Los Quince Minutos de Crueldad.
El respeto del hombre hacia los animales es inseparable del
respeto y tolerancia de los hombres entre ellos mismos, San Francisco de Asís.
Como defensora a ultranza de la Protección de los Animales,
hoy dejo este espacio de reflexión a mis lectores, pues estoy convencida que
los animales deben gozar de especial protección contra el sufrimiento y dolor,
causados directa o indirectamente por el hombre, por lo que censuro los actos dañinos y de crueldad contra toda
criatura indefensa, tal es el caso de los gallos, a quienes la naturaleza dotó
de unas espuelas, son acondicionados con otras maquiavélicas mucho mas
destructoras, las que les colocan los dueños para que hagan mayores estragos en
los gallos adversarios.
Es muy común desplazarse al interior del país y encontrar
entre los hombres de la campiña dedicarse a la cría, riñas y al negocio de las
galleras. Estos combates comenzaron en Asia, China e India trasladándose a la
antigua Roma donde eran pensadas como una muestra de valentía. Los españoles
las trajeron al continente americano como una afición que sólo los blancos
podían disfrutar y como parte de las fiestas populares de las regiones del
país, especialmente en el área de la costa.
En Panamá, no se conoce a ciencia cierta la cantidad exacta
de criadores de gallos de pelea como tradicionalmente se les nombra. Eso sí,
son astronómicas las apuestas que en estos lugares se realizan, no obstante,
entre gritos, consumo de licor, cigarrillo y la euforia del combate, los gallos
padecen la más acérrima crueldad, desde limarle el pico, el corte en carne viva
de sus crestas, las inyecciones estimulantes como la calza o el encrustamiento de las espuelas como agujas
en sus garras, de suerte que de un solo espuelazo acribille a su rival.
Durante quince minutos de crueldad, los espectadores y
galleros gozan el enfrentamiento, ver correr la sangre inocente de unas heridas
sin justificación y como un gallo usualmente vence y destroza al otro, sin embargo,
cuando una de estas aves es vencida en agonía es sacrificada con la rabia,
indignación y más descarnada crueldad en manos de su verdugo o del que fue su
dueño y que tantas apuestas le hizo ganar, no obstante, pasada la emoción entre
la fanaticada, entre la sangre y el dolor encontrar alrededor de las galleras
las montañas de gallos sacrificados, degollados o en agonía.
Resulta curioso analizar a quienes frecuentan las galleras,
pueden ser desde gente ignorante y analfabeta, manipulada por aquellos que
nunca piensan en el sufrimiento de los animales (humanos y no humanos), sino
que lo ven como un simple negocio en el marco de la clandestinidad; hasta
individuos profesionales y con formación que han entendido estas actividades
como parte de un deporte tradicional y honorable, con reglas y rituales,
dedicando mucho tiempo y cariño al cuidado y preparación de sus animales, para
finalmente enfrentarlos a sus adversarios.
Resulta paradójico, puesto que no vivimos en China o en
Roma, ni mucho menos practicamos los circos romanos, hoy en pleno siglo del
conocimiento donde todo evoluciona, y a medida que los pueblos se van haciendo
más consientes de sí mismos y de las consecuencias de sus actos, en Panamá,
este tipo de crueldad debe ser puesta en discusión, ya sea en su forma
(regulando esta actividad) o en su esencia; pues indistintamente de los motivos
que la justifiquen (negocio, diversión, deporte, preservación de la especie,
etc.), la tradición que la sustente, o la dedicación o cuidado que se tenga; es
un reflejo del valor que el ser humano le da a la vida, incluso aquella vida
que no tiene ninguna posibilidad de opinar o defenderse por sí misma frente a
la manipulación y crueldad del hombre.
Autora: Elodia Magdalena Muñoz
Muñoz. Panamá, Panamá.
Comunicadora social.