CELEBRACIÓN ETERNA.
Cuando hablamos de la
conmemoración del día internacional de la mujer quizá es una fecha más en el
calendario, lo cual no debe ser así.
Lo cierto es que es un acontecimiento
con una gran valía, pues es el recuerdo latente de cientos de mujeres que
lucharon por condiciones igualitarias y un trato equitativo; es por este motivo
que tan importante acontecimiento no debe dejarse pasar por alto sino debe
llenarnos de júbilo, ya que gracias a este acontecimiento fue que muchas cosas
cambiaron en nuestras sociedades supuestamente desarrolladas y modernas.
La incansable revolución
femenina sirvió para que el sistema caiga en cuenta que las mujeres son parte
fundamental para avanzar al progreso, es decir que si queremos dar un paso no
es posible si lo hacemos de manera individual, al contrario es una tarea
conjunta donde todas y todos los miembros de una sociedad son fundamentales,
puesto que cada uno asume y tiene un rol que permite el engrandecimiento
social.
Quedarnos en felicitar a la
mujer cada 8 de marzo sería conformarnos con poco, pues gracias a ellas estamos
aquí presentes, sería injusto dedicarles un solo día al año, pues a diario con
su existencia, su entereza, su compromiso, su dedicación, su intuición y
paciencia; hacen de esta vida un paraíso terrenal que tiene su punto de
equilibrio en las féminas que con una sonrisa pueden derrumbar imperios y con
su indiferencia cambiarlo todo.
A la mujer, la madre, la amiga,
la compañera, la obrera, la intelectual, la hija, la hermana, la ejecutiva, la
ama de casa, la prima, la sobrina e incluso la dama anónima que pasa por
nuestro lado; son todas merecedoras de una ovación sempiterna en reconocimiento
a su magnificencia en los grandes y pequeños detalles de la existencia.
Gracias hoy y gracias siempre
por estar ahí, siempre con su mejor semblante, pues ellas son el apoyo oportuno
que necesitamos los hombres para rebasar los obstáculos repentinos de nuestro
andar.
En este día tan significativo
no dejen de expresar su respeto y estima a esos seres tan maravillosos, un beso
o un abrazo que sea el homenaje; más que merecido, a las dueñas de nuestros
destinos.
Antes de felicitarles me
gustaría decirles gracias eternas por existir y acompañarnos en la senda de la
vida.
¡Vivan todas las mujeres!
Autor: Lcdo. Lenin
Alejandro Carrera Oña. Quito, Ecuador.