SOLIDARIDAD.
Celebramos el 31 de
agosto el día Internacional de la Solidaridad, establecido por la ONU con el
objetivo de incrementar las relaciones entre los humanos en el mundo, para que éstos
se brinden apoyo mutuo. Así se renueva en nuestros corazones, ávidos de
justicia, el deseo indispensable que se brega en toda sociedad, de poder
fomentar esta virtud humana.
Se trata de una
práctica concebida como necesaria dentro de la ética moderna. Ya Emile
Durkheim, la categorizó en Sociología, clasificándola en Orgánica, donde los
integrantes de una sociedad se brindan colaboración en un sistema organizado,
donde cada integrante cumple una determinada función, confiando en que el otro
le colabore del mismo modo, estructurando un sistema armónico de mutua
necesidad y colaboración y, Mecánica, donde cada individuo se agrupa en
conglomerados humanos independientes,
donde se autoabastecen y autosatisfacen en sus
aspiraciones básicas sin tanta necesidad del otro, como ocurre en los
pueblos subdesarrollados.
Más allá de lo
previsto y analizado como concepto sociológico, la Solidaridad es una acción humana totalmente moral, en la cual cada ser considera a su
congénere como a un igual que necesita
ayuda y que mutuamente se colaboran en lo material, en lo psicológico, en lo
espiritual. Aquí en un genuino concepto solidario, no caben fronteras de
dinero, poder, capacidades, discapacidades, puestos de trabajo, culturas,
razas, religiones, creencias, grupos etáreos ni géneros. Se trata de una
práctica donde las almas interactúan
entre sí, trascendiendo cualquier límite o condicionamiento que estructure
contextos creados o inventados.
Una acción solidaria
acerca a la amistad y a la hermandad, al considerar al otro en igualdad de
condición y asistirlo en cualquier instancia que le apremie.
Se diferencia de la
Caridad, porque el que recibe bajo esta condición podría hacerlo guardando u
ocultando su dignidad debido a su mera
carencia. También el que otorga caridad, podría satisfacer su ambición de poder
o superioridad, sobre el apremiado.
En las Instituciones
solidarias u ONG, donde se agrupan
personas sensibilizadas, con deseos profundos de ayudar a distintos grupos
ávidos de estas acciones, juegan muchas emociones que pueden bordear la
confusión. En ellas podría desdibujarse el verdadero sentido de Solidaridad,
cuando sobresalen resortes humanos escondidos y puestos a prueba en
circunstancias determinadas. Así pueden moverse hilos ocultos de poder, conflictos
de autoestima, soledades en busca de compañía y contención, ímpetus de limpiar
propias culpas, ambiciones personales contenidas, el deseo de sobresalir,
falencias de sentirse útiles, de ocupar sus tiempos libres, como también el
querer aparecer en público. Este fenómeno puede ser peligroso, porque el
sentimiento de la comprensión y sensibilización del otro, puede encontrarse
ninguneado, humillado o lastimado en su amor propio o en todo caso, en su
dignidad. Asimismo, el colaborador solidario,
en ocasiones puede encontrarse burlado por las malas interpretaciones
incrementadas por el orgullo desmedido del que percibe el acto solidario sin
saber recibirlo con natural humildad y
el debido agradecimiento.
Sin embargo, sería
muy sencillo ejercer acciones solidarias entre los mismos habitantes de una
comunidad en sociedad, cuya idiosincrasia debería restablecer el puro ideal
común, en una búsqueda mancomunada, que los identifique, en la pretensión
satisfecha de pertenencia. Valores primordiales que deberían enseñarse
fehacientemente incentivando aún más, a los niños y a la juventud, mediante la importancia en la
Educación, para que germinen esas semillas sembradas en la construcción mental
humana resultando en sus futuros y
seguros comportamientos y logros de sociedades más justas y con la debida equidad. Conviviendo así, todos
en la sencillez purificada, en la cual solidaridad signifique simplemente una
práctica en la que prime auténticamente… el AMOR.
Autora:
Dra. Renée Adriana Escape.
Mendoza, Argentina