Para
mi hija Arantxa y mi nieta Jossely.
Leyendo
las diversas expresiones que se derivan de los atentados a Francia que han sido
reivindicados por el Estado Islámico vía su temible brazo armado Isis, uno de los
más recalcitrantes yihadistas de quienes conocemos todo tipo de crímenes y
destrucciones del patrimonio cultural de la humanidad, me sorprende las
variopintas opiniones que se remiten a todo tipo de reflexiones y comparaciones
sin sentido y fuera de proporción criticando la solidaridad de algunos cuantos
mexicanos.
Las
hay desde aquellas que recuerdan la invasión francesa a suelo mexicano, pasando
por todo tipo de situaciones desafortunadas como secuestros, homicidios,
genocidios, feminicidios, narco ejecuciones, etc. en fin, toda un catálogo de
eventos que exhiben la descomposición social y pérdida de valores con que se
vive actualmente, la deshumanización de la sociedad fertilizada con sangre de
inocentes civiles en la mayoría de los casos. Además de los daños por las
catástrofes de índole natural, como temblores, huracanes, tsunamis, erupciones
volcánicas, etc.
Quisiera
ubicarme de manera personal para no involucrar a familiares y amigos en estas
líneas; llegué a la vida en un planeta que ya tenía una conformación
geopolítica y en la que evidentemente nada tuve que ver; antes de nosotros los
contemporáneos, ya existían las cruentas diferencias entre las tres grandes
religiones monoteístas de la humanidad.
Desde
hace más de 2500 años estas diferencias existen sin que se hayan podido
resolver de manera definitiva y acorde a la uniformidad de pensamientos,
convicciones y creencias, y esto quien lo soslaye y no lo considere, no está
teniendo la más mínima idea de lo que ocurre en el oriente medio y sus consecuencias
hacia el mundo occidental.
Insisto
también por ende, en que nada tuve que ver con la desaparición del imperio
otomano y la creación de una serie de países en oriente con fronteras
artificiales, pero que adquirieron su acta de nacimiento de manera oficial e
internacionalmente aceptadas.
Ubiquemos
a: Siria, Irak, Irán, Jordania, Líbano y Turquía por señalar los protagonistas
inmediatos, sin dejar de considerar el resto de los países unidos por un idioma
común que es el árabe y practicantes del Islam que suma a cientos de millones
de musulmanes en diferentes países en el mundo.
Esta
es otra referencia que tampoco deberá soslayarse para entender lo intrincado de
los orígenes de los diversos atentados terroristas adjudicados a la yihad
declarada por los fundamentalistas del Islam, cuyos casos más sonados nos
remiten a Estados Unidos, España, Inglaterra, Francia, etc.
En
ese orden de acontecimientos, quienes me leen tampoco tuvieron que ver con la
conquista española en América, inglesa en estados unidos, portuguesa en Brasil,
Francesa en el Caribe, etc. Es decir somos ajenos al expansionismo europeo, en
América, África y en el mundo árabe, como también somos ajenos a las dos
guerras mundiales, la independencia y revolución mexicana, y todos los movimientos
armados, con razón o no, que se han sucedido hasta nuestros días.
De
la mano con la destrucción realizada por la propia mano del hombre, también la
naturaleza ha participado y sólo pondré un ejemplo emblemático, la desaparición
de Pompeya con la erupción del Vesubio.
Hasta
aquí confieso que no me he solidarizado públicamente con las generaciones
posteriores de deudos romanos desaparecidos con el estornudo del Vesubio, ni
con las generaciones posteriores y directas de deudos de las dos
conflagraciones mundiales, llámense judíos de toda Europa calcinados en los
campos de concentración nazis, o los descendientes de palestinos arrasados por
los hebreos en desiguales batallas, o los ciudadanos japoneses de Hiroshima y
Nagasaki cuyos ancestros fueron vaporizados por las bombas atómicas, más los
soldados ingleses, americanos, franceses, rusos, etc. Que dejaron su sangre en
Europa, Vietnam, Irak, Irán, etc.
Y
aquí en América, a quien la considero con ese nombre desde Alaska hasta el Cabo
de Hornos, quedaron los cadáveres de conquistadores y conquistados en
diferentes expresiones bélicas, que tampoco me han merecido una línea de
expresión solidaria pública hacia todos esos millones de deudos.
Me
podría ocupar escribiendo varias hojas más relacionando eventos o hechos
desafortunados, cuyas consecuencias aún no me merecen una línea de expresión
solidaria hacia sus deudos, pero peor aún, es posible que mi descomunal
ignorancia me impida estar al tanto de todos aquellos actos que ocasionaron
daño a la humanidad y/o lesionaros sus valores morales sobre los cuales se
sustenta y consolida una sociedad justa y solidaria como la que debería existir
en cualquier país; y que merecen la más flamígera censura y el repudio de
cualquier hombre bien nacido y medianamente culto.
Este
mea culpa en modo alguno es para justificar mi repudio a los atentados
recientes en Europa y mi solidaridad con el pueblo francés, tengo motivos
personales de sobra para hacerlo, es por decirlo de manera sencilla, una
convicción de mi albedrío que no requiere la anuencia o visto bueno de alguien,
llámese periodistas, gobernantes, políticos, ciudadanos, amistades, etc.
Lo
hago para solidarizarme con aquellos cuyas razones específicas desconozco, pero
que reconociendo que nada de lo humano nos debería ser ajeno, expresan lo que
desean y sienten a su modo.
No
todos tienen la capacidad de escribir y darle forma documentada a sus
reflexiones, que bueno que sus censores lo hagan de manera tan documentada,
analítica e imparcial, y que sepan de lo que hablan y no repitan como aves
parlantes lo que escuchan o leen de terceras manos o mentes desinformadas o
carentes de visión global.
La
descomposición social de cualquier país en modo alguno es imputable a sus
ciudadanos, lo es en todo caso de sus gobernantes y de la debilidad de las
instituciones que fueron creadas para mantener el orden, la justicia, la
imparcialidad, la transparencia y los castigos necesarios en cada caso,
corrupción e impunidad no puede achacársele al ciudadano, si no a los
funcionarios que cínicamente se solidarizan en complicidad con quienes atentan
contra los intereses colectivos, en vez de que con un mínimo de decencia y
ética profesional, los señalen, los investiguen, los exhiban en su verdadera
dimensión, y los encarcelen.
Es
paradójico que a estas alturas se nos exija repudio a los franceses por las dos
invasiones a nuestro país, juzgar los hechos históricos ya superados,
subsanados y ocurridos hace más de 150 años, no sólo es anacrónico, sino de la
más exuberante ignorancia, esto también es aplicable a los españoles y
cualquier otro conflicto internacional, la xenofobia es otra de las más
estúpidas y absurdas formas de interactuación de los ciudadanos, los ejemplos
sobran y son cruentos.
Solidarizarse
con un pueblo lejano en distancia, cercano en coincidencias, es una cosa,
confundir y manipular estas acciones con tintes maniqueístas y absurdos, es
otra.
Las
muertes injustificadas ocurren en todos los continentes y en los países que lo
conforman, desde los más poderosos y avanzados económica y culturalmente como
los Estados Unidos, Francia, Inglaterra, etc. hasta los más pobres y
marginados, como los integrantes del África subsahariana. Pasando por países de
quienes se sabe poco de lo que ocurre dentro de sus fronteras, como Corea del
Norte.
La
existencia del Internet es reciente y lo es más la creación de las redes
sociales, especialmente la de Mark Zuckerberg, estos instrumentos han permitido
las denuncias ciudadanas que han derrocado gobiernos enteros a lo largo del
planeta, recuerden simplemente la Primavera Árabe y los despidos fulminantes de
funcionarios corruptos, señalo solamente el caso del titular de la Comisión
Nacional del Agua aquí en México y millones de denuncias más alrededor del
planeta, es decir, quien mejor ha sacado provecho de estas situaciones son los
ciudadanos que hastiados de sus gobiernos y de la corrupción, crímenes, abusos,
prepotencias, e impunidad que impera, denuncian los hechos públicos y privados
de todos aquellos que son sorprendidos en falta.
En términos generales son los ciudadanos y no
la prensa, quienes han asumido la responsabilidad y los riesgos de las
denuncias, salvo muy honrosas excepciones, lo han efectuado los medios sin
precio, pero con principios.
En
mi opinión personal, son las denuncias las que cambian la dirección e
intenciones de un gobierno y modifican su rumbo con estos valerosos actos
civiles, y por ende tienen más peso específico que el hecho mismo de
solidarizarse, que tiene más de humanismo que del valor civil que se requiere
para denunciar.
Por
otra parte el ciudadano común y corriente como yo, sólo lee lo que a través de
agencias noticiosas se propaga, si en este momento se están realizando acciones
genocidas o de pederastia en algún lugar remoto del mundo, no podemos saberlo o
denunciarlo hasta que lo sepamos de alguna manera.
Los
países del oriente medio, de Asia, o del continente Africano, no nos resultan
familiares, ni conocidos, con todo y las desgracias y aberraciones que anden
cargando.
Si
a eso se le añade que las aplicaciones como las que hoy se censuran, son
creación exclusiva de una red global como el Face book y no una ocurrencia de
los ciudadanos, es por demás desproporcionado achacárselo a un ciudadano en
específico sin un análisis documentado de los hechos que aquí relato.
Nadie
censuró, si acaso se burló, de la también famosa aplicación del arco iris para
apoyar a la comunidad LGTB, curiosamente tampoco a nadie escuché o leí su
inconformidad porque no expresaron su solidaridad con Sócrates, Julio César,
Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, Shakespeare, Oscar Wilde, Federico García
Lorca, Alan Turing, etc. Y en todos estos casos la humanidad entera está en
deuda con ellos y los motivos son de sobra conocidos.
Francia
es un país occidental vanguardista, el primero en Europa que eliminó a la
anacrónica monarquía, apoyó a los Estados Unidos en su independencia de la gran
Bretaña. Ahí queda registrada en la historia la gesta y sacrificio del General
Lafayette, su constitución de 1789 sirvió de ejemplo para la nuestra, el siglo
de las luces originados por talentos franceses, iluminó toda Europa y sus
destellos alcanzaron a la América nuestra, son muchas las cosas que merecen
reconocimiento del esfuerzo del pueblo francés. En el caso que nos ocupa
Francia ya ha dado una respuesta a su pueblo y a sus enemigos, cualquier
ciudadano espera justamente eso de su gobierno, protección y medidas que
propicien que estos actos no se repitan y se sienten las bases de un respeto
permanente.
Eso
queremos los mexicanos y seguramente todos los ciudadanos de América, Europa,
Asia, África, Australia, etc.
Solidarizarse
es entender el dolor de un pueblo, más allá de sus ideologías, el idioma,
costumbres o las distancias.
Denunciar
es hacer los señalamientos que nos constan para corregir y esperar que haya
consecuencias por ello si fuera el caso.
Personalmente
llevo más de cien editoriales de denuncia publicadas en revistas, periódicos,
etc. Hasta que me volví incómodo para los rotativos y revistas.
Si
Zuckerberg en función de su apellido simpatiza más con los franceses que con
los libaneses, palestinos, o cualquier otro ciudadano del mundo árabe, no se lo
reprochen a quienes aprovechan como todos, las bondades y oportunidades de esa
red social que debería ser global e imparcial.
Hablar
sin entender los riesgos del fundamentalismo religioso con raíces milenarias,
la complejidad de los intereses alrededor de la producción, traslado y venta
del petróleo donde los países árabes juegan un papel protagónico, de los
rescoldos del espíritu colonialista europeo y del uso indiscriminado de las
redes sociales, tiene como consecuencias que opinemos sin conocimiento de causa
y se exhiba la ignorancia de temas complejos y globales.
Autor: Félix Justiniano
Ferráez. Chetumal, Quintana Roo. México.
@watane1