EL TINA.
Cuando llegan las calores, el Tina se transforma. Él dice
que a partir de mayo la naturaleza entra en su ser, lo que- bien mirado-
significa que es él quien se identifica plenamente con la naturaleza. Curioso
personaje el Tina. Especie de sabio infuso, homo habilis sapiens del siglo XX,
artesano agricultor campesino honradísimo, pozo y poso de ciencia no libresca,
Séneca eterno del campo andaluz.
El Tina huele o transmite olor a era, a viñedos, a olivares,
a trigales…, todo en una pieza, es como un mimetismo no pretendido con la
tierra fecundada en avanzado estado de gestación, a punto de romper aguas.
Cuando el esto ocurre, el Tina estalla de gozo con el parte cosechero, y vibra
de júbilo o se entristece a la vista de los frutos, tras un proceso de que fue
artífice, testigo y protagonista, fecundador y fecundante, todo en un bloque.
El Tina propaga hechos y sensaciones, describe lugares y
retrata personajes (a veces insólitos como él mismo). Su vida ha estado siempre
marcada por los ciclos agrícolas e identificada con ellos, cual regidor amoroso
de los campos: de la siembra al laboreo, de la siega a la trilla; sólo ha sido
recolector y coleccionista de avatares del tiempo. Está preocupado el hombre
este año de sequía y evoca aquéllos en los que al “amanecer Dios”, marcado por
el olor a tierra henchida marchaba a los campos dispuesto a abrir mesanas de
pavea en pavea, cuidando delicadamente animales y utensilios: yugo, manta,
entremanta, collera cantillo, madrina jáquima palo
hijar…indispensables para la siembra y el laboreo…
O a pleno sol estival, a brazo partido con gatuñas y para
bueyes, tocado con el sombrero de paja, resguardado los dedos de la manija y
armado con la terrible hoz construyendo corozas preparando greñas o extendiendo
la parva sobre el redondel de la era, a la espera a la espera de que el viento
hiciera su labor con el viergo, laviergas o la asnila, destinado a aventar la
dicha parva…Y luego, la imprescindible escoba de magarza con que limpiar y
barrer la era…
Desde siempre los viñedos fueron objeto del mimo exquisito
del Tina Era para ver sus maneras diestras en el plantado de barbaos y
riparias; o el cuidado en el manejo de las hoces, tijeras o hachas, procurando
no dañar los tiernos pulgares; o sus caricias a los sarmientos; o el regocijo
en la contemplación del bello majuelo… La vendimia significaba la culminación
de toda una labor que habría de concluir en la solemnidad de la bodega tras el
ceremonial de corte, acarreo y pisado de la truja…
De todas estas cosas habla el con la seguridad del
especialista que entiende lo que hace,
con vencido de la trascendencia de sus actos. Por eso el Tina es catedrático de
filosofía agraria, especialista insigne del saber popular profundo, e
interesado en su divulgación. Constituye una delicia oírle expresiones como la
siguiente: “el viento es el mejor peón de la era” o “a arriero perdío atajarre
de seda”…, que por sí solas deberían ser objeto de tesis doctorales. O cuando
alude a la “vaquilla esollá ”-
color del cielo en determinadas puestas del sol, o la sentencia: “ni arre que
trote, ni so que te pare; y aquéllas de “sacar pavea”, “Tienes más camá que la
presa vieja, se “ha emparrao el canasto”, y otras.
He hablado del Tina en otras ocasiones. Pienso que es fácil
conocerlo con sólo observar atentamente a nuestras plazas y jardines. Allí,
sentado al sol invernal, o resguardado del viento norte, o bajo la sombra de
los árboles en el estío, se halla el Tina. ¿Quién es? Si quieres saberlo, habla
con él: puede ser cualquiera, quizás varios. ¡Ah!
Autor: José Mª Dabrio Pérez. Huelva, Andalucía, España.