¿Qué pasa en Tepeyac?

A las seis de la mañana nos fuimos a buscar el metro para visitar la Basílica de Guadalupe. Era temprano y ya el cerro donde el indio Juan Diego presenció la aparición de la Virgen de Guadalupe estaba copado por los fieles católicos y turistas de todo el mundo.

Por diferentes lugares se escuchaban los cantos de peregrinos en procesión, algunos avanzaban de rodillas y nosotros nos mezclábamos con quienes se acercaban a la basílica.

No me detendré a describir lo que se narra en diversas fuentes luego de ese encuentro en 1519 porque estoy seguro de que la profusa literatura existente llenará mejor sus expectativas.

El recorrido por el templo fue rápido e inquietante, al sentir a la multitud sobre nosotros mientras el clic de las cámaras y el flash de las mismas interactuaban con el sacerdote que por los parlantes recordaba que en la puerta había un rótulo que decía: “prohibido tomar fotografías en esta casa de oración” para agregar de inmediato: “si toman fotos, háganlo con discreción y sin flash, por favor”.

Expelidos por los visitantes nos encontramos los puestos aledaños donde cientos de objetos alusivos a la Virgen y al santo Juan Diego, nos hicieron detenernos para adquirir algunos y regalarlos de regreso a Costa Rica.

Lo primero que llamó mi atención, fue una herradura hacia abajo como dicta la tradición de estos amuletos que se debe colocar para atraer la buena suerte, la salud y el amor. Del centro pendía una cadenita en la que colgaba una medalla de la Virgen de Guadalupe.

No era coincidencia, la mezcla de la fe y la superstición era evidente porque más tarde, al pasar por la fuente de agua bendita, escuché un tlac, tlac igual al que el que escuché en L Fontana de Trevi en Italia y sí, eran las monedas de la “buena suerte” que caían en los tres grandes recipientes puestos para ese propósito.

Volvamos a los puestos de venta, se podían comprar paquetes con recortes de hostias que en otros quioscos, los vimos por paquetes de ostias a colores. Aunque claro, estoy seguro de que aún no habían recibido ningún tipo de bendición.

Para los sedientos, un buen regalo podría ser alguno de los destapadores de botellas con la imagen de la Virgen, aunque no creo que se utilicen para destapar refrescos gaseosos en forma exclusiva.

En ese lugar, el piadoso Juan Diego dice la tradición que conversó con la Virgen cuatro veces y que hasta cortó unas rosas que aparecieron en forma misteriosa, ahora el lugar está tan lleno de personas con sus mochilas cargadas de alimentos, turistas con sus guías y vendedores que ya no hay espacio para ella además -por lo menos en noviembre que fue el mes en que estuve ahí- las rosas son artificiales y adornan el panteón que se encuentra cerrado por remodelación.

 Roberto Sancho Álvarez.

Autor: Roberto Sancho Álvarez. San José, Costa Rica.

robertosancho27@gmail.com

 

 

 

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