancas

y las que sangran son rosas rojas.

 

 En el libro que hoy nos entrega la maestra Dulce María Medina Pérez; la dulce maestra de los cuentos dulces para pequeños saltamontes y princesas soñadoras, nos anuncia desde los primeros versos y de manera implícita, que a través de sus páginas siempre hallaremos el amor de un alma blanca, pero lo mismo el sufrimiento que hace sangrar el corazón:

 

Nubes blancas transitan por el cielo

moviéndose al ritmo del amor.

Dolorosos pensamientos de consuelo.

El alma canta con fuerza su dolor.

 

 INTIMIDADES: poemas para el corazón, contiene de principio a fin una carga emotiva de amor y de dolor, casi siempre expresada de manera muy directa y sin recurrir a parábolas o analogías. Empero, hay en la naturaleza de Dulce María, en su vida y obra, sutilezas que la convierten en una metáfora semejante al paso de una estrella fugaz por el firmamento, como ella misma suele interpretar sus jornadas venturosas.

 Hay amor… mucho amor, en su poema Me gustas tanto amor mío, en el cual proclama:

 

Me gustan los días nublados.

Me gustan las gotas de lluvia.

Me gusta el sabor de tus labios.

Su dulzura que es miel pura.

 

 Lo hay asimismo en Hijos de mi corazón, donde profesa su amor maternal:

 

Tiernos botones de rosa

nacieron del corazón,

botones que los dos creamos

con dulzura y mucho amor.

 

 Y por supuesto, en el obligado tributo de gratitud hacia el ser que la protegió en su seno y la preparó para venir al mundo: Madre, reina mía.

 

Eres bella, madre mía,

regalo que Dios me dio.

Estrella de la mañana,

corazón lleno de amor.

 

 Pero así como la belleza de una estrella fugaz es tan efímera, así quiso el destino que fuera el transcurrir por la vida para Dulce María, llevándose cada vez más lejos los entrañables recuerdos de la infancia. Vivencias que jamás se olvidan, pero que cada vez arrancan suspiros más profundos al cerrar los ojos y verse cantando por primera vez ante el público, El Polichinela y las Coplas de don Simón. O poco después, allá mismo en Tizimín, la agraciada jovencita ganando el primer lugar en un concurso de rock and roll, con un condiscípulo llamado César como compañero.

 Y al Caminar por esta vida: Giramos la ruleta / ganamos y perdemos. / Cantamos y lloramos / al amor y al desamor. Esta ha sido, en menor o mayor grado, la constante en la vida de la compositora, autora y ahora poetisa; con mayor constancia ya desde el verano de su alma.

            Ganar y perder… porque conserva a sus hijos y a su madre, pero perdió pronto a su esposo, a dos de sus hermanas y a su nieto en condiciones de dolor extremo. Cantar y llorar… porque no deja de cantarle a la vida ni de componer bellas canciones, entre tanto vuelven las horas amargas consagradas al llanto, contra toda su voluntad, a pesar de la solemne promesa:

 

 No quiero llorar más, le asegura a su amado esposo:

 

No puedo dejar de llorar, querido mío. / Yo sé. Te prometí estar tranquila, / y en verdad siento la paz en mi interior, / pero mi alma sigue aún perdida.

 

Gruesas lágrimas resbalan por mi rostro

rompen con dolor el alma entera.

Sufro al pensar que sin espera

toque la muerte a la puerta de mi hogar.

 

 Así exhala Dulce María su intenso dolor y comparte sus INTIMIDADES con quienes le profesan estimación. Lo hace con esa sinceridad propia de los poetas que conjugan talento y honestidad para tocar el corazón de gente que le es afín; de quienes siempre estarán a su lado, así en las circunstancias felices como también en las penosas.

 Es un acto de reciprocidad y nobleza que habrá de quedar en manos del padre Tiempo. Y cuando el verano y el otoño de la vida hayan pasado, venga la paz hasta el alma que hoy sufre, para que al fin –y así lo deseamos aquellos que gozamos del cariño y amistad de la dulce maestra--, reciba tan solo ramos de rosas blancas que la llenen de tranquilidad espiritual y de fe en el porvenir.

 

 

Tres estrellas para un reportero

 

 Es muy probable que todo aquel que se dedique a escribir, así se trate de música, poesía, historia, etcétera… ¡vaya! hasta un reportero en tareas de articulista, encuentre tarde o temprano su inspiración en algún asterismo; es decir, en esa figura geométrica formada por estrellas de constelaciones distintas, situadas en lo profundo del cosmos. O también, que estas brillen en su vida profesional o afectiva en sentido metafórico.

 Este redactor se precia de haber encontrado su propio asterismo y, por añadidura, en dos mundos paralelos nada fáciles de alcanzar. En primer lugar, en el Triángulo de Verano; ese prodigio celeste conformado por Deneb, Altair y Vega, las más brillantes en su respectiva constelación: Cisne, Aquila y Lyra. Vista desde la Tierra, éste reina en el firmamento entre junio y agosto, en tanto que la Vía Láctea cruza su centro, a lo cual debe su fascinación, lo mismo que las incontables fábulas registradas por la cultura universal.

 El segundo asterismo es mucho más cercano y lo configuran tres grandes amistades. No más ni menos importantes en la suma de los buenos amigos que forman el tesoro de una vida, pero sobresalientes al fin, por tratarse justamente de estrellas.

 La primera es Carolina Deneb. Recuérdese que Deneb es el nombre con el cual se conoce a la más grande de todas: 54,000 veces el tamaño del Sol. Es esta una amistad iniciada el mismo día de su nacimiento, en 1983.

 Le sigue, en orden de aparición, Enriqueta Adriana; una española hallada durante la Noche de Muertos de Janitzio, en 2011. Sus amigos la llaman Cielo, Primor, Princesa, Luciérnaga y de otras quince maneras, pero a ella le agrada el que su padre Alfredo le dio al nacer: Estrella. Aquila, según la mitología, es el águila en que se transformó Zeus, y es una de las más brillantes del verano.

 Dulce María es desde ahora la tercera estrella y viene a ocupar el lugar de Vega, en este triángulo de la amistad. Como insignia de Lyra, tomó su nombre del arpa mitológica tocada por Orfeo, cuya música era tan encantadora que tenía el don de amansar a las fieras.

 Una vez adentrados en las intimidades de la estrella de Tizimín, ya habrá oportunidad de conocer más sobre la nacida en Serón y que hoy reside junto al Mediterráneo; o de quien vio la primera luz en los confines del Caribe y partió de Chetumal en la primavera de su vida para ir a admirar paisajes y ciudades de las Américas y otros continentes.

 

Autor: Francisco Bautista Pérez. Chetumal, Quintana Roo, México.

bautistaperezf@yahoo.com.mx

 

 

 

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