IGNORANCIA.

 

            Una de nuestras aspiraciones en un mundo manipulado por las ideas de sufrimiento y culpa, es eso que confusamente llamamos libertad. En los momentos de angustia y aprisionante soledad deseamos ser libres. Reaccionamos con violencia ante aquello que nos sofoca: un sistema represivo, carencias económicas, una religión autoritaria, la adicción a alguna droga, o el control que alguna persona ejerce sobre nosotros. Sin embargo, ignoramos que somos nosotros mismos los que nos aprisionamos.

Si estamos interesados en dar inicio a la revolución interior que tanto anhelamos pero que al mismo tiempo tememos, es importante indagar qué es la libertad .En medio de la confusión que crean las múltiples trampas de nuestro Ego, hemos llegado a creer que ser  libre es pensar y decir lo que queramos, o bien, que la libertad es desplazarnos a donde deseemos.

Pero en un análisis más profundo es conveniente preguntarnos si eso es realmente libertad: ¿En verdad podemos pensar lo que queramos?, o más bien ¿pensamos de acuerdo a las creencias y prejuicios que otros nos han impuesto al través de los distintos dogmas, tradiciones y convencionalismos? ¿Nos atrevemos a decir todo lo que se nos ocurre, o vivimos bajo una censura que nos reprime violenta o sutilmente? ¿En verdad podemos ir con libertad a donde queramos?, o bien, paseamos nuestra esclavitud espiritual a donde quiera que vayamos. El desconocimiento de nosotros mismos es la ignorancia más profunda, y es tal vez el eslabón más pesado de la cadena de nuestra esclavitud.

Libertad

No puede haber libertad en la ignorancia. Si desconocemos lo que nos angustia, agobia, paraliza y nos hace tristemente sumisos no puede haber libertad. Pero es precisamente esa búsqueda de nuestra realidad, de nuestra Verdad lo que menos nos preocupa. Preferimos entregar la capacidad de indagar a quienes, en un claro proceso de control social, nos ofertan trascendencia,  felicidad y la libertad

 ¿Estamos acaso en un “valle de lágrimas” y por ello, irremediablemente condenados al sufrimiento, la culpa y a la ausencia de libertad? ¿Es únicamente después de la muerte en donde finalmente podremos ser libres? O bien, es precisamente por la manipulación  que se ejerce sobre nosotros, que adoramos caricaturas de lo que es la libertad y hemos llegado a temerle y a pensar que ésta no existe.

Es urgente detenernos para reflexionar acerca del porqué de los dogmas, censuras, reglamentos y prohibiciones de los diferentes sistemas políticos, gubernamentales, religiosos y de enseñanza que en nombre de la verdad, promueven la ignorancia y castigan a quien cuestiona y se rebela ante tanta sujeción ideológica. El poder necesita ignorantes.

Por ejemplo, ¿Por qué según algunas religiones autoritarias “la Verdad” es únicamente revelada a unos cuantos? ¿Por qué el “conocimiento” de los designios y de la voluntad de Dios es solamente para algunos, por qué este apropiamiento de la interpretación de la palabra Divina? ¿Cómo es que somos tan obedientes, sumisos y  fanáticos con las creencias que se nos imponen? En realidad no nos controlan, necesitamos del control de quienes ejercen el poder.

En todo este control del conocimiento podemos encontrar una de las puntas de la madeja del proceso de dominación y enajenación que nosotros mismos hemos creado, permitido y validado. Para la mayoría de nosotros, resulta más cómodo permanecer ignorante con las primitivas ideas de culpa, pecado  perdón, arrepentimiento, infierno y gloria que decidirse a actuar hoy mismo y desencadenar la revolución interior.

A veces creemos que con la adquisición de conocimientos formales es como podemos salir de la ignorancia que cancela nuestra libertad. Por eso desarrollamos pasión por ser eruditos en algo, adorando a quienes nos maravillan con tanta verborrea. Nuestro aturdimiento nos impide reflexionar que todo eso es más que nada repetición en lugar de creación. Quien repite una y otra vez las mismas ideas, conceptos, teorías “científicas” creencias y pasajes de la Biblia vive encadenado a su ignorancia.

 

El Individualismo

No puede haber revolución alguna en este mundo que día a día se despedaza y del que ignoramos somos parte viviente, si no comenzamos con nosotros mismos. Esto requiere, ante todo, un acto de libertad interior, de un retorno, de un reencuentro con la realidad porque ahí está la Verdad que hemos perdido. De un retronó a nosotros mismos. Esta transformación radical comienza con la convicción de que es necesario un conocimiento de calidad diferente: la comprensión de uno mismo.

Es precisamente esa necesidad de conocernos la que es manipulada y manoseada por quienes ofrecen la “libertad espiritual”. Debido a esta necesidad, existen cientos de movimientos “espirituales” cuyo atractivo principal es una idea de la libertad desde una perspectiva enajenadamente individualista. De acuerdo con estas propuestas de liberación, lo importante es uno mismo desde una posición aislacionista.

En otras palabras, el retiro del mundo, la “meditación”, los “ejercicios espirituales” y todo aquello que nos aleje de los demás, es visto como sinónimo de virtud o de “santidad”. Pero omitimos un aspecto central, ¿puede alguien hacerme libre? Observemos la contradicción que hay en esto, pues la libertad no puede ser otorgada. Deja de ser libertad.

En todo esto hay trampas, por ejemplo, soy diferente a los demás, Yo  sí puedo salvarme, los demás no, soy un elegido de Dios quien me quiere de una manera especial. En fin, creemos pertenecer a una élite espiritual pues no somos como los demás, esto es, nos sentimos superiores. No puede haber comprensión de nosotros mismos si nos encontramos atrapados en el aislacionismo, en el narcisismo y, sin esta comprensión profunda de mí mismo, no puede haber libertad.

 

Vivir Intensamente es Relacionarse

Ser uno mismo es estar relacionado con los demás y es precisamente la falta de esta relación la que causa grandes conflictos, miseria, discriminación, racismo, violencia y la pérdida de la libertad. El mundo es interrelación y es por ella que puede nacer en nosotros la revolución interior. Ésta revolución es un cambio violento y radical en la manera de mirarse a uno mismo y a los demás como una totalidad, sin fragmentaciones ni comparaciones, sin distinciones de clase social, económica, racial, ideológica o religiosa. Nuestra enajenación niega al Otro, y cuando éste aparece me fortalece. Somos más nosotros a través de los otros.

La verdadera revolución no puede darse conforme a determinada doctrina o norma ideológica o política, pues eso es imposición. Cuando esto sucede, en medio de las ideas “revolucionarias” queda atrapado un Espíritu Viejo. El proceso de comprensión de uno mismo, que es el inicio de nuestro vuelo a la libertad, no puede darse en el aislamiento que se ofrece en el narcótico de una religión autoritaria, creencia  o “espiritualidad” individualista.

El acto de libertad que es en esencia un acto de profunda comprensión, requiere de una Conciencia extraordinariamente despierta, atenta a sí misma y a sus circunstancias. Se trata de una Conciencia rebelde, inconforme, que no puede atarse a ningún dogma ni creencia en particular, ni a ninguna fórmula para ser libre. Para poder conocernos tiene que haber  una gran vigilancia de todo aquello que viene del pasado bajo la forma de prejuicios, de lo que “debe ser” y de lo que no, de la tradición, conformismo, convencionalismo, hipocresía y mediocridad.

De la misma manera, se requiere de un óptimo estado de alerta en todo eso que llamamos el futuro con los modelos o ideales de lo que debemos. En todo ello hay engaño que aprisiona e impide disfrutar de la libertad del presente, de la realidad, del aquí y del ahora que es la morada de la Verdad. Si aceptamos que no puede haber libertad en la ignorancia y que es urgente conocernos, probablemente nos preguntaremos si existe algún método para conocerse. 

La Obediencia

Hay sistemas cuyos autores (filósofos, “instructores espirituales”, “iluminados”, “maestros”, psicólogos, psiquiatras, líderes religiosos) proponen como una manera de conocerse a uno mismo. Si con la mejor de las intenciones seguimos al pie de la letra lo que determinado método propone, lo que vamos a hacer es ajustar nuestro pensamiento, sentimiento y conducta a una norma que propone dicho sistema.

Por ello es pertinente preguntarnos: ¿El seguir una norma es comprensión de uno mismo? ¿Es posible que alguien que sigue un sistema pueda decir que ha logrado conocerse a sí mismo? Lo más que podemos decir es que aprendió un método con la esperanza de conocerse; pero nada más. Se ajustó a un método, no es libre.

Cuando seguimos obedientemente un método en realidad seguimos la autoridad de su autor, de la teoría o religión que lo propone, autoridad que ofrece un resultado que, en este caso, es el conocimiento de uno mismo y esa expectativa nos da seguridad. En realidad no queremos comprendernos a nosotros mismos; lo que anhelamos es un sistema que nos dé tranquilidad al través de un resultado, que en el caso que nos ocupa es conocernos. Pero, se insiste, mediante la obediencia.

Si necesitamos de la autoridad de quien propone el método no somos libres, porque la autoridad impide el conocimiento de uno mismo. Esa autoridad puede darnos una ficticia sensación de seguridad, pero eso no es la comprensión de nuestra totalidad: es la comprensión de ciertas cosas desde la perspectiva de la autoridad de quien nos dice qué y cómo comprender.

La Comprensión de Uno Mismo

Por su misma esencia la autoridad no permite la plena conciencia de uno mismo y por lo tanto, ahí no puede haber Verdad ni libertad. El culto a la personalidad de quien propone un método para “iluminarnos” y ser “libres” es lo que destruye nuestra creatividad, nos hace ignorantes y con ello, aniquilamos la posibilidad de comprender nuestro dolor.

La comprensión de uno mismo, el contacto con nuestra Verdad es lo que puede hacernos libres. Esta comprensión es un trabajo intenso de la más alta calidad consistente en observarse atentamente, instante a instante aquí y ahora en el espejo de la relación con los demás. Observando cómo nos relacionamos con los demás nos conocemos a fondo, con pareja, hijos, amigos, con el mundo.

La comprensión del porqué somos ignorantes implica tener la mirada vigilante en apegos a cosas y personas. Implica El Despertar de la Conciencia. Este trabajo requiere de espíritus revolucionarios que hayan dejado atrás el embotamiento de supersticiones, mitos  y creencias autoritarias que nos hunden en la ignorancia del porqué sufrimos. La libertad no está en ningún lugar ni nadie la puede otorgar: se construye a diario, a cada momento, trabajando en la comprensión de la más profunda de las ignorancias: el desconocimiento de nosotros mismos.

 

Autor: Dr. Gaspar Baquedano López. Mérida, Yucatán. México.

baquedano@yahoo.com

 

www.drbaquedano.com

 

 

 

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