(MONÓLOGO)
He
salido a pasear. He dejado la casa porque me apetecía tomar el aire, y que
cesara ese sudor calentito por toda la geografía de mi piel.
Voy
despacio, pero mi sentido de la orientación me hace caminar en línea recta: así
es seguro que tengo pocas posibilidades de perderme, porque estos bosques y
tanto matorral, aunque no seas del todo tonto o tonta, a veces, nos suelen
despistar.
Mis
ojos se han elevado al cielo y, ¡oh dolor!, he descubierto a una abeja que
viene hacía mí… ¡Qué alivió!, se ha entretenido con una flor intermedia y puedo
seguir disfrutando de mi paseo, aunque, en momentos como este, uno añora su
casa. El fresquito que me llega me ha hecho olvidar a la abeja, como también lo
ha hecho, ahora, el hecho de no sudar la
“gota gorda”.
En
el camino me encuentro con alguna piedrecilla que salvo como puedo: o bien
pasando por encima con cuidadito o bordeándola, si presiento que debajo no se
esconde ningún peligro.
Somos
tan frágiles. Cada ser vivo, tiene en otra especie su depredador y algunos son
depredadores de su propia especie… ¡Qué miedo!
El
campo nos presenta sus arroyos, sus
árboles y arbustos, como si no tuviesen importancia. También, si hablamos de
aromas, además del de las mil flores que se encuentran en él, tenemos los
leñosos tomillos, romero, la hierba buena y, vaya, voy a pasar por una
plantación de orégano.
¡No quiero atravesar esa
parcelaaaaaa!
¡Me
vuelvo a mi casa! No sé si les he dicho que soy un caracol y que con orégano,
todos esos cocineros, dicen…, por ahí, que estoy muy bueno.
Santa Pola 4/05/2015
Autor: Mª Jesús Ortega Torres. Alicante, España.