De recuerdos y de sombras.

 

De recuerdos y de sombras está hecha mi memoria. Recuerdos borrosos y nítidos. Alegres y tristes... Algunos surgen con tal fuerza y colorido que podría, dándole color a los sentimientos que en mí despiertan, pintar un inmenso mural, en el que, a modo de un artista abstracto, representara mi vida.

Así, desde la blancura nacarada, casi transparente, de aquellos primeros años inocentes, sinceros, pasar a los tonos más fuertes en la adolescencia y juventud, cuando vislumbras todo lo que la vida va a ofrecerte, y desoyendo consejos y saltando normas, corres en busca de lo que deseas por el camino más corto. ¡Y aún así, te parece largo!

Aquí, el mural se tiñe:

De celestes cándidos: los proyectos.

De rosados inciertos: las ilusiones.

De dorados brillantes: los éxitos.

De rojos intensos: el amor.

De verdes luminosos: la esperanza.

Todo un torbellino de colores en tropel, formando espirales altísimas y chispeantes, que terminan desbordando los límites del mural.

Después, y ya en la cima, y sin haber llegado donde me dijo el corazón que iría, aparecen los grises del desencanto, mezclados con los morados de sufrimientos y con los rojos manchados de pinceladas negras de desamor. También están los tonos llamativos, pero muy opacos, de la falsedad, y un poquito de verde esperanzador mezclado con tonos inciertos de recelos y cautelas.

En la memoria más próxima, los tonos del mural se vuelven serenos y apacibles. Predomina un color beige, como el de la tierra en la que quedan los rastrojos de la cosecha de un ciclo, y en la que también crecen algunas tímidas florecillas de suaves colores y con ramitas verdes. Pocas y esparcidas al azar.

De mis pinturas, ya me van quedando pocas y muy mezcladas. Pero conservo con esmero, un bote de color verde intenso, para poder seguir pintando, entre los rastrojos de mi vida, muchas ramitas verdes.

 

Autora: Brígida Rivas Ordóñez. Alicante, España

 

 

 

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