EL RATÓN.
Y ya el ratón vencido,
por la astucia y maldad de aquel felino,
se encuentra indefenso y abatido,
sintiendo la dureza del lugar donde ha caído.
Después advierte, sobre su cuerpo dolorido,
envuelta en suave piel la garra traicionera del felino,
que dentro esconde las uñas con veneno muy nocivo.
El ratón se equivoca,
piensa que aquella suavidad le cambia el sino.
Baja la guardia, y sin huir,
le entrega el corazón al forajido,
que sigue su juego condenado,
clavándole las uñas al costado.
Ahora el ratoncito se ha enterado
que aquella suave garra lo ha engañado.
Se nubla su vida de tristeza,
no tanto por el golpe que le han dado
como por comprobar que su amigo era un malvado.
Y viendo el gato al ratón desengañado,
vuelve con nuevos malabares endulzados,
que para otro zarpazo dejan al ratoncito preparado.
Esta es la eterna historia del felino malvado
que disfruta engañando al dulce ratoncito confiado.
Tengamos muy presente,
que estas mismas historias
se cuentan también de los humanos.
EL GATO
Y luego habló aquí el gato:
Señores no es así, no soy tan malo.
Yo tengo el corazón muy apocado,
y siendo mi carácter cariñoso y tierno,
manifestarme así no me ha dejado.
Lo cierto es que quisiera
tener un dulce nido en la gatera,
con cinco felinitos a la espera,
y ha sido mi destino el estar fuera.
Así, errante, introvertido y malo,
ando tras los ratones del tejado.
También, por otro lado, lo que pienso
es que los ratoncitos
se sienten con el juego muy contentos,
y nunca es mi intención causarle sufrimiento.
Igual que nuestro gato, a veces los humanos,
no son culpables del golpe que te han dado.
Ellos vienen a ser el instrumento
para que cumpla su destino el ser humano.
Autora: Brígida Rivas Ordóñez. Alicante, España