El almuerzo del mediero.
A la salida del sol la ordeña había terminado
y la leche del día iba rumbo a Pegueros a lomo de burro para ser entregada a
tiempo al camión de
¡
¡
A veces las aventuras se apartaban de lo
común, como aquella caminata que con el hijo del mediero como guía emprendieron
tres sobrinos del dueño de
Por lo demás, llegar hasta el rancho de
---Pasen a almorzar (5) ---dijo la señora,
apenas saludaron los recién llegados.
La mesa era muy sencilla, diríase que rústica,
pero había en ella un toque de pulcritud y otro de belleza: un mantel blanco
bordado en punto de cruz y un florero de vidrio colmado de girasoles rosados.
Dos sillas… un quinqué en la repisa… cuatro herraduras clavadas en las vigas y
varias macetas de barro colmadas con el rojo y verde de las malvas; todo bajo
un cobertizo mirando al patio y sobre baldosas de barro recién barridas y
regadas.
El patrón y el mediero tomaron su lugar y
ambos pidieron a la anfitriona que bendijera los alimentos (6). Así lo hizo y
enseguida les sirvió dos jarros con café de olla y pan de dulce traído de Tepa
el día anterior, dando tiempo a que el plato favorito del esposo estuviera en
su punto. Cuando así fue, colocó la cazuela al alcance de los agasajados para
que cada uno se sirviera a su gusto.
--- ¡Mmmm! que rico huele --exclamó el
forastero, recordando quizá cómo se alimentaba antes de emigrar a los Estados
Unidos---.
--- Espere a que lo pruebe… Nomás pa’ que no
se le olvide la comida de su tierra.
En la mesa había ahora una cazuela con frijoles
peruanos caldosos, con queso derretido encima; un cesto de carrizo para las
tortillas recién salidas del comal y el exquisito guisado hecho con esmero, que
la señora de la casa había comenzado a preparar una hora antes con rodajas de
chorizo del mercado de Tepatitlán. Una vez doradas estas a fuego lento,
procedía a revolverlas con huevos de las gallinas del rancho –puestos y
cacareados esa misma mañana--, hasta que la cocción le daba un tono, primero
muy agradable a la vista, luego al paladar, aunque faltara aún lo más
importante, que era incorporarle la salsa a base de tomate y chile de árbol
preparada en el molcajete, y alguna de esas especias mágicas que llegan a
convertirse en la fórmula secreta de la cocinera. Hirviendo en el fogón con
poca leña, en media hora el manjar estaba listo.
--- ¡Mmmm! Qué rico sabor tiene ---exclamó
ahora el hijo ausente--- (7).
--- Ni quien diga lo contrario.
Aquello era una fiesta.
La mujer del mediero seguía echando las
tortillas, mientras que los hombres comían con ellas, a cuatro dedos, huevo con
chorizo al estilo de
Por último, calabaza y camote horneados con
piloncillo, del mejor de Guadalajara; de Zapopan para ser precisos. ¿Con leche
o atole blanco?, con los dos les va a gustar, preguntó por no dejar.
El almuerzo en el rancho de
O quizás pueda, pero habrá que ir a
Temacapulín para comprobarlo (8).
Notas:
(1) Patolas
era el nombre de aquellos frijoles grandes, coloridos y de muy sugestivas
combinaciones que la imaginación infantil convertía en vacas.
(2) Por muchos años
el autor del artículo, que conoció aquella piedra en su infancia, ha tratado de
saber sobre alguna investigación que confirme si se trataba de algún aerolito,
pero ignora si esta se ha llevado a cabo.
(3) Por su forma y
tamaño eran auténticas canicas, aunque un tanto ásperas por estar formadas de
tepetate. En otros estados de la república se repite el fenómeno, como en
Durango, cerca de la hacienda de El Mortero.
(4) En 2002, durante un recorrido por la barranca y
potreros de
(5) Debido a la complejidad de la memoria semántica –la
que almacena y organiza cada experiencia, dando sentido a nuestra identidad y
cultura--, es natural que la palabra almorzar tenga para cada persona distintas
connotaciones. Veamos:
Un peguerense que
haya crecido almorzando frijoles, chile, tortilla y atole blanco, una vez en
California y luego de años como bracero, su almuerzo será un “bag lunch”… y al
escalar otros niveles sociales, pasará al “working lunch”, “business lunch” u
“official luncheon”. Y había que verlo en el “brunch” dominical de un hotel de
varias estrellas… donde no obstante, jamás podrá disfrutar de los deliciosos
huevos con chorizo, ahogados en salsa picosita con chile de árbol.
En los años 40s/XX
El mediero era
Natividad Casillas, quien trataba todos los negocios con Juana Pérez Vda. de
Bautista, hermana del propietario y madre de este redactor. Fueron buenos años,
como podía verse en los cuartos llenos de maíz en la casa de don Anselmo, en
Pegueros.
De la esposa del
mediero el redactor ignora su nombre, y lo lamenta. Su trato para los
visitantes era jovial, en especial con los niños, a quienes les cumplía antojos
alimenticios, desde unas tacachotas hasta un pico de gallo de tunas de agrio,
sal de grano y chile de árbol. También les enseñaba adivinanzas: “En un llano
muy parejo / hay cuatro vacas / unas echadas / y otras paradas” (las tortillas
en el comal). O bien les compartía sus conocimientos: “Esos que vuelan, son
aparatos” en referencia a los aviones y a los aparatos de petróleo.
Título muy cariñoso que los residentes de Los Altos
otorgan a sus familiares que viven en los Estados Unidos, tal como lo
demuestran en cada reencuentro. Antes de poner punto final al presente artículo
(la mañana del 17 de agosto) el redactor recibió una llamada de Alfonso Iñiguez
Pérez, desde Temacapulín (Temaca, que forma un triángulo con Pegueros y El
Valle) anunciando la convención nacional programada para los días 27 y 28, como
parte de la lucha nacional e internacional en defensa de la desaparición del
pueblo a causa de la construcción de la presa de El Zapotillo. Alfonso Iñiguez
es uno de los más férreos defensores de esta causa. Ha sido delegado de
Temacapulín y líder del movimiento por largo tiempo, y mucho se le debe para
que el gobierno no haya acabado por inundar a Temaca.
Por cierto, en Temaca
se elabora un chorizo de la más alta calidad, con solo carne selecta,
ingredientes y técnicas tradicionales, según refiere Iñiguez. “Los paisanos
vienen de Monterrey y se llevan 30 o 40 kilos, o los que encuentren”, afirma.
De modo que…
¡Felicidades Alfonso! Por esos 80 años bien cumplidos. Y buen provecho por ese
almuerzo de huevos con chorizo que no debió faltar en las mesas de Temaca.
“Ha sido el mejor
de mis cumpleaños”, comentaría posteriormente don Alfonso. ¿Y cómo no? Si lo
pasó acompañado de los delegados procedentes de todo el país; tan memorable –o
más--, que cuando cumplió 15 años, y que aún recuerda el gallo que su madre le
preparó en mole, con el chile de árbol que ha dado fama a Temaca.
Autor:
Francisco Bautista Pérez.
Chetumal, Quintana Roo, México.