ACAMPANDO.
Desde que
inicié mis comunicaciones con los lectores de esta revista no hice otra cosa
que re-flexionar. Volví sobre lo andado para dejar que mi memoria traviesa
dejara fluir a su arbitrio mis recuerdos. Pero esta vez no tengo un tiempo liberado
y sereno para dejarme ser y, entonces, porque no quiero dejar pasar esta
oportunidad de interactuar con los lectores les haré llegar algunos poemas de
un libro que publiqué en 2011.
Mucho me
costó tomar la decisión de compartir lo que había escrito, mas… al fin
comprendí que no era mío y que debía entregarlo. Poemas inevitables que es el
título del libro, refleja un hecho simple: estos poemas –como todos los que he
escrito – no pudieron ser evitados.
El prólogo le pertenece a una amiga entrañable,
la profesora en Letras Margarita Sgobba que es una escritora profunda y
delicada. Desde luego, le agradezco su generosidad en los conceptos que ha
vertido pero mucho más le agradezco la perseverancia y la seriedad con la que
leyó estos ‘versos’.
No pretendo que mis poemas les
gusten pero sí que los acojan.
El libro consta de cinco
poemarios: Coplas íntimas – In-sistencia – Interludio de ceniza – Poemas
inevitables – Conversaciones.
El orden interno de cada
poemario y el orden de los poemarios en el libro no fue decidido por su forma
ni por su fecha. Obedeció al clima poético que ‘ataba’ unos poemas a otros.
Les remitiré algunos poemas de
Coplas íntimas y otros de In-sistencia.
Coplas íntimas
I
El tiempo lleva su trigo
a los molinos del alba.
Capullo de sol se mece
en lo alto de la rama.
El caballo de la vida
hunde su belfo en el agua.
La sed se le vuelve grito
contra el dolor de la escarcha.
Un azul que no conozco
colorea la mañana.
Mi llanto, majada triste,
desciende de la montaña.
II
Tu tiempo vivido cabe
en el hueco de mi mano.
El sol celebra sus bodas
con las glicinas del patio.
Entre gozos y tristezas
las tardes voy caminando
por primavera de besos,
por frio invierno de llanto.
Es un saludo de gloria
este septiembre de pájaros…
Siento que de los cabellos
me brota un olor de ocaso.
III
Crepúsculo prematuro
en la tarde de septiembre.
Trae recuerdos de junio,
trae recuerdos de nieve.
Trino vuelo de los pájaros
entre la fronda se pierde.
Va por el aire un aroma
de glicinas que perecen.
Mojada de triste llanto
campana de ángelus viene.
Trae memorias de invierno
dice memorias de muerte.
In-sistencia
Horquilla
las ramas se bifurcan en
horquilla.
Mi alondra dice un canto
y no conozco
si en su porción de rama hay
algún pájaro.
Soñé un sueño de nudo en el
ocaso
árbol único y nuestro
atardeciendo.
Tu mano fatigada entre mis
manos.
La mirada
en mis ojos vuelta llanto
buscándote la cara en dulce
tacto
para hallarnos al fin de labio
a labio.
Jazmines muertos. Tristes
paraísos
le entregan sus mensajes a mi
aliento.
Ignoro qué respiras y me duele
saber que no es el aire de mis
besos.
¿Cuándo el último tren hubo
partido
abandonando la ciudad que
amábamos?
No lo sabremos nunca.
Ya la noche nos dice
memorias de un ayer
quebrado-lago.
Vete a la mar y bota tus
miradas
bótalas como barcas.
Encontrarán parajes ignorados
y otra canción mejor que esta
que canta
mi ciego corazón enamorado…
La inhóspita tristeza de mi
alma.
Iter
Los aldabonazos de octubre y
sus aromas
penetran el hondón de toda
llaga.
La sed celeste y viva
nos aleja del agua.
El inútil verdor se saucedales
con su endeblez de sombra ya no
aplaca
ese fuego voraz que no se
extingue.
Ígneo grito en que perece el
alba.
¡Qué atroz el mediodía en ojos
ciegos!
Vano fulgor de estar andando el
tiempo.
Ni un resquicio recoleto y
sagrado
donde esconder la paz de una
plegaria.
Ni un minuto de amor atardecido
para sembrar jazmines en el
alba.
Corazón extenuado del viajero.
Late octubre-zumbido
aroma y llaga.
Este viento nos lleva por las
calles
ensuciándole el blanco a la distancia.
Autora: Lic. Margarita Vadell.
Mendoza, Argentina.