Poemas
de Antonio Martín Figueroa.
A
Bendita
novedad,
Que
con vigor invade nuestra vida.
Venida
de verdad.
Verdadera
Venida,
De
¡Oh
dádiva de bien!
¡Oh
ventura de vida renovada!
Voz
Nueva de Belén.
¡Oh
vereda nevada,
que
esparce
Naciendo
maravilla,
Desvela
nuestra altiva vanidad.
Vacíanos
de envidias,
Viste
de Tu Bondad
El
fervor de la alegre Navidad.
SONETO
No me
decido a acogerte, Niño mío,
En
este mundo que niega tus dictados;
Ahora
que sufre, ignorante, ya asentado
En
los misérrimos yermos del hastío.
No sé
qué aguardo, qué anhelo, en qué confío.
Qué
le retiene al vigor que Tú me has dado.
Hoy
que, sin tasa, el mundo erige estrados
A la
soflama y al torpe desvarío.
Siento
el tumulto exterior, tan apremiante,
Como
de mi alma se adueña, triste esquiva,
Y Tu
llegada sin ruido a cada hogar.
¿Por
qué, Jesús, me otorgaste libertad
de
decidir en mi casa no hospedarte?
Quítamela,
pues te he visto, y en Ti viva.
SONETO
Que
dé cuanto poseo, Tú me pides,
En
todo caso, y toda circunstancia.
Que
dé ya en la pobreza o la abundancia,
Pues
generosidad y amor Tú mides.
Avaro
de mis cosas y mis lides,
Pretextos
hallo al ruego de tu instancia;
Mas a
mi desazón, Gloriosa Estancia
Me ofreces,
en las cepas de Tus Vides.
Mi
ajena voluntad ni aún reparte,
Ni
sabe compartir cuanto no es suyo;
Y al
eco indiferente se acomoda.
Si lo
tangible osara demorarte,
Reclama
mi energía. Y, si aún rehúyo,
Mi
vida en tu servicio entregue toda.
LAS
DOCE CAMPANADAS
Doce
campanadas, doce.
Doce
sueños. Doce lunas.
Doce
sonidos que evocan.
Doce
ángeles que anuncian.
Doce
portales que se abren
A tu
oído y a tu pluma.
Tus
doce oportunidades.
Primeras,
segundas. Únicas.
Doce
gotas de tu vida.
Doce
piélagos que surcas,
Azotado
por el viento,
O
absorto en la quietud lúcida.
Doce
signos. Doce anhelos.
Doce
arroyos de ternura.
Nacientes
en la montaña,
Ocultos
en la llanura.
Ya
los has visto pasar.
Ya
los ves cómo se mudan.
En
secreta soledad.
Después
que ha dado la una.
Doce
campanas sonoras
En el
yermo o la espesura.
Uvas
dulces, tan jugosas.
Uvas
que ya están maduras.
En
enero, balbuceos
Que
brincan desde la cuna.
En
febrero, la inocencia,
Pasito
a paso. Segura.
En
marzo, la algarabía
Al
despertar
Por
abril bajan torrentes
De
libertad. Mayo abunda
En
ramilletes de afanes,
En
carnosa y rica pulpa..
En
junio, la sencillez
De
sentimientos que duran.
Julio,
tórrido, sereno.
Agosto,
sabrosa fruta.
En
septiembre, la añoranza
De no
gozadas venturas.
En
octubre, la llovizna
Nos
empapa, cual la duda.
Noviembre
triste dormita
En la
alcoba fría, muda.
Diciembre
toca en tu puerta
Con
una nueva aventura.
Doce
veredas y esquinas,
Un
amigo en cada una.
Disfruta
de los sonidos
Y del
néctar de la uva.
Autor: Antonio Martín
Figueroa. Zaragoza, España.
samarobriva52@gmail.com