Conocí a Isabel Avilés, en un momento de su
vida en el que acababa de ser “podada “de nuevo.
Digo esto, porque a primera vista ,cualquier
árbol, es frondoso ,atractivo, inmenso en su plenitud ,variado en su cromatismo
y ,como las personas con un afán de supervivencia que agarra y se desarrolla en
los sitios más increíbles por la raiz.
Y allí está,estaba, altivo y elegante
,escrutándo nuestras increíbles miradas.
En ese principio, asistí ,con asombro al
hecho de que sus nuevas ramas no crecían por el lugar esperado .
Vi cómo la savia ,la nueva savia, ascendía,
con el vigor y la fuerza de aquello ,que , con su propia imprompta, aceleraba,
con vértigo, este nuevo proceso de crecimiento y al que yo asistía atónita.
Aparecieron ,entre las hojas,
la FUERZA de un mar embravecido ,
la ILUSIÓN de un chiquillo, con un juguete
nuevo ,
la ALEGRÍA de las estrellas fugaces nocturnas
y traviesas,
la LUCHA, de los gladiadores de las películas
de romanos,
la RISA como bebé,
la CONFIANZA, de los sabios bíblicos ,
la ENERGÍA de un cohete espacial ,
el VALOR de los navegantes, en noche cerrada,
la
ESPERANZA de los amaneceres,
Y la BELLEZA de las esculturas griegas.
Esto fue lo que yo ví .
Otras gentes que sólo veían el árbol sin la aureola
de la magia, caían abatidas porque no siempre estaban preparadas para el
esfuerzo, de mirar más allá .
Miraban ,pero no veían..
Y como nada ocurre por casualidad , atrapé
para mi todo el fruto ,que multiplicado, daba, porque por una razón sobrenatural,
quedé atrapada, y agarrada. Convencida de que ésta simbiosis que nos ocurría
era el efecto del Amor ,que es el que genera los milagros más grandes en las
personas ,y comprendí que trascendíamos porque ella no se consideraba el centro
del Universo ,y podía elevar su enfermedad a una categoría solidaria expansiva
y generosa que nos enseñó que los sueños son metas a las que podemos llegar.
El qué quieres, determina cómo vives ,y esto
es lo que yo he aprendido con ella en este tiempo ,y con la certeza de que la
presencia de Dios ,nos bendecía a los que nos arracimábamos,como yo, a ese, su
tronco.
Siempre en mi recuerdo, queriéndote.
P.D. Este prólogo, me lo pidio ella, para un
libro que nunca terninó.Y lo he querido compartir, para darle la Vida que ella
tenía
Autora: Enriqueta Adriana Martínez Pérez.
Almería, España.