TEMAS DE REFLEXIÓN:
Nuestra mente crea fantasías
condicionadas por la experiencia del pasado y los temores del futuro. Estas
fantasías operan al través de la memoria que actúa por medio de los recuerdos y
por la imaginación que crea el futuro; únicamente en excepcionales condiciones
nuestra mente se encuentra aquí y ahora. Una mente engañada que funciona con
estas distorsiones es vulnerable y frágil, es material propicio para el control
social. Vagando en la oscuridad de nuestra ignorancia nos alejamos de la
realidad sumergiéndonos en un mundo ajeno y distante, desconociendo por igual
lo que sucede en nuestro interior y en lo que nos rodea. Vivimos un peligroso
proceso de autoengaño. ¿Cuál sería la manera de intentar la comprensión de
nuestros engaños? Una alternativa podría ser entender sin moralismos ni
acusaciones, tan sólo mirándonos a nosotros mismos sin patrón de comparación,
ficción y sin referencia a esquemas preestablecidos. Sin desear.
Esta
alternativa se basa en la observación atenta y sin prejuicio de nosotros
mismos. Tratemos de observar en nosotros mismos la forma como nos engañamos, de
esta manera podríamos enfocar las cosas hacia la siguiente pregunta ¿Cuál es la
esencia de nuestro autoengaño, cuál es su finalidad? Para intentar alguna
respuesta es conveniente revisar la tendencia de nuestra mente a buscar
seguridad, a escapar de la angustia y del miedo. En el fondo de nuestro autoengaño está el constante deseo de ser
"algo" en este mundo e incluso en el “otro”.
En éste
mundo emprendemos una frenética carrera atropellando a los demás en una confusa
competencia que cada día exige más y más trofeos, no importando el costo
emocional que paguemos por ello. Con respecto al “otro mundo”, tomemos el
ejemplo de lo que sucede con la idea de la muerte. Nos aterroriza la idea de
perder a lo que estamos apegados y, por eso, queremos que alguien afirme las
cosas que convienen creer acerca del “más allá” y de una vida sin sufrimientos,
mejor que la actual. Necesitamos que alguien refuerce nuestra ficción de
inmortalidad.
En Busca de Seguridad
Nos
fascina la oferta de la seguridad, deseamos que nos garanticen una vida
tranquila, sin sobresaltos y que, al final, nos espere otra mejor en el
paraíso. ¿Cómo puede una mente preocupada en comprar seguridad comprender la
esencia de las cosas y de su propia vida, cómo podría enfrentarse consigo mismo
y mirar con paz su propia realidad? Una mente así, angustiada y preocupada por
el qué dirán, por conseguir una posición en la tierra y hasta en el cielo,
sometida a tanta presión, tiene que recurrir al autoengaño, a la ficción. El
engaño hacia nuestra persona y hacia los demás comienza en el momento en que
nace el impulso de trascender. En este proceso la oferta de Tener para Ser
juega un papel central. El deseo de Tener cosas para Ser alguien, para tener
fama y trascender, pone nuestro bienestar en manos del “qué dirán”. Nos hace
esclavos de quienes desde las cómodas posiciones de poder controlan nuestra
vida.
Este deseo
de que hay que Tener para Ser es uno de los problemas básicos de nuestra vida
pues ahí se encuentra la desesperación por lograr aceptación. Por esta razón
pensamos, hablamos, repetimos cosas, vestimos y hasta caminamos de acuerdo a lo
que suponemos es una persona “importante”. Deseamos y propiciamos el saludo de
quien consideramos más “importante” que nosotros. Anhelamos nos inviten a
reuniones sociales a donde va “la gente bonita”, deseamos nos vean en tal
iglesia que consideramos de "categoría", pues nos preocupa codearnos
con los poderosos. La ficción es total pues abarca prácticamente todo lo que
puede imaginar nuestra mente atormentada.
¿Es
posible salir de estos engaños o no hay más remedio que conformarnos con esta
ficticia manera de vivir? Para intentar responder ésta pregunta necesariamente
tenemos que considerar una cuestión de fondo: ¿Es posible vivir en el mundo sin
importarnos ser “alguien”, sin desear el título de “persona respetable?” Desde
esta perspectiva apuntamos exactamente en dirección contraria de una cultura
que creamos a diario y que precisamente obliga a pensar que a como dé lugar hay
que tener una “posición” y, para lograrlo, hay que aplastar a los demás. Para
una mente moldeada y condicionada es difícil liberarse de estos deseos de
seguridad, de los impulsos de ser y de lograr algo de acuerdo a metas que han
definido quienes ejercen el control social.
Cargamos
a cuestas un "programa" perfectamente estructurado de acuerdo al que
dirán, a lo que suponemos que los demás esperan de nosotros. Este programa
tiene la finalidad de adaptarnos sumisamente haciéndonos obedientes y
mediocres. Este programa está construido desde el pasado y, por ello, cada vez
que queremos pensar en algo nuevo que es lo que permitiría transformarnos, se
encarga de reconectarnos con lo viejo y nos adapta. Este esquema de sujeción
obedece a necesidades e intereses económicos de quienes controlan nuestras
creencias y funciona de maravilla activando las ficciones y miedos que viven en
ese lugar que llamamos el futuro. Cuando queremos liberarnos de nuestros
temores que nos paralizan y enferman, se intensifica diciéndonos: "¿Qué va
a ser de ti el día de mañana?”. Mientras tanto, nuestro presente, que es la
única vía para transformarnos a nosotros mismos y a los demás se nos escapa de
las manos y con ello también la posibilidad de ser libres. Cuando intentamos
desactivar toda esta “programación” destinada a destruirnos de inmediato la
mente funciona con su mecanismo defensivo: las ficciones.
Retornando
la difícil pero crucial pregunta: ¿Es posible vivir sin desear ser nada, sin
anhelar, sin justificar cosa alguna? ¿Es posible desafiar la cultura que bajo
la forma de un programa que llevamos en la mente nos dice día y noche que para
ser importantes en esta vida (y también en la otra) tenemos que ser alguien?
Quizás la punta de la madeja de tan compleja situación se encuentra en la
comprensión de la dinámica mental que hay en todo esto, es decir, en la
comprensión del mecanismo de nuestros engaños. Cuando logramos esta comprensión
nuestra mente abandona todo intento de justificación, de búsqueda de
"seguridades" y, al ser capaz de aspirar a no ser nada, renuncia a la
ficción. ¿Estamos dispuestos a realizar semejante cosa o preferimos la
peligrosa comodidad de vivir en la ilusión de querer ser “algo”, de acuerdo con
los modelos que ofertan quienes ejercen el poder?
Pongamos el ejemplo siguiente:
prácticamente todas las religiones coinciden en la importancia de la paz mundial.
Una y otra vez y como resultado de múltiples encuentros entre sus líderes
hablan de la necesidad de una cooperación para lograr esa meta, de un proyecto
cuyo valor nadie duda. Pero eso es tan sólo aparente, se trata de algo que
únicamente se encuentra en la superficie, pues en el fondo, las religiones
(unas menos que otras), se encuentran con el pesado lastre de las creencias,
atrapadas en la necesidad de poder y de autoridad que no las dejan volar
libremente. El deseo común de fraternidad y paz universales se estrellan contra
los muros de las múltiples creencias que radican en el fondo de los más loables
proyectos de cooperación religiosa a nivel mundial. Solamente si somos capaces
de romper las barreras de las creencias que son autoengaño, podemos hablar de
verdadera cooperación de fondo.
Las creencias, además de alejarnos de la
verdad y de engañarnos dividen. No hay que ir muy lejos para constatarlo:
partidos políticos que en un acto de canibalismo se devoran y desgarran
interiormente unos a otros a pesar de que supuestamente tienen el mismo
proyecto de cooperación. Pero son únicamente frases, conceptos dibujados en la
superficie, tan sólo en lo evidente, en la apariencia. En su interior están
unos contra otros pues la identificación que les da el nombre de su agrupación
no es suficiente. La necesidad de poder y de control enajena. La sed de
autoridad es compañero obligado de política y religión, son parte de una
ficción que aniquila. Detrás de una creencia hay necesidad y deseo.
El problema estriba en que cada uno
de nosotros (pertenezcamos o no a alguna agrupación) está identificado con una
creencia, con un interés particular que nos lleva a engañarnos y a simular ante
los demás. Detrás de una creencia hay necesidades e intereses económicos y de
poder. Cuando nos aferramos al deseo de ser algo en lo individual y en lo
colectivo hay ficción. Por el contrario, en la búsqueda de nuestra
transformación, de ese maravilloso proceso de cambio, de lo que se trata es de
conocer, comprender sin artificios, asimilando nuestra verdad interior.
Pero nuestra realidad y nuestra
transformación no pueden llegar por el simple deseo de poseerla, no llega por
el hecho de abrazarnos ciegamente a una creencia o dogma. Este proceso de
transformación es incompatible con el fanatismo. Solamente si la mente está
libre de la contaminación de las creencias y de la ilusión de la seguridad que
ofrecen los dogmas de cualquier tipo, es posible lograr un estado de claridad y
sin ficciones. Libres del deseo de pertenecer a algo es cuando nuestra realidad
puede iluminarnos con el poder de la transformación.
Es tan grande la confusión que hemos
creado que nos apartamos peligrosamente de la realidad imaginando un mundo de
fantasías e ilusiones. En esa frenética evasión huimos del compromiso con
nosotros mismos y con los demás. Las trampas del Ego nos distraen de la
realidad y hunden una y otra vez en el pasado. Vivimos en el pantano de la
culpa en donde está aquello que avergüenza, aquello que recordamos en forma
implacable día y noche.
Desde ese mundo de la culpa somos manipulados
y domesticados por quienes han hecho del control "espiritual" y
religioso un estupendo negocio terrenal. Desde ahí actúa el Ego por medio de la
memoria, de los recuerdos que vienen a nosotros bajo el engaño de la
experiencia que en realidad es repetición de lo conocido y de lo viejo. De
igual manera, desde ese pasado se nos presenta una imagen de libertad que en
realidad es esclavitud.
Trampas
Parte de esas trampas del Ego son nuestras
fantasías acerca del futuro. El mañana es una construcción mental en donde
depositamos nuestros miedos a lo que pueda sucedernos, a lo que podrían pensar
u opinar acerca de nosotros si nos decidiéramos a ser nosotros mismos. En eso
que llamamos futuro se encuentran los planes y promesas de ser
"mejores", de llevar una vida nueva y diferente que somos incapaces
de crear el día de hoy, aquí y ahora. Es toda esa estructura del Yo con sus
trampas recuerdos y fantasías, la que nos tiene dormidos y narcotizados por las
distintas creencias que defendemos fanáticamente. Nos incomodamos con quien nos
cuestiona y señala la importancia de indagar, de no quedarse con una fe
primitiva y simplona. A toda costa evitamos confrontarnos con nuestra fealdad
interior, preferimos vivir en el mundo de la ficción.
Ante estas preguntas reaccionamos con ira y descalificamos condenando a
quien se atreva a sacudir nuestra fe prendida con alfileres. Son todas estas
trampas del Ego las que nos llevan a pensar que debido a nuestra
vulnerabilidad, hay que buscar el cobijo de algo poderoso y ante quien debemos
abandonarnos, siendo esta en gran medida la explicación del poder de las
figuras autoritarias que gobiernan nuestras vidas.
Tememos el mañana porque
tememos perder hoy lo que ficticiamente creemos nos pertenece. Continuamente
deseamos y vivimos engañados. Nuestro miedo a vivir con intensidad crea el
temor a la muerte y genera la gran cantidad de fantasías con las que decoramos
nuestros engaños. La empresa es ciertamente difícil pero se trata de un trabajo
apasionante: despertar y dejar atrás esa ficción que nos hace vulnerables y
temerosos. El desafío es renunciar a la comodidad de nuestras diversas
creencias, a comprender cómo y qué deseamos. Es un trabajo de la más alta
calidad encaminado a la transformación de nosotros mismos y de los que nos
rodea, instante a instante, viviendo con plenitud en el aquí y el ahora. Es una
labor que requiere de espíritus rebeldes, disidentes e inconformes con la
ficción que nos hace mediocres.
Autor: Dr. Gaspar Baquedano López.
Mérida, Yucatán. México.
drbaquedano.com