Recuerdo la sensación fugaz que tuve, al
ver en mi infancia como unos gránulos disueltos en líquido hacían café.
Y rápido.
OH!
Este recuerdo, junto a la vajilla Duralex
(ojo, no Durex.) que, a base de golpes, no se rompía...y al punto, zas!
Sorprendente.
Y rápido.
Ohhh!
Era todo muy asombroso e incomprensible.
Visto y no visto.
No hace tanto, vivíamos con cierta
parsimonia y nos tomábamos los tiempos, como si de una partitura musical se
tratara.
El tiempo era la cadencia de la vida.
Se respetaba la hora de la siesta, no se
molestaba, no se visitaba ni se era impertinente.
Teníamos cortesía social, saludábamos,
escribíamos, pensábamos hasta hablábamos...
Mas ortografía, timbre y tono de voz,
mas calidez, incluso más educación y nos mirábamos de frente; Incluido todo en
este pack.
Que gran invento el teléfono, (el de
casa fue el 2 porque el 1 era de la Compañía telefónica.)Y que felicidad cuando
nos encontrábamos por el aire, esa radio; jubilo y fiesta. Las canciones se
dedicaban al amado.
OH
El efecto radio. Identificábamos las
voces y saltaba el resorte emocional.
O llegaba una carta.
OH
Cantábamos.
El reconocimiento del otro.
Entonces, había tiempo para emocionarnos,
celebrar los acontecimientos y expresarlos. Vivir, sufrir, amar...
Hoy, vive con nosotros la inmediatez y
la instantaneidad, como el café de entonces.
Si nos hubieran propuesto, como ratones
de laboratorio los sabios de ciencia, para inocularnos un microchip en el
cuerpo hubiera sido, escandaloso y una revolución mundial y una reivindicación,
mediática multitudinaria. Y, hasta judicial.
¡Que abuso y que atropello!!!
Que alienación y que esclavitud, y que
falta de libertad, madre mía.
No hay derecho, no hay derecho hubiera
sido el Mandra.
Hoy, ahora, ya...nos espabila de una
rutina normal y hasta deseable un tic, imperceptible, que como mensaje en modo
telegráfico asoma y nos avisa de algo.
Funciona.
Ya, quedamos atrapados. Da igual en
donde estemos situados el microchip nos ha captado para la causa; no se mira,
no se habla, no se come, no se mueve, casi no se respira, obviando que hay vida
más allá,
La palabra enmudeció. Las relaciones se
perdieron. La conversación se esfumó y los abrazos se helaron "como un
cubito en un vaso de ron. “Dice la canción”.
Tenemos muchos entretenimientos,
nuestros juguetes de luces, pero estamos más alienados que si hubiéramos
aceptado entonces el ensayo científico.
Instantáneo, el mundo digital.
¡Qué pena!
¿Progreso o retroceso?
Ahí está el debate...Yaa!
Autora: Enriqueta
Adriana Martínez Pérez. Almería, España.
Autora: Enriqueta
Adriana Martínez Pérez. Almería, España.