Poemas de Agustín Labrada Aguilera. (54)
RÉQUIEM
POR RUBÉN DARÍO
De los
montes del cielo bajan las golondrinas
hasta el valle sonoro de tu
azul Nicaragua,
donde los cisnes lloran un
sendero de agua
y los ángeles tienden sus
músicas divinas.
El sombrero
de rosas bajo el viejo laurel
enciende mil estrellas y un
perfume fragante,
que tejieron tu vida, la vida
de un errante,
sostenida en tu tumba como
cáliz de miel.
Tú les legaste al viento y al
mar toda la gloria,
los cantos más sagrados, las
sagradas historias,
que evocaban tu idioma, tu
brillante verdad.
Qué cimbren en la tarde
celeste los violines,
el fulgor de vitrales, los
dorados jardines,
y no te vayas solo con tanta
soledad.
A
FESTEJAR LA MUERTE DE JULIAN DEL CASAL nos hemos congregado, pero él no está en
su cripta. Ha preferido dejarnos el vacío y que un poco de horror nos teja la
mañana, en que traducen el oráculo de Lezama cantando el verde errante de sus
ojos verdes. En cámara lenta, el follaje se dobla y acoge este delirio nuestro de
hablarle al muro gris como a un amigo. Tarde arribamos, pues, a la elegía y
ningún astro signará que hemos sido más nobles por urdir un ritual milenario en
matrimonio con la culpa. No es la primera vez que una tragicidad semejante
cruza sobre mi pecho como feudo de águilas, y aún así me estremezco al leer en
la muerte esa amarga costumbre, que navega imitando el oleaje del trigo.
Silencioso me aparto. Mi sangre se junta con la nieve en una vastedad que me
suena a destierro, galeones y aves, y ya soy parte de ese frío que sorprendió a
Casal errando entre los juncos de luna japonesa.
MONÓLOGO
DE GONZALO GUERRERO
Ya no
advierto la espuma si al besar mi canoa
bifurca mis destinos en el
agua,
ni el agua que ha tensado la
leyenda
desde esta incertidumbre hasta
esos naranjales,
donde rugen los puertos y late
Andalucía.
Si hubiese muerto allá sería
una piedra anónima,
dispersa en la metáfora del
Tajo,
ligada a sus espíritus
como aún me anudo a este dolor
que ha impedido tañer mi
novela en dos árboles.
Es mi
pecho un laúd que esculpe en la marea
si oye a los difuntos su
pregunta:
¿Qué verde interrogante o qué
cascada
habríamos trenzado
en una misma huella, circular
como el miedo?
Si memorizo,
configuraría un otoño,
donde las máscaras urden sus
cadenas
muy lejos de mi sombra,
cuando mueren aquí: las lunas,
los jaguares.
Autor: Agustín Labrada
Aguilera. Chetumal, Quintana Roo. México.