Poemas
a una amiga.
Te conozco hace años
Amiga cara del {alma.
Fue un día de verano
Cuando penetraste en mi casa,
Como tímido destello
de una estrella apagada,
blanco era el invierno,
dormida estaba mi alma
y de la tuya los anhelos
la vida le dieron sana.
De otro mundo viniste,
otra era tu raza,
tu lengua nunca quisiste
pronunciar en tu adoptiva patria.
Pero comunes son las ideas
que no necesitan palabras.
¡Cuánto dolor atrás dejaste!
¡cuánto amor en tu patria!
Veinte años sufriendo cambiaste
por la felicidad máxima
que una tarde de sol encontraste
sin apenas desearla.
Jamás imaginé que alguien
mi corazón tanto llenara
y que tanto dolor provocara
y tanta angustia el dejarme,
que un pecho ajeno no bastara
para tanto enamorarme.
El destino nos separó
como separa la muerte;
pero no bastará el rencor
para no poder quererte.
Con lágrimas lo reconocí
y no sin resentimiento tú;
mas mi llanto se secó
y tu perdón no vio la luz.
Si esto es así,
Amiga cara te pregunto:
¿es el amor cosa tan baladí
para matar dos corazones justos?
En mi alma llevaré la pena
que ni la muerte podrá quitarme,
ni creo que ame a nadie
con pasión de tanto ardor llena.
Esta noche me he dormido
sin pensar en nada preciso.
Es tan difícil la vida
que aún no he encontrado el camino.
Aunque siempre estás en mi mente
la noche me ha traído el recuerdo
de aquella amiga tan querida
que quedó en el olvido eterno.
A la casa donde habitabas
cuando éramos amigas,
de dos amigos acompañada
no sé qué nos traía.
Como por fuerza mágica llevados
y consciente de que no te hallaría,
solo a un hombre encontramos
que al recibirnos nos decía:
"Se ha ido con el niño y la suegra
al enterarse de que tú venías".
Con sublime frialdad callé,
como si nada hubiera sucedido
y de lo nuestro a nadie hablé
siguiendo al que nos había recibido
que a cenar nos invitó
y a dar una vuelta si queríamos.
Cenamos solemnemente
y no sé qué pasó después.
Solo que me desperté
y con vehemencia preguntaba
cuándo volvíamos a Madrid
al que a mi lado descansaba.
Volví a soñar,
esta vez reflexiva:
¡Qué cruel es la vida
que no nos perdona nada!
Y al pensar cuánto daño te hice
mis ojos en sueños se derramaban.
Me desperté aterrada,
aún bañada en llanto.
No hay cosa peor pagada
que la eterna pérdida de una amistad tan cara
y un descansar tan abrupto.
Temblaba de frío y de pena.
El miedo me embargaba
y escribí este poema
cuando en mi cuarto entró la mañana.
Autora: Cristina Ruíz. Madrid, España.