-Qué problema con este temporal.
-Como todas las navidades mi hijita, que yo recuerde acaso hemos
tenido verano para un 25, los chiquitos con el estreno sin poder salir y los
jugueticos usándolos aquí adentro.
-Ay mama, ¿Por qué Tatica Dios no cierra ese tubo ya?, yo creo que
lo dejó abierto mucho rato, se le olvidó y se fue.
-¡Cállese la boca o le restriego un chile!, el Señor sabe lo que
hace, Él manda la lluvia y manda el sol y todo sea según su volunta.
Y alcánceme esos trapos para cortarlos.
-¿Qué va a hacer con estas camisetas viejas, mama?
-Diay, llevarle a Zoila, que tiene bebé pequeñito, quién sabe cómo
estará haciendo esa pobre, seguro como me tocó a mí tantas veces, secando las
cosas en el fogón.
-¿Y estas tiritas más pequeñas para qué son, mama?
-Son los fajeros, para fajar el ombligo y como es varón no pierda
la fuerza.
-¿Cómo no pierda la fuerza, quién?
-Deje de preguntar lo que no le importa, y póngalos encima de la
cafetera para que vayan bien secos, están tan helados los confisgados.
-San Isidro
Labrador, quita el agua y pon el sol o cáchele las llaves a San Pedro y cierre
el tubo.
-¡Tome por la
jeta! por indigna con los santicos.
-¡Ay mama si era
molestando!
-Con eso no se
juega.
-Viera mama que
el güilita, el cumiche de los Parajeles, tiene cinco años y el pelo más para
bajo de los hombros.
-¿Y eso?
-Diay, que ñor
Ulises dice que es para que no se le corten las fuerzas, así como Sansón.
-Jesús mío, las cosas que uno va viendo,
de verdad que el mundo está perdido.
-Mama ¿y dónde va a tender esa muchacha esos trapos si no tiene
galera?
-Diay, cerca de la cocina en primer lugar, y tenderetas donde
pueda, uno como mamá se las arregla, lo que me preocupa más es que el esposo
trabaja en construcción y está sin trabajo por este temporal tan ingrato.
Pero no es nada
nuevo, recuerdo cuando estaba pequeña como 7 ó 9 años, había un temporal de
Padre y Señor mío, en casa no había naditica ni para engañar la tripa.
Papá cogió un
plástico y me lo puso en la jupa, después me dijo que lo siguiera, mama no dijo
nada.
Salimos por el
trillo hasta la finca de ñor Cosme Aguilar, papá me dijo que ispiara para todo
lado y si veía que alguien venía, le dijera para escondernos.
Se metió en el
bajo allá donde hay una chayotera con esos chayotes cargados de espinas, como
estaban tan mojados se le safaban de las manos que estaban bien espinadas.
Después de un rato, tenía el saquillo como hasta la mitá y con mil costos lo
jaló al trillo, pero no se lo podía echar al hombro por la punzada.
Lo cogió y lo
levantó, cuando oímos un disparo, ñor Cosme nos había vigilado desde que
llegamos, pero dejó que papá se matara juntando chayotes para él.
-Pobre abuelo ¿y
qué hicieron?
Nos juimos donde
mi padrino a pedirle unos guineos que estaban todos celes, pero con sal algo
calentamos la panza.
-Qué tristezas mama. ¿Y cómo secaban la ropa? porque tampoco había
torcedor.
Y agarrar para la escuela con esos fríos.
-¿Cuál escuela mi hijita? Retorcíamos la ropa a lo que dieran las manos
y luego a tender en la galera, como le estaba contando, papá siempre tuvo
troja. Por cierto que en la troja pasó lo de su tío Ramón.
-¿Tío Moncho el
que...?
-Sí,
pero quien sabe si fue así como pasó porque ese día y antes y después la
lluvia, los truenos y el cerro no dejaban oír pero naditica.
En una de esas
seguro dispararon o se disparó, solo Tatica Dios sabe.
-Vea mama no se
ponga triste, la lluvia también nos da alegrías. Venga para acá, vea para allá.
Vea como ese rayo de sol se metió entre esas dos nubes para iluminar la carita
de aquel chiquito de doña Hortensia.
-Sí, es verdad,
es que el sol cuando se asoma así, como regañao, hace que
hasta el perrillo…. vea cómo se pone galán.
Autores: Roberto Sancho
Álvarez. San José, Costa Rica.
y
Vanessa González Cruz. San Carlos, Alajuela,
Costa Rica.